・‥...━━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・
Detenida en el centro del puente carcomido por los siglos y la desmemoria, se hallaba ella, envuelta por los últimos jirones de un sol sin coraje, cuya luz apenas lograba filtrarse entre los tallos de bambú antiguos.
Y entonces, desde lo alto descendió una criatura preciosa, surgido quizá de algún pliegue en la realidad, donde la belleza y el dolor son una misma sustancia. Sus alas, vestidas de fuego melancólico, no quemaban, sino que parecían sangrar memoria. Ella, sin sobresalto, extendió la mano, y la criatura se inclinó, sellando un instante tan perfecto que la lógica del universo pareció tambalearse.
Pero la eternidad nunca es tolerada por este mundo. Un crujido sutil, apenas perceptible, se alzó desde el linde del bosque, y el fénix, erguido de golpe, alzó el vuelo con un estremecimiento de alas que arrastró tras de sí un dejo de desesperanza. Ella no miró su partida. Ya no buscaba entre los bambúes… Solo escuchaba los pasos de quien se acercaba.
Detenida en el centro del puente carcomido por los siglos y la desmemoria, se hallaba ella, envuelta por los últimos jirones de un sol sin coraje, cuya luz apenas lograba filtrarse entre los tallos de bambú antiguos.
Y entonces, desde lo alto descendió una criatura preciosa, surgido quizá de algún pliegue en la realidad, donde la belleza y el dolor son una misma sustancia. Sus alas, vestidas de fuego melancólico, no quemaban, sino que parecían sangrar memoria. Ella, sin sobresalto, extendió la mano, y la criatura se inclinó, sellando un instante tan perfecto que la lógica del universo pareció tambalearse.
Pero la eternidad nunca es tolerada por este mundo. Un crujido sutil, apenas perceptible, se alzó desde el linde del bosque, y el fénix, erguido de golpe, alzó el vuelo con un estremecimiento de alas que arrastró tras de sí un dejo de desesperanza. Ella no miró su partida. Ya no buscaba entre los bambúes… Solo escuchaba los pasos de quien se acercaba.
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Detenida en el centro del puente carcomido por los siglos y la desmemoria, se hallaba ella, envuelta por los últimos jirones de un sol sin coraje, cuya luz apenas lograba filtrarse entre los tallos de bambú antiguos.
Y entonces, desde lo alto descendió una criatura preciosa, surgido quizá de algún pliegue en la realidad, donde la belleza y el dolor son una misma sustancia. Sus alas, vestidas de fuego melancólico, no quemaban, sino que parecían sangrar memoria. Ella, sin sobresalto, extendió la mano, y la criatura se inclinó, sellando un instante tan perfecto que la lógica del universo pareció tambalearse.
Pero la eternidad nunca es tolerada por este mundo. Un crujido sutil, apenas perceptible, se alzó desde el linde del bosque, y el fénix, erguido de golpe, alzó el vuelo con un estremecimiento de alas que arrastró tras de sí un dejo de desesperanza. Ella no miró su partida. Ya no buscaba entre los bambúes… Solo escuchaba los pasos de quien se acercaba.

