La casa estaba en penumbra cuando Carmina regresó de la boda de Giovanna. Era tarde, pero la luz cálida que se filtraba desde la habitación de su abuela le indicó que aún estaba despierta. Se quitó los tacones en la entrada, dejó el ramo de flores en la mesa y caminó silenciosamente hacia la habitación.
La enfermera, una mujer amable llamada Antonella, estaba recogiendo algunas cosas antes de irse.
—Buenas noches, signorina Carmina. Su abuela estuvo preguntando por usted.
—Gracias, Antonella. Nos vemos mañana.
Carmina entró a la habitación, donde Lucia la esperaba sentada en su cama, con una bata de seda y el cabello cuidadosamente recogido. La anciana la recibió con una sonrisa que, aunque cansada, aún iluminaba su rostro.
—Cara mia, ¿cómo estuvo la boda?
Carmina se sentó en el borde de la cama y suspiró.
—Fue hermosa, Nonna. Giovanna estaba feliz, todo salió perfecto... —Hizo una pausa, jugando con el borde de su vestido—. Todo el mundo parecía tener a alguien.
Lucia la miró con ternura, como si pudiera leer los pensamientos de su nieta.
—¿Y tú? ¿Te sentiste sola?
Carmina se encogió de hombros, sin mirarla.
—No es que me moleste estar sola. Pero a veces... siento que ese tipo de felicidad no es para mí.
Lucia la tomó de la mano y apretó suavemente.
—No digas eso. El amor no tiene un tiempo perfecto, pero sí necesita que le abras la puerta. ¿Te acuerdas cómo conocí a tu abuelo?
Carmina sonrió.
—Claro, me lo has contado mil veces. Te envió flores cada día durante una semana hasta que aceptaste salir con él.
Lucia rió suavemente.
—Exacto. Pero si no hubiese dado el primer paso, nunca habría tenido esa semana maravillosa. —Lucia hizo una pausa, su tono más serio—. Mi mayor deseo, Carmina, es llegar con vida a tu boda. Quiero verte feliz, quiero verte amada. Prométeme que lo intentarás, por mí.
Las palabras de su abuela la conmovieron profundamente. Esa noche, cuando Antonella ya se había ido y la casa estaba en silencio, Carmina decidió quedarse a dormir con Lucia. Después de que su abuela se quedara dormida, sacó su teléfono y, con cierto escepticismo, descargó una app de citas.
//
Crear un perfil fue fácil, pero el proceso de interactuar fue… menos sencillo. Los primeros mensajes que recibió oscilaron entre lo banal y lo absurdo. Desde un simple "Hola" hasta un exagerado "Tus ojos son como la Fontana di Trevi, y estoy dispuesto a lanzarme de cabeza". Carmina suspiraba, rodaba los ojos y, ocasionalmente, se reía.
Cada mañana, mientras desayunaban juntas, Lucia le preguntaba entusiasmada por su progreso.
—¿Y? ¿Algún candidato interesante?
Carmina solía encogerse de hombros, pero no quería decepcionar a su abuela. Aunque seguía sin estar convencida, la sonrisa de Lucia al verla intentarlo hacía que valiera la pena seguir.
//
Una tarde, mientras ambas tomaban té en el balcón, Carmina decidió leerle algunos de los mensajes más ridículos que había recibido.
—Escucha este: 'Si fueras un gelato, serías el sabor de mis sueños.'
Lucia soltó una carcajada tan sonora que Carmina no pudo evitar unirse.
—Bueno, al menos son creativos —dijo Lucia entre risas.
Carmina negó con la cabeza, sonriendo.
—Nonna, no sé si voy a encontrar a alguien por aquí, pero... me gusta verte reír así.
Lucia le tomó la mano con afecto.
—Eso es lo importante, cara mia. Diviértete, ríete y, quién sabe, tal vez cuando menos lo esperes, algo especial suceda.
