El sol colgaba como una yema perezosa en el cielo, y Cocó, con su carpeta de ilustraciones repleta de pecados cromáticos al hombro y un Bubble tea de fresa en la mano, se dejó caer en un banco del parque, perezoso, cómodo y descuidado.

A lo lejos, una niña reía como si acabara de inventar la alegría, su cabello enredándose en un remolino caprichoso de viento. Su madre tosió en el momento justo en que una mariposa alzó vuelo. Un hombre al teléfono pasaba apresurado, interrumpiendo la escena, y entre las palabras urgentes que soltaba, Cocó pescó una frase: "Falta salsa para la cena."

Y entonces, la revelación: Los engranajes del cosmos giraron con olor a tomate y polvo de hadas. Las señales estaban claras.

Luna.

La chica rara con olor a atardecer. Tenía que verla. No mañana. No después. Ahora.

Sacó su móvil del bolsillo trasero, decorado con calcomanías de planetas tristes y gatos de purpurina y escribió:

“El universo estornudó y tu nombre se pegó a mi frente. ¿Tienes tiempo hoy para desafiar al destino con un té de destino? 🫧 ”

Lo envió.

Y sonrió como quien acaba de lanzar una botella al mar sabiendo que, quizá, nadie la recogerá.
El sol colgaba como una yema perezosa en el cielo, y Cocó, con su carpeta de ilustraciones repleta de pecados cromáticos al hombro y un Bubble tea de fresa en la mano, se dejó caer en un banco del parque, perezoso, cómodo y descuidado. A lo lejos, una niña reía como si acabara de inventar la alegría, su cabello enredándose en un remolino caprichoso de viento. Su madre tosió en el momento justo en que una mariposa alzó vuelo. Un hombre al teléfono pasaba apresurado, interrumpiendo la escena, y entre las palabras urgentes que soltaba, Cocó pescó una frase: "Falta salsa para la cena." Y entonces, la revelación: Los engranajes del cosmos giraron con olor a tomate y polvo de hadas. Las señales estaban claras. Luna. La chica rara con olor a atardecer. Tenía que verla. No mañana. No después. Ahora. Sacó su móvil del bolsillo trasero, decorado con calcomanías de planetas tristes y gatos de purpurina y escribió: “El universo estornudó y tu nombre se pegó a mi frente. ¿Tienes tiempo hoy para desafiar al destino con un té de destino? 🌙✨🫧 ” Lo envió. Y sonrió como quien acaba de lanzar una botella al mar sabiendo que, quizá, nadie la recogerá.
Me encocora
1
0 turnos 0 maullidos
Patrocinados
Patrocinados