Tenlo en cuenta al responder.
"Día 1. ¡Consigue decoración tenebrosa! (spoiler: esta cobra vida y deberás atraparla)"
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Ese día, la mismísima mansión Phantomhive se había disfrazado. El conde había invitado a todos los niños del pueblo de sus tierras, y los sirvientes habían organizado la comida y las decoraciones en el gran salón, donde se celebraría la festividad por Halloween.
Junior tenía seis años en ese entonces, y se había asomado por curiosidad, ya que era una ocasión inusual. El conde Phantomhive rara vez organizaba este tipo de fiestas; es más, las eludía.
Así que podría decirse que fue la primera vez que Junior presenciaba una fiesta propiamente dicha de Halloween.
Los años anteriores solo había festejado con los sirvientes, con su primo y, si el conde estaba de buen humor, también con él. Por lo tanto, Junior mentiría si dijera que no estaba emocionado.
Pero su fisgoneo fue notado por Mey Rin, la sirvienta, quien, con una sonrisa alegre, lo arrastró hacia el interior del salón para que la ayudara a decorar. Como un caballero, si una dama le pedía ayuda con algo, Junior no podía negarse. Además, no era la primera vez que la ayudaba a colocar este tipo de decoraciones, incluso lo hacía en Navidad. Asintió sin chistar y, sabiendo qué hacer, fue hacia la caja de decoraciones y tomó una de papel que representaba a un clásico fantasma: una sábana con ojos que no asustaría a nadie... Ah, excepto a su primo.
Pero cuando se dispuso a colocarla en una pared, el papelito pareció removerse en su mano. Junior se extrañó, pensando primero que podría ser el viento, pero las ventanas estaban cerradas...
—¡Oh, no! ¿Qué está pasando con las decoraciones? —exclamó de repente Mey Rin, acercándose a cerrar las ventanas pensando que era el viento arruinando su arduo trabajo.
Junior la miró y entendió rápidamente. Las decoraciones habían empezado a moverse solas, como si fueran impulsadas por el viento, pero en realidad eran impulsadas por algo más.
De repente, notaron que las figuras de papel posaban sus pies en el suelo, en el caso de las brujas y los monstruos de la literatura, y comenzaban a caminar en manada, acercándose a ellos con intenciones desconocidas, que no parecían nada buenas... incluso le pareció ver que las brujas sonreían con malicia.
—Esto es una alucinación, ¿verdad? —inquirió Junior, mirando a la sirvienta, que estaba igual de estupefacta que él, aunque parecía más asustada.
Pronto se vieron rodeados por un centenar de decoraciones, y cada vez estaban más acorralados. Eran demasiados y no tenían mucho espacio para seguir retrocediendo...
—¡Ay, Dios mío! —decía Mey Rin atemorizada. Junior, en cambio, arqueó una ceja.
Luego de la sorpresa inicial y lo absurdo de la situación, comenzó a pensar que tal vez estaba soñando.
Por supuesto, habían habido señales desde el principio: el conde Phantomhive no organizaba fiestas ni sonreía, y hoy en el desayuno le había dedicado una suave sonrisa cuando le avisó de la celebración. Y ahora sucedía esto...
—¡Qué absurdo! —dijo Junior, y viendo que había un Frankenstein cerca de su pie, lo pisó.
Era solo papel, ¿qué podía hacerle?
Los papeles reanimados frenaron en seco, observando la acción de Junior y mirándose entre ellos.
Tenían expresiones de sorpresa, como si no se hubieran esperado que Junior hiciera eso al pobre Frankenstein, pero luego, como si se hubieran enfadado, arremetieron contra ellos, atacándolos en masa.
Eran de papel, no es como si hicieran mucho daño, pero de todas formas era molesto.
Entre la sirvienta y el joven amo los alejaron como pudieron, a manotazos y patadas. Fue Mey Rin quien terminó por agarrarlo de la mano y arrastrarlo fuera del salón, cerrando la puerta y apoyándose luego en ella, con el rostro lleno de confusión.
—¿Qué acaba de pasar? —preguntó luego de un rato de silencio, mirando a Junior como si él supiera la respuesta. Era natural que se dirigiera a él, ya que normalmente tenía respuesta para todo, pero en esta ocasión, ni siquiera él lo sabía con certeza.
—No tengo idea.
Se miraron entre sí, sin saber qué decirse. Fue Junior quien habló después de que estuvieron un buen rato sin emitir palabra.
—Debemos entrar y comprobarlo.
—¡Esas cosas siguen ahí!
—¿A qué le temes? Es solo papel, ni siquiera nos ha hecho daño.
—¡Sí, pero están poseídas! ¿Quién sabe si pueden maldecirte?
Junior rodó los ojos. La sirvienta y sus cuentos paranormales... aunque, dado que las decoraciones habían cobrado vida y este parecía ser un sueño con una lógica absurda...
Ignorando el temor de la sirvienta, Junior abrió la puerta y se encontró con...
—No hay nada.
—¿¡Cómo!?
