IV. A la luz.
Vestido de gala y ubicado en los balcones privados del gran anfiteatro del sur londinense, Junior sostenía un refinado par de binoculares, observando en detalle la función en el escenario.
La cantante, Fiorella De Santis, una artista italiana emergente, destacaba tanto por su hermosa y potente voz como por su belleza angelical. Sus cabellos rubios, ligeramente ondulados, y su mirada borgoña tenían un efecto hipnótico, igual que su voz.
"Aquí viene," pensó Junior al anticipar un pasaje alto que lo dejó con el cuerpo vibrando. Asintió suavemente, encantado con la función.
Últimamente, Junior... No, más bien, Jean, había estado visitando la ciudad de Londres con más frecuencia. Antes de que llegase el día en que heredaría lo que le correspondía, y con ello los deberes ineludibles, se estaba permitiendo disfrutar de ciertos placeres que anteriormente le habían sido privados.
Ahora era común que los nobles lo reconocieran por su nombre y apellido. Claro, así como lo saludaban cordialmente de frente, a sus espaldas cuchicheaban vulgarmente. Por esa razón, en esta ocasión había optado por acudir al balcón, donde podría hallarse solo y tranquilo.
Tras unas horas de puro deleite, la función llegó a su fin, y Jean se encaminó a retirarse antes de que alguno de esos nobles lo viera y lo obligara a entablar una conversación de cortesía.
La cantante, Fiorella De Santis, una artista italiana emergente, destacaba tanto por su hermosa y potente voz como por su belleza angelical. Sus cabellos rubios, ligeramente ondulados, y su mirada borgoña tenían un efecto hipnótico, igual que su voz.
"Aquí viene," pensó Junior al anticipar un pasaje alto que lo dejó con el cuerpo vibrando. Asintió suavemente, encantado con la función.
Últimamente, Junior... No, más bien, Jean, había estado visitando la ciudad de Londres con más frecuencia. Antes de que llegase el día en que heredaría lo que le correspondía, y con ello los deberes ineludibles, se estaba permitiendo disfrutar de ciertos placeres que anteriormente le habían sido privados.
Ahora era común que los nobles lo reconocieran por su nombre y apellido. Claro, así como lo saludaban cordialmente de frente, a sus espaldas cuchicheaban vulgarmente. Por esa razón, en esta ocasión había optado por acudir al balcón, donde podría hallarse solo y tranquilo.
Tras unas horas de puro deleite, la función llegó a su fin, y Jean se encaminó a retirarse antes de que alguno de esos nobles lo viera y lo obligara a entablar una conversación de cortesía.
Vestido de gala y ubicado en los balcones privados del gran anfiteatro del sur londinense, Junior sostenía un refinado par de binoculares, observando en detalle la función en el escenario.
La cantante, Fiorella De Santis, una artista italiana emergente, destacaba tanto por su hermosa y potente voz como por su belleza angelical. Sus cabellos rubios, ligeramente ondulados, y su mirada borgoña tenían un efecto hipnótico, igual que su voz.
"Aquí viene," pensó Junior al anticipar un pasaje alto que lo dejó con el cuerpo vibrando. Asintió suavemente, encantado con la función.
Últimamente, Junior... No, más bien, Jean, había estado visitando la ciudad de Londres con más frecuencia. Antes de que llegase el día en que heredaría lo que le correspondía, y con ello los deberes ineludibles, se estaba permitiendo disfrutar de ciertos placeres que anteriormente le habían sido privados.
Ahora era común que los nobles lo reconocieran por su nombre y apellido. Claro, así como lo saludaban cordialmente de frente, a sus espaldas cuchicheaban vulgarmente. Por esa razón, en esta ocasión había optado por acudir al balcón, donde podría hallarse solo y tranquilo.
Tras unas horas de puro deleite, la función llegó a su fin, y Jean se encaminó a retirarse antes de que alguno de esos nobles lo viera y lo obligara a entablar una conversación de cortesía.
Tipo
Individual
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible