Whitey se acercó a su yegua, un majestuoso animal de color café y ojos tranquilos. Con movimientos suaves y precisos, Whitey comenzó a prepararla para poder dar una vuelta y vigilar el pueblo.
Primero, le colocó la silla de montar, ajustándola con cuidado para que se sintiera cómoda para ambos. Luego, le puso las riendas, acariciando suavemente la nariz del animal mientras lo hacía.
Mientras trabajaba, Whitey hablaba en voz baja con su yegua, como si pudiera entenderle. Esta le respondía con suaves relinchos y movimientos de cabeza, como si estuviera atendiendo cada palabra.
Primero, le colocó la silla de montar, ajustándola con cuidado para que se sintiera cómoda para ambos. Luego, le puso las riendas, acariciando suavemente la nariz del animal mientras lo hacía.
Mientras trabajaba, Whitey hablaba en voz baja con su yegua, como si pudiera entenderle. Esta le respondía con suaves relinchos y movimientos de cabeza, como si estuviera atendiendo cada palabra.
Whitey se acercó a su yegua, un majestuoso animal de color café y ojos tranquilos. Con movimientos suaves y precisos, Whitey comenzó a prepararla para poder dar una vuelta y vigilar el pueblo.
Primero, le colocó la silla de montar, ajustándola con cuidado para que se sintiera cómoda para ambos. Luego, le puso las riendas, acariciando suavemente la nariz del animal mientras lo hacía.
Mientras trabajaba, Whitey hablaba en voz baja con su yegua, como si pudiera entenderle. Esta le respondía con suaves relinchos y movimientos de cabeza, como si estuviera atendiendo cada palabra.
