No había puesto un pie en el palacio de Tysea desde la caída del rey, aquellos restos de cristales rotos crujían bajo sus pies, podía sentirlos quebrándose, pero el sonido no llegaba a sus oídos, todo le devolvía a aquella noche. Había gritos por doquier, esas criaturas que habían sido en algún momento parte del reino ahora se volvían en su contra y lo destruían todo a su paso. Moviendose entre el fuego y el caos, mientras los habitantes del reino corrían buscando un refugio en el palacio, la armada se alistó en cuestión de minutos, no había tiempo que perder, las órdenes de Nazli habían sido claras: Acabar con el enemigo, Pero...¿ En qué momento aquellos dragones se convirtieron en el enemigo? No supo como fue que paso, solo los veía atacar el reino, a su gente clamando ayuda y a su amado esposo, empuñando su espada sin temor a la batalla, jurando protegerla, soltando su mano, alejándose de ella está vez para siempre.

Abrió los ojos nuevamente regresando a su realidad, se vio obligada a detener sus pasos un momento para recuperarse, se abrazo a si misma buscando aquella calidez que le reconfortará, pero no llegó. Lo que antes fuera un maravilloso palacio ahora eran solo ruinas que se esforzaban en mantenerse en pie, tal y como ella.
No había puesto un pie en el palacio de Tysea desde la caída del rey, aquellos restos de cristales rotos crujían bajo sus pies, podía sentirlos quebrándose, pero el sonido no llegaba a sus oídos, todo le devolvía a aquella noche. Había gritos por doquier, esas criaturas que habían sido en algún momento parte del reino ahora se volvían en su contra y lo destruían todo a su paso. Moviendose entre el fuego y el caos, mientras los habitantes del reino corrían buscando un refugio en el palacio, la armada se alistó en cuestión de minutos, no había tiempo que perder, las órdenes de Nazli habían sido claras: Acabar con el enemigo, Pero...¿ En qué momento aquellos dragones se convirtieron en el enemigo? No supo como fue que paso, solo los veía atacar el reino, a su gente clamando ayuda y a su amado esposo, empuñando su espada sin temor a la batalla, jurando protegerla, soltando su mano, alejándose de ella está vez para siempre. Abrió los ojos nuevamente regresando a su realidad, se vio obligada a detener sus pasos un momento para recuperarse, se abrazo a si misma buscando aquella calidez que le reconfortará, pero no llegó. Lo que antes fuera un maravilloso palacio ahora eran solo ruinas que se esforzaban en mantenerse en pie, tal y como ella.
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