#desafiodivino #misiondiarialunes

La noche cayó suave sobre el lecho de un anciano que no temía a la muerte, pero sí al olvido. Sus ojos se cerraban con el peso de los años, y su alma, inquieta, temblaba entre lo que fue y lo que ya no volvería.

Fue entonces cuando la neblina danzó desde los bordes del mundo tangible, cruzando el umbral entre el pensamiento y el descanso. Eunoë, forma sin contorno, sin tiempo, descendió como una exhalación plateada. No habló, pero su presencia murmuró en el alma fatigada:

"Descansa, alma errante; que en mi bruma hallarás alivio. El dolor no pesa donde sueña la esperanza."

Y el anciano soñó. Soñó con manos que aún lo recordaban, con voces que lo nombraban sin tristeza, con soles que no dolían. Eunoë no se quedó. Nunca lo hace. Pero en ese suspiro de sueño, dejó su consuelo, tejió su propósito. Y siguió flotando, callada, hacia la próxima alma que temía cerrar los ojos.
#desafiodivino #misiondiarialunes La noche cayó suave sobre el lecho de un anciano que no temía a la muerte, pero sí al olvido. Sus ojos se cerraban con el peso de los años, y su alma, inquieta, temblaba entre lo que fue y lo que ya no volvería. Fue entonces cuando la neblina danzó desde los bordes del mundo tangible, cruzando el umbral entre el pensamiento y el descanso. Eunoë, forma sin contorno, sin tiempo, descendió como una exhalación plateada. No habló, pero su presencia murmuró en el alma fatigada: "Descansa, alma errante; que en mi bruma hallarás alivio. El dolor no pesa donde sueña la esperanza." Y el anciano soñó. Soñó con manos que aún lo recordaban, con voces que lo nombraban sin tristeza, con soles que no dolían. Eunoë no se quedó. Nunca lo hace. Pero en ese suspiro de sueño, dejó su consuelo, tejió su propósito. Y siguió flotando, callada, hacia la próxima alma que temía cerrar los ojos.
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