Tenlo en cuenta al responder.
—Hermano —dijo muerte con una voz sin eco, que aún así llenó el vacío. —El mundo sueña demasiado. Ya no distinguen el sueño de la muerte.
Morfeo bajó la mirada. Sus ojos, pozos infinitos de creación, parpadearon con lentitud.
—Porque ya no temen morir, hermana. Solo temen despertar... y seguir vivos. — contestó con voz pesada.
Las palabras estaban de más. Ambos guardaron silencio.
Entonces, como un acto de compasión olvidada, Muerte se recostó sobre la negrura del manto de Sueño. Su figura se volvió parte del tejido onírico, y los sueños de los moribundos empezaron a ser suaves. Morfeo la protegía, y ella limpiaba los límites entre el fin y el descanso. Entre ellos, no había amor carnal ni deberes divinos. Había un vínculo muy antiguo entre los eternos: la necesidad de que todo final tenga un lugar donde descansar.
Morfeo bajó la mirada. Sus ojos, pozos infinitos de creación, parpadearon con lentitud.
—Porque ya no temen morir, hermana. Solo temen despertar... y seguir vivos. — contestó con voz pesada.
Las palabras estaban de más. Ambos guardaron silencio.
Entonces, como un acto de compasión olvidada, Muerte se recostó sobre la negrura del manto de Sueño. Su figura se volvió parte del tejido onírico, y los sueños de los moribundos empezaron a ser suaves. Morfeo la protegía, y ella limpiaba los límites entre el fin y el descanso. Entre ellos, no había amor carnal ni deberes divinos. Había un vínculo muy antiguo entre los eternos: la necesidad de que todo final tenga un lugar donde descansar.
—Hermano —dijo muerte con una voz sin eco, que aún así llenó el vacío. —El mundo sueña demasiado. Ya no distinguen el sueño de la muerte.
Morfeo bajó la mirada. Sus ojos, pozos infinitos de creación, parpadearon con lentitud.
—Porque ya no temen morir, hermana. Solo temen despertar... y seguir vivos. — contestó con voz pesada.
Las palabras estaban de más. Ambos guardaron silencio.
Entonces, como un acto de compasión olvidada, Muerte se recostó sobre la negrura del manto de Sueño. Su figura se volvió parte del tejido onírico, y los sueños de los moribundos empezaron a ser suaves. Morfeo la protegía, y ella limpiaba los límites entre el fin y el descanso. Entre ellos, no había amor carnal ni deberes divinos. Había un vínculo muy antiguo entre los eternos: la necesidad de que todo final tenga un lugar donde descansar.

