Tras un largo día, algo caótico, bueno, bastante caótico, habiendo sobrevivido a una experiencia algo inusual, aunque en cierta forma consecuencia por el tipo de vida que él y los suyos tienen. Por fin decidió dar señales de vida al dirigirse en una motocicleta directamente a la locación donde se encontraba su hermana gemela. ¿Por qué? Simplemente hacerle saber que se encontraba bien, pero también, que la persona que estaba con él, perteneciente a otra mafia, de igual manera se encontraba en perfecto estado.
Ya que se había enterado por parte de esa mujer que hubo ciertos problemas, razón por la cual la persona que le acompaña le pidió que le llevara con Elisabetta, para poder hablar del asunto. Aquella persona se trataba de nadie más ni nadie menos que Rubi Ketchlant. Él conducía la motocicleta teniendo su rostro cubierto por ese casco, en caso de la contraria era similar.
Al final ambos llegarían a un alto edificio perteneciente a su familia, donde él dirigió la motocicleta a un estacionamiento subterráneo y así, acomodando su moto entre dos automóviles, freno. Fue entonces que tomó la palabra. — Ya estamos. — Diría poco después de detenerse, dejando tiempo a la mujer para que se bajara del asiento trasero.
Dicho eso, sacó su teléfono celular y con este, dejaría un mensaje directo a su hermana, escribiéndole: “Ya llegamos, estamos en el estacionamiento subterráneo”. La idea era simple, que ella llegara ahí y les recibiera a los dos.
Ya que se había enterado por parte de esa mujer que hubo ciertos problemas, razón por la cual la persona que le acompaña le pidió que le llevara con Elisabetta, para poder hablar del asunto. Aquella persona se trataba de nadie más ni nadie menos que Rubi Ketchlant. Él conducía la motocicleta teniendo su rostro cubierto por ese casco, en caso de la contraria era similar.
Al final ambos llegarían a un alto edificio perteneciente a su familia, donde él dirigió la motocicleta a un estacionamiento subterráneo y así, acomodando su moto entre dos automóviles, freno. Fue entonces que tomó la palabra. — Ya estamos. — Diría poco después de detenerse, dejando tiempo a la mujer para que se bajara del asiento trasero.
Dicho eso, sacó su teléfono celular y con este, dejaría un mensaje directo a su hermana, escribiéndole: “Ya llegamos, estamos en el estacionamiento subterráneo”. La idea era simple, que ella llegara ahí y les recibiera a los dos.
Tras un largo día, algo caótico, bueno, bastante caótico, habiendo sobrevivido a una experiencia algo inusual, aunque en cierta forma consecuencia por el tipo de vida que él y los suyos tienen. Por fin decidió dar señales de vida al dirigirse en una motocicleta directamente a la locación donde se encontraba su hermana gemela. ¿Por qué? Simplemente hacerle saber que se encontraba bien, pero también, que la persona que estaba con él, perteneciente a otra mafia, de igual manera se encontraba en perfecto estado.
Ya que se había enterado por parte de esa mujer que hubo ciertos problemas, razón por la cual la persona que le acompaña le pidió que le llevara con Elisabetta, para poder hablar del asunto. Aquella persona se trataba de nadie más ni nadie menos que Rubi Ketchlant. Él conducía la motocicleta teniendo su rostro cubierto por ese casco, en caso de la contraria era similar.
Al final ambos llegarían a un alto edificio perteneciente a su familia, donde él dirigió la motocicleta a un estacionamiento subterráneo y así, acomodando su moto entre dos automóviles, freno. Fue entonces que tomó la palabra. — Ya estamos. — Diría poco después de detenerse, dejando tiempo a la mujer para que se bajara del asiento trasero.
Dicho eso, sacó su teléfono celular y con este, dejaría un mensaje directo a su hermana, escribiéndole: “Ya llegamos, estamos en el estacionamiento subterráneo”. La idea era simple, que ella llegara ahí y les recibiera a los dos.