El Eco del Invierno
〈 Starter con Sylus ♡ 〉
El día se encontraba inmerso en la quietud gris del invierno, un manto de nubes pesadas cubría el cielo, ahogando cualquier destello de luz. La niebla se deslizaba entre los árboles como un susurro lejano, ocultando el contorno del paisaje, distorsionando la percepción del mundo. En la orilla de un río que fluía con una calma inquietante, Móiril se encontraba sola, de pie sobre las piedras cubiertas de musgo. Sus ojos brillaban como brasas apagadas, observando las aguas turbias que arrastraban hojas caídas y ramas rotas, sin prisa ni dirección aparente.
El sonido del agua, suave pero constante, parecía tener un eco peculiar, como si el río mismo susurrara secretos olvidados. La corriente serpenteaba entre las rocas, arrastrando consigo el peso del tiempo. Móiril se permitió estar en silencio, envuelta en su propia reflexión, el viento frío acariciando su piel. Las estaciones cambiaban, y con ellas, la sensación inmutable del paso del tiempo se volvía más profunda, más agobiante. El invierno traía consigo una quietud temerosa, pero también un recordatorio de lo que quedaba atrás, lo que se había perdido en los rincones del alma.
—El invierno... Es el suspiro de la tierra antes de su muerte... O su renacimiento. —Su voz resonó suavemente, más para sí misma que para cualquier otra presencia. Los árboles desnudos, sus ramas como dedos esqueléticos apuntando hacia el vacío, parecían ser un reflejo perfecto de la tormenta que arremolinaba en su interior. No era solo la estación lo que la perturbaba; había algo en el aire, un tinte de lo inevitable.
Un sonido repentino la sacó de sus pensamientos. Un batir de alas, un movimiento en la bruma. Giró la cabeza con lentitud y sus ojos se encontraron con la silueta oscura de un cuervo posado en una rama baja, su plumaje brillante a pesar de la falta de luz. La miraba con esa intensidad críptica que ella aún no lograba descifrar, pues no era la primera vez que esa situación se daba. Esos pájaros la seguían, apareciendo en los momentos más inesperados, observándola en silencio como si supieran algo que ella aún ignoraba.
Su mirada se mantuvo fija en el animal por un largo instante, su respiración quedando suspendida en el aire helado.
El día se encontraba inmerso en la quietud gris del invierno, un manto de nubes pesadas cubría el cielo, ahogando cualquier destello de luz. La niebla se deslizaba entre los árboles como un susurro lejano, ocultando el contorno del paisaje, distorsionando la percepción del mundo. En la orilla de un río que fluía con una calma inquietante, Móiril se encontraba sola, de pie sobre las piedras cubiertas de musgo. Sus ojos brillaban como brasas apagadas, observando las aguas turbias que arrastraban hojas caídas y ramas rotas, sin prisa ni dirección aparente.
El sonido del agua, suave pero constante, parecía tener un eco peculiar, como si el río mismo susurrara secretos olvidados. La corriente serpenteaba entre las rocas, arrastrando consigo el peso del tiempo. Móiril se permitió estar en silencio, envuelta en su propia reflexión, el viento frío acariciando su piel. Las estaciones cambiaban, y con ellas, la sensación inmutable del paso del tiempo se volvía más profunda, más agobiante. El invierno traía consigo una quietud temerosa, pero también un recordatorio de lo que quedaba atrás, lo que se había perdido en los rincones del alma.
—El invierno... Es el suspiro de la tierra antes de su muerte... O su renacimiento. —Su voz resonó suavemente, más para sí misma que para cualquier otra presencia. Los árboles desnudos, sus ramas como dedos esqueléticos apuntando hacia el vacío, parecían ser un reflejo perfecto de la tormenta que arremolinaba en su interior. No era solo la estación lo que la perturbaba; había algo en el aire, un tinte de lo inevitable.
Un sonido repentino la sacó de sus pensamientos. Un batir de alas, un movimiento en la bruma. Giró la cabeza con lentitud y sus ojos se encontraron con la silueta oscura de un cuervo posado en una rama baja, su plumaje brillante a pesar de la falta de luz. La miraba con esa intensidad críptica que ella aún no lograba descifrar, pues no era la primera vez que esa situación se daba. Esos pájaros la seguían, apareciendo en los momentos más inesperados, observándola en silencio como si supieran algo que ella aún ignoraba.
Su mirada se mantuvo fija en el animal por un largo instante, su respiración quedando suspendida en el aire helado.
〈 Starter con [blast_gold_koala_419] ♡ 〉
El día se encontraba inmerso en la quietud gris del invierno, un manto de nubes pesadas cubría el cielo, ahogando cualquier destello de luz. La niebla se deslizaba entre los árboles como un susurro lejano, ocultando el contorno del paisaje, distorsionando la percepción del mundo. En la orilla de un río que fluía con una calma inquietante, Móiril se encontraba sola, de pie sobre las piedras cubiertas de musgo. Sus ojos brillaban como brasas apagadas, observando las aguas turbias que arrastraban hojas caídas y ramas rotas, sin prisa ni dirección aparente.
El sonido del agua, suave pero constante, parecía tener un eco peculiar, como si el río mismo susurrara secretos olvidados. La corriente serpenteaba entre las rocas, arrastrando consigo el peso del tiempo. Móiril se permitió estar en silencio, envuelta en su propia reflexión, el viento frío acariciando su piel. Las estaciones cambiaban, y con ellas, la sensación inmutable del paso del tiempo se volvía más profunda, más agobiante. El invierno traía consigo una quietud temerosa, pero también un recordatorio de lo que quedaba atrás, lo que se había perdido en los rincones del alma.
—El invierno... Es el suspiro de la tierra antes de su muerte... O su renacimiento. —Su voz resonó suavemente, más para sí misma que para cualquier otra presencia. Los árboles desnudos, sus ramas como dedos esqueléticos apuntando hacia el vacío, parecían ser un reflejo perfecto de la tormenta que arremolinaba en su interior. No era solo la estación lo que la perturbaba; había algo en el aire, un tinte de lo inevitable.
Un sonido repentino la sacó de sus pensamientos. Un batir de alas, un movimiento en la bruma. Giró la cabeza con lentitud y sus ojos se encontraron con la silueta oscura de un cuervo posado en una rama baja, su plumaje brillante a pesar de la falta de luz. La miraba con esa intensidad críptica que ella aún no lograba descifrar, pues no era la primera vez que esa situación se daba. Esos pájaros la seguían, apareciendo en los momentos más inesperados, observándola en silencio como si supieran algo que ella aún ignoraba.
Su mirada se mantuvo fija en el animal por un largo instante, su respiración quedando suspendida en el aire helado.
Tipo
Individual
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible