La puerta al otro mundo
El joven adolescente italiano, de unos dieciséis años, entraba a su casa prácticamente bailando sobre sus pasos. Su cabello rubio caía en mechones lacios, ligeramente desordenados, con puntas que parecían peinadas por el viento —o por pura rebeldía juvenil—. Tenía ese aire despreocupado, con una sonrisa encantadora pegada al rostro, y esos ojos azules como el cielo de Sicilia en pleno verano: brillantes, intensos y llenos de vida.
— Mamma mia, ¡oggi si que va a ser grande, eh! —dijo en voz alta mientras dejaba caer su mochila al suelo y se sacaba los botines de fútbol con un solo movimiento, casi como si estuviera en pleno cambio de set entre partidos.
Era un chico explosivamente sociable, de esos que saludan a todos por los pasillos del colegio, que se aprende los nombres de los profesores en la primera semana y que siempre tiene alguna anécdota graciosa que contar. Se le conocía por ser el alma del equipo de fútbol y, últimamente, también del de voleibol. Corría, saltaba, reía. Siempre estaba en movimiento, como si quedarse quieto fuera un castigo.
— Allora, hoy es el directo, ¿capito? ¡Mi primer stream! —dijo, hablando al aire como si estuviera ya frente a una cámara, con ese acento marcado que hacía que cualquier palabra sonara más divertida—. Compré un microfonito piccolo, pero suena benissimo. Y las luces... ¡Las luces, por favor! Son morado brillante, como para una disco, ¡una locura!
Subió corriendo las escaleras hasta su cuarto —una mezcla ordenada de pósters de fútbol, medallas de voleibol y estanterías con figuras de anime— y encendió todo el set-up que había estado preparando con tanto entusiasmo.
— Va bene, chicos, esto va a estar épico. ¿Quién está listo pa' verme hacer el ridículo en vivo, eh?
Movía las manos al hablar, como todo buen italiano, y no podía evitar poner caras expresivas cada vez que decía algo. Tenía un carisma que se contagiaba, y aunque no tenía idea si alguien se conectaría a su primer directo, él lo viviría como si tuviera mil personas viéndolo.
Porque para él, más que la fama, era el momento. La emoción. Y sobre todo, la conexión.
— Andiamo! Vamos a encender esa cámara, poner música buena... ¡y que empiece la fiesta virtual!
— Mamma mia, ¡oggi si que va a ser grande, eh! —dijo en voz alta mientras dejaba caer su mochila al suelo y se sacaba los botines de fútbol con un solo movimiento, casi como si estuviera en pleno cambio de set entre partidos.
Era un chico explosivamente sociable, de esos que saludan a todos por los pasillos del colegio, que se aprende los nombres de los profesores en la primera semana y que siempre tiene alguna anécdota graciosa que contar. Se le conocía por ser el alma del equipo de fútbol y, últimamente, también del de voleibol. Corría, saltaba, reía. Siempre estaba en movimiento, como si quedarse quieto fuera un castigo.
— Allora, hoy es el directo, ¿capito? ¡Mi primer stream! —dijo, hablando al aire como si estuviera ya frente a una cámara, con ese acento marcado que hacía que cualquier palabra sonara más divertida—. Compré un microfonito piccolo, pero suena benissimo. Y las luces... ¡Las luces, por favor! Son morado brillante, como para una disco, ¡una locura!
Subió corriendo las escaleras hasta su cuarto —una mezcla ordenada de pósters de fútbol, medallas de voleibol y estanterías con figuras de anime— y encendió todo el set-up que había estado preparando con tanto entusiasmo.
— Va bene, chicos, esto va a estar épico. ¿Quién está listo pa' verme hacer el ridículo en vivo, eh?
Movía las manos al hablar, como todo buen italiano, y no podía evitar poner caras expresivas cada vez que decía algo. Tenía un carisma que se contagiaba, y aunque no tenía idea si alguien se conectaría a su primer directo, él lo viviría como si tuviera mil personas viéndolo.
Porque para él, más que la fama, era el momento. La emoción. Y sobre todo, la conexión.
— Andiamo! Vamos a encender esa cámara, poner música buena... ¡y que empiece la fiesta virtual!
El joven adolescente italiano, de unos dieciséis años, entraba a su casa prácticamente bailando sobre sus pasos. Su cabello rubio caía en mechones lacios, ligeramente desordenados, con puntas que parecían peinadas por el viento —o por pura rebeldía juvenil—. Tenía ese aire despreocupado, con una sonrisa encantadora pegada al rostro, y esos ojos azules como el cielo de Sicilia en pleno verano: brillantes, intensos y llenos de vida.
— Mamma mia, ¡oggi si que va a ser grande, eh! —dijo en voz alta mientras dejaba caer su mochila al suelo y se sacaba los botines de fútbol con un solo movimiento, casi como si estuviera en pleno cambio de set entre partidos.
Era un chico explosivamente sociable, de esos que saludan a todos por los pasillos del colegio, que se aprende los nombres de los profesores en la primera semana y que siempre tiene alguna anécdota graciosa que contar. Se le conocía por ser el alma del equipo de fútbol y, últimamente, también del de voleibol. Corría, saltaba, reía. Siempre estaba en movimiento, como si quedarse quieto fuera un castigo.
— Allora, hoy es el directo, ¿capito? ¡Mi primer stream! —dijo, hablando al aire como si estuviera ya frente a una cámara, con ese acento marcado que hacía que cualquier palabra sonara más divertida—. Compré un microfonito piccolo, pero suena benissimo. Y las luces... ¡Las luces, por favor! Son morado brillante, como para una disco, ¡una locura!
Subió corriendo las escaleras hasta su cuarto —una mezcla ordenada de pósters de fútbol, medallas de voleibol y estanterías con figuras de anime— y encendió todo el set-up que había estado preparando con tanto entusiasmo.
— Va bene, chicos, esto va a estar épico. ¿Quién está listo pa' verme hacer el ridículo en vivo, eh?
Movía las manos al hablar, como todo buen italiano, y no podía evitar poner caras expresivas cada vez que decía algo. Tenía un carisma que se contagiaba, y aunque no tenía idea si alguien se conectaría a su primer directo, él lo viviría como si tuviera mil personas viéndolo.
Porque para él, más que la fama, era el momento. La emoción. Y sobre todo, la conexión.
— Andiamo! Vamos a encender esa cámara, poner música buena... ¡y que empiece la fiesta virtual!
Tipo
Grupal
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible
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