Elisabetta lo miraba con una ternura que rara vez mostraba al mundo. Sus ojos violetas, normalmente fríos y calculadores, brillaban con una calidez sutil, como si solo para él fueran capaces de suavizarse. Aunque era la temida Farfalla della Morte, junto a él se permitía un respiro, una vulnerabilidad delicada. Pasaban todo el día juntos, y aunque él era su guardaespaldas, su sombra y su escudo, ella lo veía como mucho más.

En ese instante, mientras sus miradas se cruzaban en silencio, Elisabetta sintió que su corazón latía con una dulzura peligrosa. No necesitaba decir nada; el leve rubor en sus mejillas y la forma en que sus labios esbozaban una sonrisa contenida hablaban por ella. Era un sentimiento callado, escondido tras los diamantes y las órdenes, pero tan real como el calor de su presencia constante.

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Elisabetta lo miraba con una ternura que rara vez mostraba al mundo. Sus ojos violetas, normalmente fríos y calculadores, brillaban con una calidez sutil, como si solo para él fueran capaces de suavizarse. Aunque era la temida Farfalla della Morte, junto a él se permitía un respiro, una vulnerabilidad delicada. Pasaban todo el día juntos, y aunque él era su guardaespaldas, su sombra y su escudo, ella lo veía como mucho más. En ese instante, mientras sus miradas se cruzaban en silencio, Elisabetta sintió que su corazón latía con una dulzura peligrosa. No necesitaba decir nada; el leve rubor en sus mejillas y la forma en que sus labios esbozaban una sonrisa contenida hablaban por ella. Era un sentimiento callado, escondido tras los diamantes y las órdenes, pero tan real como el calor de su presencia constante. [cosmic_beryl_zebra_425]
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