La noche había sido larga y sangrienta. El eco de mis pasos resonaba en las calles desiertas mientras regresaba a mi pequeño piso. La ciudad aún duerme, recuperándose de la euforia de la noche anterior. Los restos de la celebración de Año Nuevo están por todas partes: serpentinas, confeti y botellas vacías adornan las aceras. Pero para mí, la noche no fue de festejos. La misión había sido un éxito, pero la adrenalina aún corría por mis venas, mezclándose con el cansancio. Abrí la puerta con cuidado, tratando de no hacer ruido. El silencio del apartamento me recibió como un viejo amigo.
Me dejé caer en la cama, sin siquiera quitarme la ropa. Mis pensamientos eran un torbellino de imágenes y sensaciones. La cara de mi objetivo, la frialdad del acero en mis manos, la sangre... Siempre la sangre. Cerré los ojos por un momento, intentando encontrar un poco de paz antes de enfrentar el nuevo día, mientras una sonrisa de medio lado comenzaba a aparecer en mi rostro, pero rápidamente la contuve.
El reloj marcaba las seis de la mañana cuando me obligué a levantarme. Tenía que prepararme para mi turno en el café. Me dirigí al baño y me miré en el espejo. La chica que me devolvía la mirada tenía los ojos cansados, pero había un destello de determinación en ellos. Lavé la sangre seca de mis manos y rostro, intentando borrar las huellas de mi misión.
—Buenos días, pequeña Illyiv —me dije a mí misma con voz suave y una sonrisa irónica frente al espejo—. Otro día, otra máscara que ponerse. Vamos, no tenemos todo el día...
Me vestí rápidamente, eligiendo el uniforme de mesera perteneciente al café para el que trabajaba. Mientras intentaba ordenar un poco mi cabello, noté un pequeño corte en mi mejilla. Lo cubrí con un poco de maquillaje, asegurándome de que no quedara rastro de la noche anterior.
—Un día más, solo un día más... —me dije a mí misma en voz baja, tratando de infundirme ánimo. Tomé mi bolso y salí del apartamento, cerrando la puerta detrás de mí.
El camino al café era corto, pero cada paso se sentía pesado. Mientras caminaba, mis pensamientos se mezclaban con los recuerdos de la noche anterior.
Al llegar al café, saludé a mis compañeros con una sonrisa forzada.
—Buenos días —dije, tratando de sonar alegre.
Uno de mis compañeros me miró con curiosidad.
—¿Estás bien, Illyiv? Pareces un poco cansada...
—Oh, solo una noche difícil —respondí con un tono ligero, intentando actuar con naturalidad pero sin esforzarme demasiado, al final sabía que mis compañeros me consideraban bastante rara—. Nada que un buen café no pueda arreglar.
Me dirigí hacia el área de comensales lista para comenzar mi turno, dejando atrás los pensamientos oscuros. Aquí, en el café, tenía que ser la Illyiv que todos conocían. Pero en el fondo, sabía que la sombra de la noche anterior siempre estaría conmigo.
Me dejé caer en la cama, sin siquiera quitarme la ropa. Mis pensamientos eran un torbellino de imágenes y sensaciones. La cara de mi objetivo, la frialdad del acero en mis manos, la sangre... Siempre la sangre. Cerré los ojos por un momento, intentando encontrar un poco de paz antes de enfrentar el nuevo día, mientras una sonrisa de medio lado comenzaba a aparecer en mi rostro, pero rápidamente la contuve.
El reloj marcaba las seis de la mañana cuando me obligué a levantarme. Tenía que prepararme para mi turno en el café. Me dirigí al baño y me miré en el espejo. La chica que me devolvía la mirada tenía los ojos cansados, pero había un destello de determinación en ellos. Lavé la sangre seca de mis manos y rostro, intentando borrar las huellas de mi misión.
—Buenos días, pequeña Illyiv —me dije a mí misma con voz suave y una sonrisa irónica frente al espejo—. Otro día, otra máscara que ponerse. Vamos, no tenemos todo el día...
Me vestí rápidamente, eligiendo el uniforme de mesera perteneciente al café para el que trabajaba. Mientras intentaba ordenar un poco mi cabello, noté un pequeño corte en mi mejilla. Lo cubrí con un poco de maquillaje, asegurándome de que no quedara rastro de la noche anterior.
