El canto de los pájaros se colaba por la ventana entreabierta del despacho, acompañando al conde Phantomhive en sus deberes matutinos.

El susodicho deslizaba la pluma rápidamente sobre el papel en blanco, redactando una carta con cuidadosa precisión, con trazos prolijos y caligrafía delicada y hermosa. Con movimiento parsimonioso, levantó la pluma para mojar la punta en el tintero, luego, continuó escribiendo.

Pero de repente, su mano comenzó a temblar. Ciel intentó controlarlo, pero fue en vano: su mano se movió bruscamente y la carta, tan hermosamente escrita hasta el momento, se vio arruinada por un horrible trazo diagonal en medio de la hoja.

—Tch.

Arqueó una ceja, e irritado, lanzó la pluma sobre el escritorio sin ningún cuidado. Tomó la carta arruinada, arrugándola hasta convertirla en un bollo que lanzó también hacia el escritorio de mala gana.

Luego, se miró las manos, sus palmas abiertas y aparentemente normales.

—Este cuerpo...

Necesitaba "alimento" nuevamente.
El canto de los pájaros se colaba por la ventana entreabierta del despacho, acompañando al conde Phantomhive en sus deberes matutinos. El susodicho deslizaba la pluma rápidamente sobre el papel en blanco, redactando una carta con cuidadosa precisión, con trazos prolijos y caligrafía delicada y hermosa. Con movimiento parsimonioso, levantó la pluma para mojar la punta en el tintero, luego, continuó escribiendo. Pero de repente, su mano comenzó a temblar. Ciel intentó controlarlo, pero fue en vano: su mano se movió bruscamente y la carta, tan hermosamente escrita hasta el momento, se vio arruinada por un horrible trazo diagonal en medio de la hoja. —Tch. Arqueó una ceja, e irritado, lanzó la pluma sobre el escritorio sin ningún cuidado. Tomó la carta arruinada, arrugándola hasta convertirla en un bollo que lanzó también hacia el escritorio de mala gana. Luego, se miró las manos, sus palmas abiertas y aparentemente normales. —Este cuerpo... Necesitaba "alimento" nuevamente.
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