— Manus, Pluma, Volantis
Las plumas de repente comenzaron a emerger en sus dos brazos. Extremidades humanas mágicamente reemplazadas por dos inmensas alas con las que emprendería el vuelo sobrevolando el próspero reino de Katolis.
Rodeando el gran castillo, surcando entre sus torres y ascendiendo cada vez más hacia el cielo nocturo.
Las casas que rodeaban el inmenso castillo y conformaban el reino de Katolis convirtiéndose tan solo en pequeñas estructuras que observaba desde gran altura. Y aún así siguió subiendo. Yendo más allá del pueblo y su castillo mientras recorría el territorio que conformaba parte del reino.
Solo varios minutos después, tal vez apenas unas pocas horas, ya pudo deslumbrar la cabaña de invierno. Un lugar que tantos recuerdos le traía a la mente. Tan pequeño pero tan importante y dónde grandes sucesos habían transcurrido allí.
El río que escurría a su lado y que él siguió antes de desviarse en su camino. Volando, planeando, junto a las aves nocturnas que disfrutaban de un paseo bajo la luz de la luna.
No medía el tiempo, realmente no le interesaba.
Antes de que pudiera darse cuenta, detuvo su vuelo. Las plumas cayendo para revelar sus brazos humanos cuando sus pies tocaron la tierra, allí, en la cima de la montaña más alta de Katolis. Fue allí donde se sentó, apoyando su espalda sobre una saliente rocosa mientras el sol comenzaba a emerger sobre las nubes en la lejanía.
Sacó su cuaderno de dibujo y tomó su lápiz mientras retrataba en una ilustración la imagen, tan mágica y natural, que apreciaba ante sus ojos.
Las plumas de repente comenzaron a emerger en sus dos brazos. Extremidades humanas mágicamente reemplazadas por dos inmensas alas con las que emprendería el vuelo sobrevolando el próspero reino de Katolis.
Rodeando el gran castillo, surcando entre sus torres y ascendiendo cada vez más hacia el cielo nocturo.
Las casas que rodeaban el inmenso castillo y conformaban el reino de Katolis convirtiéndose tan solo en pequeñas estructuras que observaba desde gran altura. Y aún así siguió subiendo. Yendo más allá del pueblo y su castillo mientras recorría el territorio que conformaba parte del reino.
Solo varios minutos después, tal vez apenas unas pocas horas, ya pudo deslumbrar la cabaña de invierno. Un lugar que tantos recuerdos le traía a la mente. Tan pequeño pero tan importante y dónde grandes sucesos habían transcurrido allí.
El río que escurría a su lado y que él siguió antes de desviarse en su camino. Volando, planeando, junto a las aves nocturnas que disfrutaban de un paseo bajo la luz de la luna.
No medía el tiempo, realmente no le interesaba.
Antes de que pudiera darse cuenta, detuvo su vuelo. Las plumas cayendo para revelar sus brazos humanos cuando sus pies tocaron la tierra, allí, en la cima de la montaña más alta de Katolis. Fue allí donde se sentó, apoyando su espalda sobre una saliente rocosa mientras el sol comenzaba a emerger sobre las nubes en la lejanía.
Sacó su cuaderno de dibujo y tomó su lápiz mientras retrataba en una ilustración la imagen, tan mágica y natural, que apreciaba ante sus ojos.
— Manus, Pluma, Volantis
Las plumas de repente comenzaron a emerger en sus dos brazos. Extremidades humanas mágicamente reemplazadas por dos inmensas alas con las que emprendería el vuelo sobrevolando el próspero reino de Katolis.
Rodeando el gran castillo, surcando entre sus torres y ascendiendo cada vez más hacia el cielo nocturo.
Las casas que rodeaban el inmenso castillo y conformaban el reino de Katolis convirtiéndose tan solo en pequeñas estructuras que observaba desde gran altura. Y aún así siguió subiendo. Yendo más allá del pueblo y su castillo mientras recorría el territorio que conformaba parte del reino.
Solo varios minutos después, tal vez apenas unas pocas horas, ya pudo deslumbrar la cabaña de invierno. Un lugar que tantos recuerdos le traía a la mente. Tan pequeño pero tan importante y dónde grandes sucesos habían transcurrido allí.
El río que escurría a su lado y que él siguió antes de desviarse en su camino. Volando, planeando, junto a las aves nocturnas que disfrutaban de un paseo bajo la luz de la luna.
No medía el tiempo, realmente no le interesaba.
Antes de que pudiera darse cuenta, detuvo su vuelo. Las plumas cayendo para revelar sus brazos humanos cuando sus pies tocaron la tierra, allí, en la cima de la montaña más alta de Katolis. Fue allí donde se sentó, apoyando su espalda sobre una saliente rocosa mientras el sol comenzaba a emerger sobre las nubes en la lejanía.
Sacó su cuaderno de dibujo y tomó su lápiz mientras retrataba en una ilustración la imagen, tan mágica y natural, que apreciaba ante sus ojos.