Aunque Carmina aún no estaba segura de encontrar el amor en una app, su abuela le había dado una nueva razón para intentarlo. Tal vez el camino no era tan importante como el propósito detrás de él.
La enfermera, una mujer amable llamada Antonella, estaba recogiendo algunas cosas antes de irse.
—Buenas noches, signorina Carmina. Su abuela estuvo preguntando por usted.
—Gracias, Antonella. Nos vemos mañana.
Carmina entró a la habitación, donde Lucia la esperaba sentada en su cama, con una bata de seda y el cabello cuidadosamente recogido. La anciana la recibió con una sonrisa que, aunque cansada, aún iluminaba su rostro.
—Cara mia, ¿cómo estuvo la boda?
Carmina se sentó en el borde de la cama y suspiró.
—Fue hermosa, Nonna. Giovanna estaba feliz, todo salió perfecto... —Hizo una pausa, jugando con el borde de su vestido—. Todo el mundo parecía tener a alguien.
Lucia la miró con ternura, como si pudiera leer los pensamientos de su nieta.
—¿Y tú? ¿Te sentiste sola?
Carmina se encogió de hombros, sin mirarla.
—No es que me moleste estar sola. Pero a veces... siento que ese tipo de felicidad no es para mí.
Lucia la tomó de la mano y apretó suavemente.
—No digas eso. El amor no tiene un tiempo perfecto, pero sí necesita que le abras la puerta. ¿Te acuerdas cómo conocí a tu abuelo?
Carmina sonrió.
—Claro, me lo has contado mil veces. Te envió flores cada día durante una semana hasta que aceptaste salir con él.
Lucia rió suavemente.
—Exacto. Pero si no hubiese dado el primer paso, nunca habría tenido esa semana maravillosa. —Lucia hizo una pausa, su tono más serio—. Mi mayor deseo, Carmina, es llegar con vida a tu boda. Quiero verte feliz, quiero verte amada. Prométeme que lo intentarás, por mí.
Las palabras de su abuela la conmovieron profundamente. Esa noche, cuando Antonella ya se había ido y la casa estaba en silencio, Carmina decidió quedarse a dormir con Lucia. Después de que su abuela se quedara dormida, sacó su teléfono y, con cierto escepticismo, descargó una app de citas.
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Crear un perfil fue fácil, pero el proceso de interactuar fue… menos sencillo. Los primeros mensajes que recibió oscilaron entre lo banal y lo absurdo. Desde un simple "Hola" hasta un exagerado "Tus ojos son como la Fontana di Trevi, y estoy dispuesto a lanzarme de cabeza". Carmina suspiraba, rodaba los ojos y, ocasionalmente, se reía.
Cada mañana, mientras desayunaban juntas, Lucia le preguntaba entusiasmada por su progreso.
—¿Y? ¿Algún candidato interesante?
Carmina solía encogerse de hombros, pero no quería decepcionar a su abuela. Aunque seguía sin estar convencida, la sonrisa de Lucia al verla intentarlo hacía que valiera la pena seguir.
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Una tarde, mientras ambas tomaban té en el balcón, Carmina decidió leerle algunos de los mensajes más ridículos que había recibido.
—Escucha este: 'Si fueras un gelato, serías el sabor de mis sueños.'
Lucia soltó una carcajada tan sonora que Carmina no pudo evitar unirse.
—Bueno, al menos son creativos —dijo Lucia entre risas.
Carmina negó con la cabeza, sonriendo.
—Nonna, no sé si voy a encontrar a alguien por aquí, pero... me gusta verte reír así.
Lucia le tomó la mano con afecto.
—Eso es lo importante, cara mia. Diviértete, ríete y, quién sabe, tal vez cuando menos lo esperes, algo especial suceda.
Aunque Carmina aún no estaba segura de encontrar el amor en una app, su abuela le había dado una nueva razón para intentarlo. Tal vez el camino no era tan importante como el propósito detrás de él.
