Era el parque que siempre visitaba cuando le sobraban cinco minutos entre una cosa y otra. Un parque normal, ubicado entre el campus y la esquina donde se detenía el puesto ambulante que vendía el takoyaki más delicioso de toda la ciudad.

Cocó se sentó bajo la primera farola que se encendió al caer la noche, aunque no estuvo allí para verlo.

Suspiró admirando el cielo estrellado. La luna, lejana, diminuta, le devolvió la mirada y susurró una historia a su oído.

Cocó le dio voz aún sin saber si alguien más la escucharía:

⸻ Ella estaba enamorada. Sin embargo, a él solo le gustaban las chicas delgadas. Una noche, se se encerró en el baño. Pasó las horas vomitando. Vomitó y vomitó, como nunca en su vida. Al amanecer, miró el lavabo y sonrió. Había logrado su cometido; todas las mariposas estaban allí, fuera de su estómago. Y ya no sentía nada por él ⸻.
Era el parque que siempre visitaba cuando le sobraban cinco minutos entre una cosa y otra. Un parque normal, ubicado entre el campus y la esquina donde se detenía el puesto ambulante que vendía el takoyaki más delicioso de toda la ciudad. Cocó se sentó bajo la primera farola que se encendió al caer la noche, aunque no estuvo allí para verlo. Suspiró admirando el cielo estrellado. La luna, lejana, diminuta, le devolvió la mirada y susurró una historia a su oído. Cocó le dio voz aún sin saber si alguien más la escucharía: ⸻ Ella estaba enamorada. Sin embargo, a él solo le gustaban las chicas delgadas. Una noche, se se encerró en el baño. Pasó las horas vomitando. Vomitó y vomitó, como nunca en su vida. Al amanecer, miró el lavabo y sonrió. Había logrado su cometido; todas las mariposas estaban allí, fuera de su estómago. Y ya no sentía nada por él ⸻.
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