#Wendigo
Recluido en su propia mente, James se quedó sin voz y sin lágrimas, sometido bajo la voluntad del Wendigo, observando cómo la bestia que lo domina atraviesa de un solo bocado el brazo de Tolek Zientek. La sangre cae al suelo, llena su boca, pero lo que más pesa es la culpa que lo consume. Siente cómo sus fuerzas flaquean ante la fría crueldad que lo rodea, su corazón parece detenerse, y la lucha interna que había sostenido durante tanto tiempo se apaga... Ya no puede pelear, no hay caso, fue derrotado, pero, en ese mismo momento, una sensación distinta emerge.
Un calor abrasador se propaga desde el cráneo del Wendigo, rompiendo las cadenas que lo aprisionan. La plata líquida, astutamente impregnada por Tolek, penetra en la bestia, debilitándola.
En ese instante, James siente las fuerzas regresar. No es suave ni gradual, es una ráfaga violenta que lo sacude desde lo más profundo. La consciencia de la criatura sigue allí, pero ahora está tambaleándose.
James gruñe, como antes gruñó la bestia.
— ¡Ya basta! ¡No volverás a tomar más de lo que amo!
El Wendigo ruge dentro de él, intentando resistirse, furioso, pero debilitado.
— No puedes... contenerme. Siempre tendré... hambre. Siempre seré... tú.
— Eres parte de mí, pero no eres todo lo que soy. Hoy, yo decido cuándo termina.
Las garras del Wendigo se tensan, pero James logra moverlas según su voluntad. Por primera vez, siente que su cuerpo responde a su mando en esta forma grotesca.
— No más sangre inocente. No más control. Esta vez, tú eres el prisionero.
Abre los ojos y un brillo azulado llena las cuencas vacías del cráneo del alce.
Recluido en su propia mente, James se quedó sin voz y sin lágrimas, sometido bajo la voluntad del Wendigo, observando cómo la bestia que lo domina atraviesa de un solo bocado el brazo de Tolek Zientek. La sangre cae al suelo, llena su boca, pero lo que más pesa es la culpa que lo consume. Siente cómo sus fuerzas flaquean ante la fría crueldad que lo rodea, su corazón parece detenerse, y la lucha interna que había sostenido durante tanto tiempo se apaga... Ya no puede pelear, no hay caso, fue derrotado, pero, en ese mismo momento, una sensación distinta emerge.
Un calor abrasador se propaga desde el cráneo del Wendigo, rompiendo las cadenas que lo aprisionan. La plata líquida, astutamente impregnada por Tolek, penetra en la bestia, debilitándola.
En ese instante, James siente las fuerzas regresar. No es suave ni gradual, es una ráfaga violenta que lo sacude desde lo más profundo. La consciencia de la criatura sigue allí, pero ahora está tambaleándose.
James gruñe, como antes gruñó la bestia.
— ¡Ya basta! ¡No volverás a tomar más de lo que amo!
El Wendigo ruge dentro de él, intentando resistirse, furioso, pero debilitado.
— No puedes... contenerme. Siempre tendré... hambre. Siempre seré... tú.
— Eres parte de mí, pero no eres todo lo que soy. Hoy, yo decido cuándo termina.
Las garras del Wendigo se tensan, pero James logra moverlas según su voluntad. Por primera vez, siente que su cuerpo responde a su mando en esta forma grotesca.
— No más sangre inocente. No más control. Esta vez, tú eres el prisionero.
Abre los ojos y un brillo azulado llena las cuencas vacías del cráneo del alce.
#Wendigo
Recluido en su propia mente, James se quedó sin voz y sin lágrimas, sometido bajo la voluntad del Wendigo, observando cómo la bestia que lo domina atraviesa de un solo bocado el brazo de [Tolek]. La sangre cae al suelo, llena su boca, pero lo que más pesa es la culpa que lo consume. Siente cómo sus fuerzas flaquean ante la fría crueldad que lo rodea, su corazón parece detenerse, y la lucha interna que había sostenido durante tanto tiempo se apaga... Ya no puede pelear, no hay caso, fue derrotado, pero, en ese mismo momento, una sensación distinta emerge.
Un calor abrasador se propaga desde el cráneo del Wendigo, rompiendo las cadenas que lo aprisionan. La plata líquida, astutamente impregnada por Tolek, penetra en la bestia, debilitándola.
En ese instante, James siente las fuerzas regresar. No es suave ni gradual, es una ráfaga violenta que lo sacude desde lo más profundo. La consciencia de la criatura sigue allí, pero ahora está tambaleándose.
James gruñe, como antes gruñó la bestia.
— ¡Ya basta! ¡No volverás a tomar más de lo que amo!
El Wendigo ruge dentro de él, intentando resistirse, furioso, pero debilitado.
— No puedes... contenerme. Siempre tendré... hambre. Siempre seré... tú.
— Eres parte de mí, pero no eres todo lo que soy. Hoy, yo decido cuándo termina.
Las garras del Wendigo se tensan, pero James logra moverlas según su voluntad. Por primera vez, siente que su cuerpo responde a su mando en esta forma grotesca.
— No más sangre inocente. No más control. Esta vez, tú eres el prisionero.
Abre los ojos y un brillo azulado llena las cuencas vacías del cráneo del alce.