{ Dejo esto abierto para que lo responda quien guste~ }


El taxi avanzaba por la carretera, dejando atrás el bullicio de Manhattan mientras se adentraba en un paisaje de verdes colinas y árboles que se mecían suavemente con el viento. Lena y Vera iban sentadas juntas en el asiento trasero, sus cabezas casi tocándose mientras miraban por la ventana con una mezcla de emoción y tranquilidad.

—¿No es increíble cómo todo parece...más lento, aquí? —preguntó Lena, quien sacó su cabeza por la ventanilla bajada del coche. Su voz era suave, casi un susurro, como si no quisiera romper la magia del momento.

—Más lento y más...vivo —continuó Vera, completando la frase de su hermana con una sonrisa. Sus ojos grises brillaban con esa chispa traviesa que siempre la caracterizaba—. Aunqueee, si te soy sincera...lo que más me gusta es que aquí no hay taxistas que se quejen si cantamos a todo pulmón~

El taxista, un hombre mayor con gorra y un ceño ligeramente fruncido, lanzó una mirada por el retrovisor. Vera lo notó y le guiñó un ojo.

—No se preocupeee, señooor, tenemos voces de ángel —dijo con su voz melodiosa, mientras Lena soltaba una risa ahogada.

—Ángeles que desafinan —murmuró Lena, juguetonamente, antes de que Vera la interrumpiera con un canto exagerado de una canción pop que sonaba en la radio.

Lena no pudo resistirse y se unió, aunque con menos entusiasmo, mientras ambas reían y seguían la melodía.

—¿Veeen? —dijo Vera, deteniéndose brevemente para señalar al taxista—. Le estamos alegrando el viaje. ¿No es así, señor? ¡A qué si, a qué si!

El taxista solo gruñó, pero una pequeña sonrisa se asomó en sus labios. Lena aprovechó para cambiar de tema, señalando hacia un campo de flores silvestres que se veía a lo lejos.

—Miraaa, Vera~ margaritas. Como las que mamá plantaba en el jardín.

—Sí, pero estas no tienen que soportar el smog de la ciudad —respondió Vera, con un tono de voz más suave, casi nostálgico. Luego, recuperando su energía habitual, añadió—: Aunqueee, si me preguntaaas~. . . prefiero los girasoles. Son más... Dra-má-ti-cos, ¿no crees?

—Como tú. . . —dijo Lena, con una sonrisa cómplice.

—Exaaacto —rió Vera, ajustándose el lazo que llevaba en el cabello, imitando el estilo de Lena—. Por eso nos complementamos tan bien. Tú, serena y tranquila como las margaritas, y yo, brillante como los girasoles~.

El taxi llegó a su destino, una pequeña casa de campo rodeada de árboles y flores silvestres. Vera abrió la puerta y saltó fuera, extendiendo los brazos como si abrazara el paisaje.

—¡Libeeertaaad! —exclamó, mientras Lena bajaba con más calma, cargando una de las maletas.

—Gracias, señor —dijo Lena al taxista, con una sonrisa amable, mientras Vera se inclinaba hacia la ventana del conductor.

—Y recuerde, si alguna vez quiere un concierto privado, ya sabe a quién llamar —dijo Vera, con una risa traviesa, antes de que el taxista sacudiera la cabeza y se alejara, dejando a las gemelas solas en medio de la naturaleza.
{ 🌙 Dejo esto abierto para que lo responda quien guste~ } El taxi avanzaba por la carretera, dejando atrás el bullicio de Manhattan mientras se adentraba en un paisaje de verdes colinas y árboles que se mecían suavemente con el viento. Lena y Vera iban sentadas juntas en el asiento trasero, sus cabezas casi tocándose mientras miraban por la ventana con una mezcla de emoción y tranquilidad. —¿No es increíble cómo todo parece...más lento, aquí? —preguntó Lena, quien sacó su cabeza por la ventanilla bajada del coche. Su voz era suave, casi un susurro, como si no quisiera romper la magia del momento. —Más lento y más...vivo —continuó Vera, completando la frase de su hermana con una sonrisa. Sus ojos grises brillaban con esa chispa traviesa que siempre la caracterizaba—. Aunqueee, si te soy sincera...lo que más me gusta es que aquí no hay taxistas que se quejen si cantamos a todo pulmón~ El taxista, un hombre mayor con gorra y un ceño ligeramente fruncido, lanzó una mirada por el retrovisor. Vera lo notó y le guiñó un ojo. —No se preocupeee, señooor, tenemos voces de ángel —dijo con su voz melodiosa, mientras Lena soltaba una risa ahogada. —Ángeles que desafinan —murmuró Lena, juguetonamente, antes de que Vera la interrumpiera con un canto exagerado de una canción pop que sonaba en la radio. Lena no pudo resistirse y se unió, aunque con menos entusiasmo, mientras ambas reían y seguían la melodía. —¿Veeen? —dijo Vera, deteniéndose brevemente para señalar al taxista—. Le estamos alegrando el viaje. ¿No es así, señor? ¡A qué si, a qué si! El taxista solo gruñó, pero una pequeña sonrisa se asomó en sus labios. Lena aprovechó para cambiar de tema, señalando hacia un campo de flores silvestres que se veía a lo lejos. —Miraaa, Vera~ margaritas. Como las que mamá plantaba en el jardín. —Sí, pero estas no tienen que soportar el smog de la ciudad —respondió Vera, con un tono de voz más suave, casi nostálgico. Luego, recuperando su energía habitual, añadió—: Aunqueee, si me preguntaaas~. . . prefiero los girasoles. Son más... Dra-má-ti-cos, ¿no crees? —Como tú. . . —dijo Lena, con una sonrisa cómplice. —Exaaacto —rió Vera, ajustándose el lazo que llevaba en el cabello, imitando el estilo de Lena—. Por eso nos complementamos tan bien. Tú, serena y tranquila como las margaritas, y yo, brillante como los girasoles~. El taxi llegó a su destino, una pequeña casa de campo rodeada de árboles y flores silvestres. Vera abrió la puerta y saltó fuera, extendiendo los brazos como si abrazara el paisaje. —¡Libeeertaaad! —exclamó, mientras Lena bajaba con más calma, cargando una de las maletas. —Gracias, señor —dijo Lena al taxista, con una sonrisa amable, mientras Vera se inclinaba hacia la ventana del conductor. —Y recuerde, si alguna vez quiere un concierto privado, ya sabe a quién llamar —dijo Vera, con una risa traviesa, antes de que el taxista sacudiera la cabeza y se alejara, dejando a las gemelas solas en medio de la naturaleza.
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