Habían pasado algunos años desde que Viktor se instaló en el Barrio Rojo, se había hecho de cierto nombre con su tecnología innovadora y hasta creativa, siendo capaz de brindar ayuda a las personas de la zona. En ocasiones personas con más alt estatus lo contactaban por sus invenciones también, o le hacian pedidos para que él se encargara. Eso nunca le molestó, ayudar era lo que le gustaba y, en el camino, también obtenía buen dinero por ello.

Claro que, en ciertas circunstancias, el dinero podía más para poder vivir sin dificultad, más aún contando que él mismo tenía que encargarse de su propia prótesis en la pierna derecha, pues iba cojo. Además de medicina para el dolor crónico. Por eso mismo, sus métodos podrían llegar a ser un poco cuestionables con tal de obtener resultados.

Y así mismo ocurrió cuando, durante semanas, una enfermedad extraña empezó a azotar las calles del Barrio Rojo, a sus trabajadores, sin medicina que pudiera contrarrestarla. Era casi imperceptible, además. Los signos siendo muy evidentes cuando ya era demasiado tarde para dar salvación alguna (si es que la había). Viktor intentó de todo con sus conocimientos, hasta empezó a intentar dar con un elixir él mismo para intentar retrasar los efectos de la enfermedad. Hizo experimentos con algunos voluntarios, pero no hubo manera.

Entre su frustración de reiterados intentos fallidos, terminó por escuchar sobre una joven. Una boticaria que, aunque tenía métodos algo antigüos y poco convencionales (para lo que él consideraba tal), dijeron que podría ser de ayuda ya que era muy buena. Maomao, ese era el nombre de la joven.

Dudó en un principio, pero, al final, sin tener alguna otra solución rápida, decidió buscarla para poder explicarle la situación y obtener su ayuda. Caminar por mucho tiempo no era algo que a él le fascinara, pero dió con la información que, justo ese día, la chica estaría dando una visita en la casa Verdigrís. Esperó que valiera la pena cuando estuvo a metros de la vivienda.
Habían pasado algunos años desde que Viktor se instaló en el Barrio Rojo, se había hecho de cierto nombre con su tecnología innovadora y hasta creativa, siendo capaz de brindar ayuda a las personas de la zona. En ocasiones personas con más alt estatus lo contactaban por sus invenciones también, o le hacian pedidos para que él se encargara. Eso nunca le molestó, ayudar era lo que le gustaba y, en el camino, también obtenía buen dinero por ello. Claro que, en ciertas circunstancias, el dinero podía más para poder vivir sin dificultad, más aún contando que él mismo tenía que encargarse de su propia prótesis en la pierna derecha, pues iba cojo. Además de medicina para el dolor crónico. Por eso mismo, sus métodos podrían llegar a ser un poco cuestionables con tal de obtener resultados. Y así mismo ocurrió cuando, durante semanas, una enfermedad extraña empezó a azotar las calles del Barrio Rojo, a sus trabajadores, sin medicina que pudiera contrarrestarla. Era casi imperceptible, además. Los signos siendo muy evidentes cuando ya era demasiado tarde para dar salvación alguna (si es que la había). Viktor intentó de todo con sus conocimientos, hasta empezó a intentar dar con un elixir él mismo para intentar retrasar los efectos de la enfermedad. Hizo experimentos con algunos voluntarios, pero no hubo manera. Entre su frustración de reiterados intentos fallidos, terminó por escuchar sobre una joven. Una boticaria que, aunque tenía métodos algo antigüos y poco convencionales (para lo que él consideraba tal), dijeron que podría ser de ayuda ya que era muy buena. Maomao, ese era el nombre de la joven. Dudó en un principio, pero, al final, sin tener alguna otra solución rápida, decidió buscarla para poder explicarle la situación y obtener su ayuda. Caminar por mucho tiempo no era algo que a él le fascinara, pero dió con la información que, justo ese día, la chica estaría dando una visita en la casa Verdigrís. Esperó que valiera la pena cuando estuvo a metros de la vivienda.
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