—Buenos días, pequeña durmiente. Siéntate, que ya casi está el desayuno. ¿Recuerdas lo de anoche? Debo admitir que me dejó perplejo tu euforia; parecías toda una bestia en la cama.—Dijo preparando los detalles finales de aquel simple pero efectivo aperitivo mañanero; su atlético cuerpo bombeado daba indicios de toda la acción íntima que había consumado la noche anterior.
—Buenos días, pequeña durmiente. Siéntate, que ya casi está el desayuno. ¿Recuerdas lo de anoche? Debo admitir que me dejó perplejo tu euforia; parecías toda una bestia en la cama.—Dijo preparando los detalles finales de aquel simple pero efectivo aperitivo mañanero; su atlético cuerpo bombeado daba indicios de toda la acción íntima que había consumado la noche anterior.
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