—Concedo los deseos de todos... excepto el mío. Porque, ¿qué podría desear?

Su reflejo en el cristal su nubló con su respiración. Se quedó en silencio un largo momento, y un único pensamiento cruzó su mente, uno que no era capaz de decir en voz alta. Que ironía, la vendedora de deseos no puede ni articular su propio anhelo más profundo. Se apartó bruscamente del vidrio, de repente, como si sus propios pensamientos la hubieran quemado. Una risa seca seca y amarga se le escapó.

—Tsk, ¡Que estupidez! ¿Ves? Por eso no me autoconcedo deseos. Porque hasta los míos serían letalmente aburridos, asquerosamente cursis y terriblemente... trágicos
—Concedo los deseos de todos... excepto el mío. Porque, ¿qué podría desear? Su reflejo en el cristal su nubló con su respiración. Se quedó en silencio un largo momento, y un único pensamiento cruzó su mente, uno que no era capaz de decir en voz alta. Que ironía, la vendedora de deseos no puede ni articular su propio anhelo más profundo. Se apartó bruscamente del vidrio, de repente, como si sus propios pensamientos la hubieran quemado. Una risa seca seca y amarga se le escapó. —Tsk, ¡Que estupidez! ¿Ves? Por eso no me autoconcedo deseos. Porque hasta los míos serían letalmente aburridos, asquerosamente cursis y terriblemente... trágicos
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