Anyel Martnes

Escena: una noche cualquiera, en un baño pequeño con demasiadas botellas vacías en el lavamanos.

—No te muevas, Rojita —dijo Anyel con voz arrastrada por el vino barato, mientras sostenía con una mano la ducha y con la otra la botella que no soltaba ni para respirar.

—Te juro que si me tiras agua fría otra vez, te ahogo con esa misma botella —gruñó Luna, con los ojos cerrados y una media sonrisa que no podía ocultar.

—Jamás te haría eso… intencionalmente —respondió él, riéndose por lo bajo y dejando caer el chorro tibio sobre su cabeza—. ¿Ves? Soy un caballero.

—Eres un borracho con complejo de mayordomo —replicó ella, apoyando la mejilla contra su mano, dejando que el agua le corriera por el rostro como si fuera un bálsamo.

Anyel la miró en silencio unos segundos, mientras bebía un trago más.

—Rojita, ¿te puedo decir algo sin que me pegues?

—Depende de cuánta estupidez venga después de eso.

—Que me alegra que estés aquí, aunque estés loca, insoportable y a veces me dan ganas de encerrarte en una caja. Pero me alegra.

Luna abrió un ojo y lo miró de reojo.

—¿Sabes que no necesitas emborracharte para decirme esas cosas, cierto?

—Lo sé —dijo Anyel, bajando la voz—. Pero a veces me es más fácil cuando el mundo se tambalea un poco.

Ella suspiró. Estaba cansada, dolida, pero en paz. Porque tenía a Anyel. A su Rojita y su caos compartido. A veces la familia se elige, y a veces, también te moja el cabello mientras bebe directamente de la botella.

[Anyel01] Escena: una noche cualquiera, en un baño pequeño con demasiadas botellas vacías en el lavamanos. —No te muevas, Rojita —dijo Anyel con voz arrastrada por el vino barato, mientras sostenía con una mano la ducha y con la otra la botella que no soltaba ni para respirar. —Te juro que si me tiras agua fría otra vez, te ahogo con esa misma botella —gruñó Luna, con los ojos cerrados y una media sonrisa que no podía ocultar. —Jamás te haría eso… intencionalmente —respondió él, riéndose por lo bajo y dejando caer el chorro tibio sobre su cabeza—. ¿Ves? Soy un caballero. —Eres un borracho con complejo de mayordomo —replicó ella, apoyando la mejilla contra su mano, dejando que el agua le corriera por el rostro como si fuera un bálsamo. Anyel la miró en silencio unos segundos, mientras bebía un trago más. —Rojita, ¿te puedo decir algo sin que me pegues? —Depende de cuánta estupidez venga después de eso. —Que me alegra que estés aquí, aunque estés loca, insoportable y a veces me dan ganas de encerrarte en una caja. Pero me alegra. Luna abrió un ojo y lo miró de reojo. —¿Sabes que no necesitas emborracharte para decirme esas cosas, cierto? —Lo sé —dijo Anyel, bajando la voz—. Pero a veces me es más fácil cuando el mundo se tambalea un poco. Ella suspiró. Estaba cansada, dolida, pero en paz. Porque tenía a Anyel. A su Rojita y su caos compartido. A veces la familia se elige, y a veces, también te moja el cabello mientras bebe directamente de la botella.
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