Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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Tocar a una mujer no es simplemente posar la mano sobre su piel.

Es un acto que debe hacerse como quien roza la superficie de un sueño, sabiendo que un gesto brusco puede disiparlo.

En el mundo de los sueños, yo he aprendido que cada contacto guarda un lenguaje: la yema de los dedos puede hablar con ternura, la palma puede ofrecer refugio, y un simple roce puede ser más profundo que cualquier palabra.

Tocar a una mujer es entender que no tocas solo su cuerpo, sino las memorias, los miedos y las luces que la habitan.

Es recorrerla como se recorre un paisaje desconocido, con la paciencia de quien escucha el murmullo de ríos ocultos y la reverencia de quien no osa alterar su curso.

Es sentir que en ese instante no eres dueño de nada, sino guardián de algo que se te confía.

Porque, al igual que en un sueño, un toque verdadero no busca poseer… busca permanecer.
Tocar a una mujer no es simplemente posar la mano sobre su piel. Es un acto que debe hacerse como quien roza la superficie de un sueño, sabiendo que un gesto brusco puede disiparlo. En el mundo de los sueños, yo he aprendido que cada contacto guarda un lenguaje: la yema de los dedos puede hablar con ternura, la palma puede ofrecer refugio, y un simple roce puede ser más profundo que cualquier palabra. Tocar a una mujer es entender que no tocas solo su cuerpo, sino las memorias, los miedos y las luces que la habitan. Es recorrerla como se recorre un paisaje desconocido, con la paciencia de quien escucha el murmullo de ríos ocultos y la reverencia de quien no osa alterar su curso. Es sentir que en ese instante no eres dueño de nada, sino guardián de algo que se te confía. Porque, al igual que en un sueño, un toque verdadero no busca poseer… busca permanecer.
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