El rugido del motor de mi motocicleta resuena mientras recorro las calles de la Ciudad en las Nubes. La tormenta dejó más estragos en las estructuras que en las personas, y eso me alivia. Pero el alivio no es suficiente. Siempre siento que puedo hacer más.... Mejor dicho ¿Qué falló esta vez? Esa pregunta me persigue mientras esquivo escombros y observo a los equipos de limpieza. Trabajan rápido, organizados; una maquinaria bien aceitada, como debería ser.

Hago una pausa frente a un par de edificios parcialmente dañados. Niños juegan en los charcos, como si nada hubiera pasado, y me sorprendo esbozando una sonrisa. Sigo avanzando. Me pierdo en los callejones menos transitados, buscando algo que ni siquiera sé si existe: una respuesta, quizás.

La ciudad se queda atrás cuando llego a las afueras. Allí, en una esquina olvidada por todos menos por mí, está la pequeña casa. Medio derruida, invadida por enredaderas rojas y polvo, pero sigue siendo mi refugio. Aparco la moto, apago el motor y entro.

El silencio me envuelve. Aquí no necesito ser el guerrero, el protector, el líder. Aquí solo soy Xhiva, un tipo buscando claridad. Me dejo caer en el viejo sillón junto a la ventana rota y miro al horizonte; La tormenta pasó, pero la calma sigue sintiéndose extraña.
El rugido del motor de mi motocicleta resuena mientras recorro las calles de la Ciudad en las Nubes. La tormenta dejó más estragos en las estructuras que en las personas, y eso me alivia. Pero el alivio no es suficiente. Siempre siento que puedo hacer más.... Mejor dicho ¿Qué falló esta vez? Esa pregunta me persigue mientras esquivo escombros y observo a los equipos de limpieza. Trabajan rápido, organizados; una maquinaria bien aceitada, como debería ser. Hago una pausa frente a un par de edificios parcialmente dañados. Niños juegan en los charcos, como si nada hubiera pasado, y me sorprendo esbozando una sonrisa. Sigo avanzando. Me pierdo en los callejones menos transitados, buscando algo que ni siquiera sé si existe: una respuesta, quizás. La ciudad se queda atrás cuando llego a las afueras. Allí, en una esquina olvidada por todos menos por mí, está la pequeña casa. Medio derruida, invadida por enredaderas rojas y polvo, pero sigue siendo mi refugio. Aparco la moto, apago el motor y entro. El silencio me envuelve. Aquí no necesito ser el guerrero, el protector, el líder. Aquí solo soy Xhiva, un tipo buscando claridad. Me dejo caer en el viejo sillón junto a la ventana rota y miro al horizonte; La tormenta pasó, pero la calma sigue sintiéndose extraña.
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