#Wendigo

Primero, fue una negrura insondable. Un frío sobrecogedor. Un vacío infinito que parecía extenderse eternamente. Después, todo se tiñó de rojo. James se encontró atrapado en ese espacio cerrado, una prisión en su propia mente, donde el único sonido era el latido sordo de un corazón compartido.

Frente a él, los ojos del Wendigo brillaban con una ferocidad escalofriante. Podía ver, oír y sentir lo mismo que la criatura que había reclamado su cuerpo, pero estaba condenado a ser solo un espectador. Sin embargo, cuando comprendió que el objetivo era una niña inocente, luchó con todo lo que le quedaba, intentando intervenir.

— ¡Detente! No tienes que hacerlo. ¡Déjala ir!

— Ella es... débil. Su vida... no significa nada —le respondió un gruñido profundo, reverberando en el vacío.

— ¡Significa todo! No somos lo que consumimos. ¡No somos solo hambre!

— ¿Nosotros...? Tú... Tu eres débil. Yo soy la fuerza... que te mantiene... vivo. Sin mí... serías polvo.

— ¿A qué costo? ¿A costa de perder lo poco que me queda de humanidad? Prefiero morir luchando que vivir como un monstruo.

— No puedes luchar... contra mí —amenazó la bestia— Eres mío. La niña... también lo será... Y su alma... Su carne... nos alimentará.

James sintió el peso del control del Wendigo como cadenas invisibles cerrándose sobre su cuello, quitándole el aire y la posibilidad de hablar, pero no la consciencia. Lagrimas cayeron por sus mejillas cuando sintió la tibieza de la sangre en sus propios dedos, como si fueran estos y no las grotescas garras de las bestia las que acababan de arrebatarle la vida a una niña inocente.
#Wendigo Primero, fue una negrura insondable. Un frío sobrecogedor. Un vacío infinito que parecía extenderse eternamente. Después, todo se tiñó de rojo. James se encontró atrapado en ese espacio cerrado, una prisión en su propia mente, donde el único sonido era el latido sordo de un corazón compartido. Frente a él, los ojos del Wendigo brillaban con una ferocidad escalofriante. Podía ver, oír y sentir lo mismo que la criatura que había reclamado su cuerpo, pero estaba condenado a ser solo un espectador. Sin embargo, cuando comprendió que el objetivo era una niña inocente, luchó con todo lo que le quedaba, intentando intervenir. — ¡Detente! No tienes que hacerlo. ¡Déjala ir! — Ella es... débil. Su vida... no significa nada —le respondió un gruñido profundo, reverberando en el vacío. — ¡Significa todo! No somos lo que consumimos. ¡No somos solo hambre! — ¿Nosotros...? Tú... Tu eres débil. Yo soy la fuerza... que te mantiene... vivo. Sin mí... serías polvo. — ¿A qué costo? ¿A costa de perder lo poco que me queda de humanidad? Prefiero morir luchando que vivir como un monstruo. — No puedes luchar... contra mí —amenazó la bestia— Eres mío. La niña... también lo será... Y su alma... Su carne... nos alimentará. James sintió el peso del control del Wendigo como cadenas invisibles cerrándose sobre su cuello, quitándole el aire y la posibilidad de hablar, pero no la consciencia. Lagrimas cayeron por sus mejillas cuando sintió la tibieza de la sangre en sus propios dedos, como si fueran estos y no las grotescas garras de las bestia las que acababan de arrebatarle la vida a una niña inocente.
Me entristece
1
0 turnos 0 maullidos 347 vistas
Patrocinados
Patrocinados