Las risas de los niños llenaban la casa, rebotando por los pasillos como campanas alegres.
—¡Los vamos a encontrar! —gritó una vocecita entre risas.
Ella se tapó la boca para no reír, mientras él la abrazaba desde atrás dentro del closet. La ropa colgante los envolvía como un refugio secreto, y el olor a madera vieja se mezclaba con el perfume de ella.
—Shh… —murmuró él con una sonrisa traviesa, poniendo un dedo sobre sus labios—. Si nos descubren, perderemos otra vez.
Ella se mordió el labio, intentando contener la risa, mientras el corazón le latía rápido por la cercanía. En ese instante, entre risas contenidas y miradas cómplices, el juego dejó de ser solo de los niños.
Porque aunque la puerta del closet los escondía del mundo, el amor entre ellos seguía brillando como siempre: cálido, sencillo… y lleno de esa ternura que solo se encuentra en un hogar feliz.
Melínoe Fleur
—¡Los vamos a encontrar! —gritó una vocecita entre risas.
Ella se tapó la boca para no reír, mientras él la abrazaba desde atrás dentro del closet. La ropa colgante los envolvía como un refugio secreto, y el olor a madera vieja se mezclaba con el perfume de ella.
—Shh… —murmuró él con una sonrisa traviesa, poniendo un dedo sobre sus labios—. Si nos descubren, perderemos otra vez.
Ella se mordió el labio, intentando contener la risa, mientras el corazón le latía rápido por la cercanía. En ese instante, entre risas contenidas y miradas cómplices, el juego dejó de ser solo de los niños.
Porque aunque la puerta del closet los escondía del mundo, el amor entre ellos seguía brillando como siempre: cálido, sencillo… y lleno de esa ternura que solo se encuentra en un hogar feliz.
Melínoe Fleur
Las risas de los niños llenaban la casa, rebotando por los pasillos como campanas alegres.
—¡Los vamos a encontrar! —gritó una vocecita entre risas.
Ella se tapó la boca para no reír, mientras él la abrazaba desde atrás dentro del closet. La ropa colgante los envolvía como un refugio secreto, y el olor a madera vieja se mezclaba con el perfume de ella.
—Shh… —murmuró él con una sonrisa traviesa, poniendo un dedo sobre sus labios—. Si nos descubren, perderemos otra vez.
Ella se mordió el labio, intentando contener la risa, mientras el corazón le latía rápido por la cercanía. En ese instante, entre risas contenidas y miradas cómplices, el juego dejó de ser solo de los niños.
Porque aunque la puerta del closet los escondía del mundo, el amor entre ellos seguía brillando como siempre: cálido, sencillo… y lleno de esa ternura que solo se encuentra en un hogar feliz.
[Melinoe_Fleur]
