El sol apenas asomaba por el horizonte cuando Carmina se levantó. Era domingo, el único día que podía disfrutar de un poco de tranquilidad antes de que la tienda debajo cobrara vida. En silencio, se dirigió a la pequeña cocina del apartamento. Su abuela todavía dormía, y Carmina se permitió tomar el mando del espacio. Preparó café y una rebanada de pan con mantequilla mientras escuchaba el murmullo distante de la ciudad despertándose. Desde la ventana, veía cómo los primeros rayos de sol iluminaban las calles vacías. Con su taza en mano, se sentó a la mesa, disfrutando de la paz efímera.
El sol apenas asomaba por el horizonte cuando Carmina se levantó. Era domingo, el único día que podía disfrutar de un poco de tranquilidad antes de que la tienda debajo cobrara vida. En silencio, se dirigió a la pequeña cocina del apartamento. Su abuela todavía dormía, y Carmina se permitió tomar el mando del espacio. Preparó café y una rebanada de pan con mantequilla mientras escuchaba el murmullo distante de la ciudad despertándose. Desde la ventana, veía cómo los primeros rayos de sol iluminaban las calles vacías. Con su taza en mano, se sentó a la mesa, disfrutando de la paz efímera.