La casa estaba en penumbra cuando Carmina regresó de la boda de Giovanna. Era tarde, pero la luz cálida que se filtraba desde la habitación de su abuela le indicó que aún estaba despierta. Se quitó los tacones en la entrada, dejó el ramo de flores en la mesa y caminó silenciosamente hacia la habitación.
La enfermera, una mujer amable llamada Antonella, estaba recogiendo algunas cosas antes de irse.
—Buenas noches, signorina Carmina. Su abuela estuvo preguntando por usted.
—Gracias, Antonella. Nos vemos mañana.
Carmina entró a la habitación, donde Lucia la esperaba sentada en su cama, con una bata de seda y el cabello cuidadosamente recogido. La anciana la recibió con una sonrisa que, aunque cansada, aún iluminaba su rostro.
—Cara mia, ¿cómo estuvo la boda?
Carmina se sentó en el borde de la cama y suspiró.
—Fue hermosa, Nonna. Giovanna estaba feliz, todo salió perfecto... —Hizo una pausa, jugando con el borde de su vestido—. Todo el mundo parecía tener a alguien.
Lucia la miró con ternura, como si pudiera leer los pensamientos de su nieta.
—¿Y tú? ¿Te sentiste sola?
Carmina se encogió de hombros, sin mirarla.
—No es que me moleste estar sola. Pero a veces... siento que ese tipo de felicidad no es para mí.
Lucia la tomó de la mano y apretó suavemente.
—No digas eso. El amor no tiene un tiempo perfecto, pero sí necesita que le abras la puerta. ¿Te acuerdas cómo conocí a tu abuelo?
Carmina sonrió.
—Claro, me lo has contado mil veces. Te envió flores cada día durante una semana hasta que aceptaste salir con él.
Lucia rió suavemente.
—Exacto. Pero si no hubiese dado el primer paso, nunca habría tenido esa semana maravillosa. —Lucia hizo una pausa, su tono más serio—. Mi mayor deseo, Carmina, es llegar con vida a tu boda. Quiero verte feliz, quiero verte amada. Prométeme que lo intentarás, por mí.
Las palabras de su abuela la conmovieron profundamente. Esa noche, cuando Antonella ya se había ido y la casa estaba en silencio, Carmina decidió quedarse a dormir con Lucia. Después de que su abuela se quedara dormida, sacó su teléfono y, con cierto escepticismo, descargó una app de citas.
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Crear un perfil fue fácil, pero el proceso de interactuar fue… menos sencillo. Los primeros mensajes que recibió oscilaron entre lo banal y lo absurdo. Desde un simple "Hola" hasta un exagerado "Tus ojos son como la Fontana di Trevi, y estoy dispuesto a lanzarme de cabeza". Carmina suspiraba, rodaba los ojos y, ocasionalmente, se reía.
Cada mañana, mientras desayunaban juntas, Lucia le preguntaba entusiasmada por su progreso.
—¿Y? ¿Algún candidato interesante?
Carmina solía encogerse de hombros, pero no quería decepcionar a su abuela. Aunque seguía sin estar convencida, la sonrisa de Lucia al verla intentarlo hacía que valiera la pena seguir.
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Una tarde, mientras ambas tomaban té en el balcón, Carmina decidió leerle algunos de los mensajes más ridículos que había recibido.
—Escucha este: 'Si fueras un gelato, serías el sabor de mis sueños.'
Lucia soltó una carcajada tan sonora que Carmina no pudo evitar unirse.
—Bueno, al menos son creativos —dijo Lucia entre risas.
Carmina negó con la cabeza, sonriendo.
—Nonna, no sé si voy a encontrar a alguien por aquí, pero... me gusta verte reír así.
Lucia le tomó la mano con afecto.
—Eso es lo importante, cara mia. Diviértete, ríete y, quién sabe, tal vez cuando menos lo esperes, algo especial suceda.
Aunque Carmina aún no estaba segura de encontrar el amor en una app, su abuela le había dado una nueva razón para intentarlo. Tal vez el camino no era tan importante como el propósito detrás de él.