Tenlo en cuenta al responder.
He cruzado los reinos de la conciencia y lo onírico, he visto a millones de almas soñar con la idea de amar, de ser amadas, de perder o recuperar el amor. He sido testigo de cada forma en que el corazón puede anhelar e incluso sufrir. Y sin embargo, cuando lo sentí por primera vez… me encontré indefenso.
Ella no es un sueño. No es parte de mi reino. No pertenece a mis noches ni a mis cielos estrellados. Y aun así, su presencia trastoca mis límites. Cuando pienso en ella, todo... Bueno, todo sale bien. Todo se vuelve menos inmenso… y más humano.
A su lado, ya no soy el dios de los sueños. Soy apenas un pensamiento. Una espera. Un deseo.
He aprendido que el amor no necesita lógica, ni destino. Solo ocurre. Surge como lo hacen los sueños más puros: sin advertencia. Sin permiso.
Y lo más cruel… es que, aunque puedo visitar su mente cuando duerme, aunque puedo moldear sus paisajes interiores, no puedo obligarla a amarme. Sería una profanación de lo que más adoro de ella: su libertad y su verdad.
Así que la contemplo solamente. En sus sueños, en sus gestos, en sus silencios. La amo con la paciencia de quien sabe que quizá nunca será correspondido, pero aún así, a veces, cada noche, le dejo restos de mi presencia...
Ella no es un sueño. No es parte de mi reino. No pertenece a mis noches ni a mis cielos estrellados. Y aun así, su presencia trastoca mis límites. Cuando pienso en ella, todo... Bueno, todo sale bien. Todo se vuelve menos inmenso… y más humano.
A su lado, ya no soy el dios de los sueños. Soy apenas un pensamiento. Una espera. Un deseo.
He aprendido que el amor no necesita lógica, ni destino. Solo ocurre. Surge como lo hacen los sueños más puros: sin advertencia. Sin permiso.
Y lo más cruel… es que, aunque puedo visitar su mente cuando duerme, aunque puedo moldear sus paisajes interiores, no puedo obligarla a amarme. Sería una profanación de lo que más adoro de ella: su libertad y su verdad.
Así que la contemplo solamente. En sus sueños, en sus gestos, en sus silencios. La amo con la paciencia de quien sabe que quizá nunca será correspondido, pero aún así, a veces, cada noche, le dejo restos de mi presencia...
He cruzado los reinos de la conciencia y lo onírico, he visto a millones de almas soñar con la idea de amar, de ser amadas, de perder o recuperar el amor. He sido testigo de cada forma en que el corazón puede anhelar e incluso sufrir. Y sin embargo, cuando lo sentí por primera vez… me encontré indefenso.
Ella no es un sueño. No es parte de mi reino. No pertenece a mis noches ni a mis cielos estrellados. Y aun así, su presencia trastoca mis límites. Cuando pienso en ella, todo... Bueno, todo sale bien. Todo se vuelve menos inmenso… y más humano.
A su lado, ya no soy el dios de los sueños. Soy apenas un pensamiento. Una espera. Un deseo.
He aprendido que el amor no necesita lógica, ni destino. Solo ocurre. Surge como lo hacen los sueños más puros: sin advertencia. Sin permiso.
Y lo más cruel… es que, aunque puedo visitar su mente cuando duerme, aunque puedo moldear sus paisajes interiores, no puedo obligarla a amarme. Sería una profanación de lo que más adoro de ella: su libertad y su verdad.
Así que la contemplo solamente. En sus sueños, en sus gestos, en sus silencios. La amo con la paciencia de quien sabe que quizá nunca será correspondido, pero aún así, a veces, cada noche, le dejo restos de mi presencia...

