Compartiendo con el amigo de mi fratello
Fandom Oc
Categoría Original
Partocipantes: Elixen Bae Lee y Lucas Giovanni Garrido Lombardi


Soltó un suspiro largo, casi teatral, como si la paciencia ya se le hubiese agotado hace rato. Asintió brevemente y comenzó a caminar hacia su auto con paso relajado, haciendo girar las llaves entre los dedos con ese aire despreocupado tan suyo. Al llegar a medio camino, se giró de golpe hacia los dos chicos, alzando una ceja con su típica expresión entre fastidiada y divertida.

—¿E allora? ¿Van a quedarse ahí plantados como estatuas o qué? ¡Vengan ya, que no pienso esperar toda la noche! —dijo con tono burlesco, extendiendo los brazos mientras señalaba la plaza de basket a su alrededor—. O los dejo aquí con los faroles y los mosquitos.

Sin esperar respuesta, se dio media vuelta, subió al auto y, con una sonrisa ladina, apoyó una mano en el volante y presionó el claxon un par de veces, lo justo para molestarlos sin perder el encanto.

—Dai ragazzi, ¡muévanse!

Encendió el motor, dejando en claro que no estaba bromeando, aunque en el fondo se divertía más de lo que quería admitir. El auto partió rumbo a casa, acompañado finalmente por su fratellino y el amigo que había sido invitado a cenar.

El destino: una casa familiar de dos pisos, acogedora, de estilo rústico, con paredes de piedra clara, vigas de madera y ese aroma a hogar que sólo una familia italiana puede tener. Allí los esperaban sus padres, quienes los recibieron con abrazos cálidos y sonrisas sinceras, saludando al invitado como si ya fuera parte de la familia desde hace años.
Partocipantes: [meteor_White_rat_650] y [fable_amethyst_rhino_461] Soltó un suspiro largo, casi teatral, como si la paciencia ya se le hubiese agotado hace rato. Asintió brevemente y comenzó a caminar hacia su auto con paso relajado, haciendo girar las llaves entre los dedos con ese aire despreocupado tan suyo. Al llegar a medio camino, se giró de golpe hacia los dos chicos, alzando una ceja con su típica expresión entre fastidiada y divertida. —¿E allora? ¿Van a quedarse ahí plantados como estatuas o qué? ¡Vengan ya, que no pienso esperar toda la noche! —dijo con tono burlesco, extendiendo los brazos mientras señalaba la plaza de basket a su alrededor—. O los dejo aquí con los faroles y los mosquitos. Sin esperar respuesta, se dio media vuelta, subió al auto y, con una sonrisa ladina, apoyó una mano en el volante y presionó el claxon un par de veces, lo justo para molestarlos sin perder el encanto. —Dai ragazzi, ¡muévanse! Encendió el motor, dejando en claro que no estaba bromeando, aunque en el fondo se divertía más de lo que quería admitir. El auto partió rumbo a casa, acompañado finalmente por su fratellino y el amigo que había sido invitado a cenar. El destino: una casa familiar de dos pisos, acogedora, de estilo rústico, con paredes de piedra clara, vigas de madera y ese aroma a hogar que sólo una familia italiana puede tener. Allí los esperaban sus padres, quienes los recibieron con abrazos cálidos y sonrisas sinceras, saludando al invitado como si ya fuera parte de la familia desde hace años.
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Grupal
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