Las olas rompían con la orilla suavemente, y el sol brillaba sobre la arena. Annabeth, con los pies descalzos y la piel salpicada de cicatrices que contaban historias de cientos de batallas, sonreía con desafío. Su mirada se enfocaba en la pelota, justo antes de golpearla con un movimiento certero.
—¡Nada mal, sesos de alga!—gritó entre risas, girándose brevemente para mirar a Percy, que acababa de lograr un punto decente, aunque torpe.
Aun así, la competitividad chispeaba en sus ojos. Su postura era ágil, lista para responder, y su cabello ondeaba al ritmo del viento marino. Este no era un campo de batalla, pero la energía era la misma. Cada juego con Percy era un combate disfrazado de diversión.
—¡Nada mal, sesos de alga!—gritó entre risas, girándose brevemente para mirar a Percy, que acababa de lograr un punto decente, aunque torpe.
Aun así, la competitividad chispeaba en sus ojos. Su postura era ágil, lista para responder, y su cabello ondeaba al ritmo del viento marino. Este no era un campo de batalla, pero la energía era la misma. Cada juego con Percy era un combate disfrazado de diversión.
Las olas rompían con la orilla suavemente, y el sol brillaba sobre la arena. Annabeth, con los pies descalzos y la piel salpicada de cicatrices que contaban historias de cientos de batallas, sonreía con desafío. Su mirada se enfocaba en la pelota, justo antes de golpearla con un movimiento certero.
—¡Nada mal, sesos de alga!—gritó entre risas, girándose brevemente para mirar a Percy, que acababa de lograr un punto decente, aunque torpe.
Aun así, la competitividad chispeaba en sus ojos. Su postura era ágil, lista para responder, y su cabello ondeaba al ritmo del viento marino. Este no era un campo de batalla, pero la energía era la misma. Cada juego con Percy era un combate disfrazado de diversión.