La sirvienta entró al escucharlo decir eso. Y en efecto, no había nada. Bueno, en realidad estaban las decoraciones de calabazas entre otras, pero todas las decoraciones de papel habían desaparecido, dándole un aspecto bastante vacío al salón.
—¡Oh, no! ¡Debemos encontrarlas, esto debe estar decorado para cuando lleguen los niños! —dijo Mey Rin, y de repente, salió corriendo hacia el pasillo.
Junior alzó una ceja. ¿Acaso no les tenía miedo? ¿Por qué, de repente, salió corriendo a buscarlas?
Con una expresión indiferente, fue tras ella.
Era su deber seguirla y ayudarla. Aunque fuera un sueño, un caballero debía ir al rescate de una dama en peligro.
"Que absurdo".
Aun cuando pensara que lo fuera, Junior esbozó una sonrisa.
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#Inkfest
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Ese día, la mismísima mansión Phantomhive se había disfrazado. El conde había invitado a todos los niños del pueblo de sus tierras, y los sirvientes habían organizado la comida y las decoraciones en el gran salón, donde se celebraría la festividad por Halloween.
Junior tenía seis años en ese entonces, y se había asomado por curiosidad, ya que era una ocasión inusual. El conde Phantomhive rara vez organizaba este tipo de fiestas; es más, las eludía.
Así que podría decirse que fue la primera vez que Junior presenciaba una fiesta propiamente dicha de Halloween.
Los años anteriores solo había festejado con los sirvientes, con su primo y, si el conde estaba de buen humor, también con él. Por lo tanto, Junior mentiría si dijera que no estaba emocionado.
Pero su fisgoneo fue notado por Mey Rin, la sirvienta, quien, con una sonrisa alegre, lo arrastró hacia el interior del salón para que la ayudara a decorar. Como un caballero, si una dama le pedía ayuda con algo, Junior no podía negarse. Además, no era la primera vez que la ayudaba a colocar este tipo de decoraciones, incluso lo hacía en Navidad. Asintió sin chistar y, sabiendo qué hacer, fue hacia la caja de decoraciones y tomó una de papel que representaba a un clásico fantasma: una sábana con ojos que no asustaría a nadie... Ah, excepto a su primo.
Pero cuando se dispuso a colocarla en una pared, el papelito pareció removerse en su mano. Junior se extrañó, pensando primero que podría ser el viento, pero las ventanas estaban cerradas...
—¡Oh, no! ¿Qué está pasando con las decoraciones? —exclamó de repente Mey Rin, acercándose a cerrar las ventanas pensando que era el viento arruinando su arduo trabajo.
Junior la miró y entendió rápidamente. Las decoraciones habían empezado a moverse solas, como si fueran impulsadas por el viento, pero en realidad eran impulsadas por algo más.
De repente, notaron que las figuras de papel posaban sus pies en el suelo, en el caso de las brujas y los monstruos de la literatura, y comenzaban a caminar en manada, acercándose a ellos con intenciones desconocidas, que no parecían nada buenas... incluso le pareció ver que las brujas sonreían con malicia.
—Esto es una alucinación, ¿verdad? —inquirió Junior, mirando a la sirvienta, que estaba igual de estupefacta que él, aunque parecía más asustada.
Pronto se vieron rodeados por un centenar de decoraciones, y cada vez estaban más acorralados. Eran demasiados y no tenían mucho espacio para seguir retrocediendo...
—¡Ay, Dios mío! —decía Mey Rin atemorizada. Junior, en cambio, arqueó una ceja.
Luego de la sorpresa inicial y lo absurdo de la situación, comenzó a pensar que tal vez estaba soñando.
Por supuesto, habían habido señales desde el principio: el conde Phantomhive no organizaba fiestas ni sonreía, y hoy en el desayuno le había dedicado una suave sonrisa cuando le avisó de la celebración. Y ahora sucedía esto...
—¡Qué absurdo! —dijo Junior, y viendo que había un Frankenstein cerca de su pie, lo pisó.
Era solo papel, ¿qué podía hacerle?
Los papeles reanimados frenaron en seco, observando la acción de Junior y mirándose entre ellos.
Tenían expresiones de sorpresa, como si no se hubieran esperado que Junior hiciera eso al pobre Frankenstein, pero luego, como si se hubieran enfadado, arremetieron contra ellos, atacándolos en masa.
Eran de papel, no es como si hicieran mucho daño, pero de todas formas era molesto.
Entre la sirvienta y el joven amo los alejaron como pudieron, a manotazos y patadas. Fue Mey Rin quien terminó por agarrarlo de la mano y arrastrarlo fuera del salón, cerrando la puerta y apoyándose luego en ella, con el rostro lleno de confusión.
—¿Qué acaba de pasar? —preguntó luego de un rato de silencio, mirando a Junior como si él supiera la respuesta. Era natural que se dirigiera a él, ya que normalmente tenía respuesta para todo, pero en esta ocasión, ni siquiera él lo sabía con certeza.
—No tengo idea.