—Un día más, solo un día más... —me dije a mí misma en voz baja, tratando de infundirme ánimo. Tomé mi bolso y salí del apartamento, cerrando la puerta detrás de mí.
El camino al café era corto, pero cada paso se sentía pesado. Mientras caminaba, mis pensamientos se mezclaban con los recuerdos de la noche anterior.
Al llegar al café, saludé a mis compañeros con una sonrisa forzada.
—Buenos días —dije, tratando de sonar alegre.
Uno de mis compañeros me miró con curiosidad.
—¿Estás bien, Illyiv? Pareces un poco cansada...
—Oh, solo una noche difícil —respondí con un tono ligero, intentando actuar con naturalidad pero sin esforzarme demasiado, al final sabía que mis compañeros me consideraban bastante rara—. Nada que un buen café no pueda arreglar.
Me dirigí hacia el área de comensales lista para comenzar mi turno, dejando atrás los pensamientos oscuros. Aquí, en el café, tenía que ser la Illyiv que todos conocían. Pero en el fondo, sabía que la sombra de la noche anterior siempre estaría conmigo.
La noche había sido larga y sangrienta. El eco de mis pasos resonaba en las calles desiertas mientras regresaba a mi pequeño piso. La ciudad aún duerme, recuperándose de la euforia de la noche anterior. Los restos de la celebración de Año Nuevo están por todas partes: serpentinas, confeti y botellas vacías adornan las aceras. Pero para mí, la noche no fue de festejos. La misión había sido un éxito, pero la adrenalina aún corría por mis venas, mezclándose con el cansancio. Abrí la puerta con cuidado, tratando de no hacer ruido. El silencio del apartamento me recibió como un viejo amigo.
Me dejé caer en la cama, sin siquiera quitarme la ropa. Mis pensamientos eran un torbellino de imágenes y sensaciones. La cara de mi objetivo, la frialdad del acero en mis manos, la sangre... Siempre la sangre. Cerré los ojos por un momento, intentando encontrar un poco de paz antes de enfrentar el nuevo día, mientras una sonrisa de medio lado comenzaba a aparecer en mi rostro, pero rápidamente la contuve.
El reloj marcaba las seis de la mañana cuando me obligué a levantarme. Tenía que prepararme para mi turno en el café. Me dirigí al baño y me miré en el espejo. La chica que me devolvía la mirada tenía los ojos cansados, pero había un destello de determinación en ellos. Lavé la sangre seca de mis manos y rostro, intentando borrar las huellas de mi misión.
—Buenos días, pequeña Illyiv —me dije a mí misma con voz suave y una sonrisa irónica frente al espejo—. Otro día, otra máscara que ponerse. Vamos, no tenemos todo el día...
Me vestí rápidamente, eligiendo el uniforme de mesera perteneciente al café para el que trabajaba. Mientras intentaba ordenar un poco mi cabello, noté un pequeño corte en mi mejilla. Lo cubrí con un poco de maquillaje, asegurándome de que no quedara rastro de la noche anterior.
—Un día más, solo un día más... —me dije a mí misma en voz baja, tratando de infundirme ánimo. Tomé mi bolso y salí del apartamento, cerrando la puerta detrás de mí.
El camino al café era corto, pero cada paso se sentía pesado. Mientras caminaba, mis pensamientos se mezclaban con los recuerdos de la noche anterior.
Al llegar al café, saludé a mis compañeros con una sonrisa forzada.
—Buenos días —dije, tratando de sonar alegre.
Uno de mis compañeros me miró con curiosidad.
—¿Estás bien, Illyiv? Pareces un poco cansada...
—Oh, solo una noche difícil —respondí con un tono ligero, intentando actuar con naturalidad pero sin esforzarme demasiado, al final sabía que mis compañeros me consideraban bastante rara—. Nada que un buen café no pueda arreglar.
Me dirigí hacia el área de comensales lista para comenzar mi turno, dejando atrás los pensamientos oscuros. Aquí, en el café, tenía que ser la Illyiv que todos conocían. Pero en el fondo, sabía que la sombra de la noche anterior siempre estaría conmigo.