Era una tarde tranquila en la tienda de conveniencia donde trabajaba Carmina. Los pasillos estaban ordenados, los refrigeradores emitían un zumbido constante y, salvo por algún cliente ocasional que entraba a comprar un refresco o una bolsa de papas, el lugar estaba casi desierto. Aprovechando la calma, Carmina se deslizó detrás del mostrador y tomó una revista de moda de la pequeña sección de revistas y periódicos.

Se acomodó en el taburete y comenzó a hojearla, deteniéndose en las imágenes de mujeres perfectamente maquilladas y vestidas con trajes que parecían sacados de otro mundo. Las modelos lucían impecables: pieles radiantes, cuerpos esbeltos, poses seguras y sonrisas llenas de una confianza que parecía inalcanzable. Carmina inclinó la cabeza, observando con detenimiento una fotografía en particular, donde una modelo con cabello perfectamente alisado llevaba un vestido largo que fluía como el agua.

— ¿Quién se ve así en la vida real? — murmuró, dejando escapar un suspiro. Bajó la vista hacia su uniforme: una camiseta simple con el logo de la tienda y jeans que ya estaban un poco gastados. Su cabello, recogido en una coleta rápida, había comenzado a desordenarse tras varias horas de trabajo. De manera casi inconsciente, se estiró para alisar un mechón rebelde detrás de su oreja.

Con la revista abierta en su regazo, su mente comenzó a divagar. ¿Cómo sería ser alguien como ellas? Pensó en su rutina diaria: despertarse temprano, lidiar con clientes apresurados, reponer productos en los estantes. Nada en su vida se sentía glamoroso ni digno de una portada.

Sin embargo, al pasar la página, encontró una entrevista con una de esas modelos. Hablaba de lo agotador que era mantener una imagen perfecta, de las largas horas en sesiones de fotos y de las inseguridades que aún la perseguían pese a toda su fama. Carmina frunció el ceño, releyendo un párrafo. Entonces, incluso ellas tienen sus momentos de duda...

Miró su reflejo en la pequeña pantalla apagada de la caja registradora. "Supongo que nadie es perfecto, ni siquiera ellas," murmuró con una media sonrisa. Cerró la revista y la dejó en su lugar, sacudiéndose las comparaciones como si fueran polvo.

Un cliente entró en ese momento, rompiendo el silencio. "¿Podrías ayudarme a encontrar algo?" preguntó.

Carmina se levantó, dejando atrás las imágenes de la revista. "Claro, ¿qué necesitas?" respondió con una sonrisa sincera, sintiéndose, por primera vez en mucho tiempo, lo suficientemente bien en su propia piel.
Era una tarde tranquila en la tienda de conveniencia donde trabajaba Carmina. Los pasillos estaban ordenados, los refrigeradores emitían un zumbido constante y, salvo por algún cliente ocasional que entraba a comprar un refresco o una bolsa de papas, el lugar estaba casi desierto. Aprovechando la calma, Carmina se deslizó detrás del mostrador y tomó una revista de moda de la pequeña sección de revistas y periódicos. Se acomodó en el taburete y comenzó a hojearla, deteniéndose en las imágenes de mujeres perfectamente maquilladas y vestidas con trajes que parecían sacados de otro mundo. Las modelos lucían impecables: pieles radiantes, cuerpos esbeltos, poses seguras y sonrisas llenas de una confianza que parecía inalcanzable. Carmina inclinó la cabeza, observando con detenimiento una fotografía en particular, donde una modelo con cabello perfectamente alisado llevaba un vestido largo que fluía como el agua. — ¿Quién se ve así en la vida real? — murmuró, dejando escapar un suspiro. Bajó la vista hacia su uniforme: una camiseta simple con el logo de la tienda y jeans que ya estaban un poco gastados. Su cabello, recogido en una coleta rápida, había comenzado a desordenarse tras varias horas de trabajo. De manera casi inconsciente, se estiró para alisar un mechón rebelde detrás de su oreja. Con la revista abierta en su regazo, su mente comenzó a divagar. ¿Cómo sería ser alguien como ellas? Pensó en su rutina diaria: despertarse temprano, lidiar con clientes apresurados, reponer productos en los estantes. Nada en su vida se sentía glamoroso ni digno de una portada. Sin embargo, al pasar la página, encontró una entrevista con una de esas modelos. Hablaba de lo agotador que era mantener una imagen perfecta, de las largas horas en sesiones de fotos y de las inseguridades que aún la perseguían pese a toda su fama. Carmina frunció el ceño, releyendo un párrafo. Entonces, incluso ellas tienen sus momentos de duda... Miró su reflejo en la pequeña pantalla apagada de la caja registradora. "Supongo que nadie es perfecto, ni siquiera ellas," murmuró con una media sonrisa. Cerró la revista y la dejó en su lugar, sacudiéndose las comparaciones como si fueran polvo. Un cliente entró en ese momento, rompiendo el silencio. "¿Podrías ayudarme a encontrar algo?" preguntó. Carmina se levantó, dejando atrás las imágenes de la revista. "Claro, ¿qué necesitas?" respondió con una sonrisa sincera, sintiéndose, por primera vez en mucho tiempo, lo suficientemente bien en su propia piel.
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