(Lucha consigo mismo)
Había rincones en el Inframundo donde ni los ecos se atrevían a quedarse. Él eligió uno de ellos esa noche. Un altar olvidado, cubierto de ceniza, sin ofrendas ni plegarias. No para rezar. Solo para callar todo lo demás.
Se sentó en el borde de la piedra, la espalda encorvada, las manos sobre las rodillas como si cargaran...