Vera entró a la cafetería con una sonrisa, deslizándose entre las mesas con una gracia natural, como si danzará. Optó por una mesa junto a la ventana, desde donde podía observar a la gente pasar, un pasatiempo que disfrutaba especialmente cuando estaba sola. Pidió un batido de fresa con extra de nata, y sacó su teléfono, deslizándo su dedo por la pantalla con una velocidad que denotaba aburrimiento.
Mientras esperaba su batido, su mirada se posó en un hombre sentado en la barra. Parecía inquieto, atrapado en el tic-tac de su reloj. Ella entrecerró los ojos, una sonrisa pícara curvando sus labios. Sacó un pequeño espejo de su bolso y comenzó a jugar con él, reflejando la luz del sol en la cara del hombre.
Cuando su batido llegó, lo tomó y lo dejó sobre la mesa, sin prisa, observando al hombre. De vez en cuando, movía el espejo, haciendo que la luz del sol bailara sobre el rostro del hombre, notando como este se movía incomodo.
Vera entró a la cafetería con una sonrisa, deslizándose entre las mesas con una gracia natural, como si danzará. Optó por una mesa junto a la ventana, desde donde podía observar a la gente pasar, un pasatiempo que disfrutaba especialmente cuando estaba sola. Pidió un batido de fresa con extra de nata, y sacó su teléfono, deslizándo su dedo por la pantalla con una velocidad que denotaba aburrimiento.
Mientras esperaba su batido, su mirada se posó en un hombre sentado en la barra. Parecía inquieto, atrapado en el tic-tac de su reloj. Ella entrecerró los ojos, una sonrisa pícara curvando sus labios. Sacó un pequeño espejo de su bolso y comenzó a jugar con él, reflejando la luz del sol en la cara del hombre.
Cuando su batido llegó, lo tomó y lo dejó sobre la mesa, sin prisa, observando al hombre. De vez en cuando, movía el espejo, haciendo que la luz del sol bailara sobre el rostro del hombre, notando como este se movía incomodo.