𝒱𝒾𝓈𝒾𝓉𝒶 𝒾𝓃𝑒𝓈𝓅𝑒𝓇𝒶𝒹𝒶 〈 𝑀𝑜𝓃𝑜-𝓇𝑜𝓁 〉

La noche era densa, pesada como una tela de terciopelo negro estirada sobre el mundo. El viento apenas susurraba entre las ruinas, donde permanecía de pie, la capa oscura ondulando con movimientos lentos, como si respirara con él. Su silueta se fundía con la penumbra, salvo por el tenue fulgor de sus ojos, brasas en un lecho de cenizas.

Unos pasos se acercaron a su espalda, amortiguados pero firmes. No se giró. Reconocía esa presencia.

—Sabía que te encontraría aquí. —La voz era tranquila, sin expectativas.

No respondió de inmediato. La visita no la sorprendía, pero tampoco la había pedido.

Un leve suspiro rompió el silencio antes de que la otra persona continuara.

—Hoy es tu cumpleaños.

Las palabras quedaron suspendidas en el aire, como gotas de lluvia que nunca terminan de caer. Ella tan solo cerró los ojos por un instante, sin dar la vuelta.

—¿Y qué significa eso? —Su voz era baja, sin filo, sólo un murmullo cansado.

—Significa que, al menos por esta noche, no tienes que cargar con todo tú sola.

Silencio.

Giró apenas el rostro, la brisa nocturna acariciando la parte visible de su piel. Por un instante, su expresión pareció vacilar entre la indiferencia y algo más personal.

—No necesito celebraciones, Ilvion. —Musitó.

—Lo sé. No he traído una.

Otro silencio. Más profundo.

Entonces, la otra persona, aquella con la que tanto había compartido, se sentó en una de las piedras cercanas y, sin decir más, se quedó allí. No para hablar. No para insistir. Solo para acompañarla.

Ella no respondió. Pero tampoco se marchó. Y quizá, en ese pequeño acto, y solo por esta noche, permitió que la sombra del pasado no le pesara tanto.
𝒱𝒾𝓈𝒾𝓉𝒶 𝒾𝓃𝑒𝓈𝓅𝑒𝓇𝒶𝒹𝒶 〈 𝑀𝑜𝓃𝑜-𝓇𝑜𝓁 〉 La noche era densa, pesada como una tela de terciopelo negro estirada sobre el mundo. El viento apenas susurraba entre las ruinas, donde permanecía de pie, la capa oscura ondulando con movimientos lentos, como si respirara con él. Su silueta se fundía con la penumbra, salvo por el tenue fulgor de sus ojos, brasas en un lecho de cenizas. Unos pasos se acercaron a su espalda, amortiguados pero firmes. No se giró. Reconocía esa presencia. —Sabía que te encontraría aquí. —La voz era tranquila, sin expectativas. No respondió de inmediato. La visita no la sorprendía, pero tampoco la había pedido. Un leve suspiro rompió el silencio antes de que la otra persona continuara. —Hoy es tu cumpleaños. Las palabras quedaron suspendidas en el aire, como gotas de lluvia que nunca terminan de caer. Ella tan solo cerró los ojos por un instante, sin dar la vuelta. —¿Y qué significa eso? —Su voz era baja, sin filo, sólo un murmullo cansado. —Significa que, al menos por esta noche, no tienes que cargar con todo tú sola. Silencio. Giró apenas el rostro, la brisa nocturna acariciando la parte visible de su piel. Por un instante, su expresión pareció vacilar entre la indiferencia y algo más personal. —No necesito celebraciones, Ilvion. —Musitó. —Lo sé. No he traído una. Otro silencio. Más profundo. Entonces, la otra persona, aquella con la que tanto había compartido, se sentó en una de las piedras cercanas y, sin decir más, se quedó allí. No para hablar. No para insistir. Solo para acompañarla. Ella no respondió. Pero tampoco se marchó. Y quizá, en ese pequeño acto, y solo por esta noche, permitió que la sombra del pasado no le pesara tanto.
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