Se miraron entre sí, sin saber qué decirse. Fue Junior quien habló después de que estuvieron un buen rato sin emitir palabra.
—Debemos entrar y comprobarlo.
—¡Esas cosas siguen ahí!
—¿A qué le temes? Es solo papel, ni siquiera nos ha hecho daño.
—¡Sí, pero están poseídas! ¿Quién sabe si pueden maldecirte?
Junior rodó los ojos. La sirvienta y sus cuentos paranormales... aunque, dado que las decoraciones habían cobrado vida y este parecía ser un sueño con una lógica absurda...
Ignorando el temor de la sirvienta, Junior abrió la puerta y se encontró con...
—No hay nada.
—¿¡Cómo!?
La sirvienta entró al escucharlo decir eso. Y en efecto, no había nada. Bueno, en realidad estaban las decoraciones de calabazas entre otras, pero todas las decoraciones de papel habían desaparecido, dándole un aspecto bastante vacío al salón.
—¡Oh, no! ¡Debemos encontrarlas, esto debe estar decorado para cuando lleguen los niños! —dijo Mey Rin, y de repente, salió corriendo hacia el pasillo.
Junior alzó una ceja. ¿Acaso no les tenía miedo? ¿Por qué, de repente, salió corriendo a buscarlas?
Con una expresión indiferente, fue tras ella.
Era su deber seguirla y ayudarla. Aunque fuera un sueño, un caballero debía ir al rescate de una dama en peligro.
"Que absurdo".
Aun cuando pensara que lo fuera, Junior esbozó una sonrisa.
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#Inkfest
"Día 1. ¡Consigue decoración tenebrosa! (spoiler: esta cobra vida y deberás atraparla)"
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Ese día, la mismísima mansión Phantomhive se había disfrazado. El conde había invitado a todos los niños del pueblo de sus tierras, y los sirvientes habían organizado la comida y las decoraciones en el gran salón, donde se celebraría la festividad por Halloween.
Junior tenía seis años en ese entonces, y se había asomado por curiosidad, ya que era una ocasión inusual. El conde Phantomhive rara vez organizaba este tipo de fiestas; es más, las eludía.
Así que podría decirse que fue la primera vez que Junior presenciaba una fiesta propiamente dicha de Halloween.
Los años anteriores solo había festejado con los sirvientes, con su primo y, si el conde estaba de buen humor, también con él. Por lo tanto, Junior mentiría si dijera que no estaba emocionado.
Pero su fisgoneo fue notado por Mey Rin, la sirvienta, quien, con una sonrisa alegre, lo arrastró hacia el interior del salón para que la ayudara a decorar. Como un caballero, si una dama le pedía ayuda con algo, Junior no podía negarse. Además, no era la primera vez que la ayudaba a colocar este tipo de decoraciones, incluso lo hacía en Navidad. Asintió sin chistar y, sabiendo qué hacer, fue hacia la caja de decoraciones y tomó una de papel que representaba a un clásico fantasma: una sábana con ojos que no asustaría a nadie... Ah, excepto a su primo.
Pero cuando se dispuso a colocarla en una pared, el papelito pareció removerse en su mano. Junior se extrañó, pensando primero que podría ser el viento, pero las ventanas estaban cerradas...
—¡Oh, no! ¿Qué está pasando con las decoraciones? —exclamó de repente Mey Rin, acercándose a cerrar las ventanas pensando que era el viento arruinando su arduo trabajo.
Junior la miró y entendió rápidamente. Las decoraciones habían empezado a moverse solas, como si fueran impulsadas por el viento, pero en realidad eran impulsadas por algo más.
De repente, notaron que las figuras de papel posaban sus pies en el suelo, en el caso de las brujas y los monstruos de la literatura, y comenzaban a caminar en manada, acercándose a ellos con intenciones desconocidas, que no parecían nada buenas... incluso le pareció ver que las brujas sonreían con malicia.
—Esto es una alucinación, ¿verdad? —inquirió Junior, mirando a la sirvienta, que estaba igual de estupefacta que él, aunque parecía más asustada.
Pronto se vieron rodeados por un centenar de decoraciones, y cada vez estaban más acorralados. Eran demasiados y no tenían mucho espacio para seguir retrocediendo...
—¡Ay, Dios mío! —decía Mey Rin atemorizada. Junior, en cambio, arqueó una ceja.
Luego de la sorpresa inicial y lo absurdo de la situación, comenzó a pensar que tal vez estaba soñando.
Por supuesto, habían habido señales desde el principio: el conde Phantomhive no organizaba fiestas ni sonreía, y hoy en el desayuno le había dedicado una suave sonrisa cuando le avisó de la celebración. Y ahora sucedía esto...
—¡Qué absurdo! —dijo Junior, y viendo que había un Frankenstein cerca de su pie, lo pisó.
Era solo papel, ¿qué podía hacerle?
Los papeles reanimados frenaron en seco, observando la acción de Junior y mirándose entre ellos.
Tenían expresiones de sorpresa, como si no se hubieran esperado que Junior hiciera eso al pobre Frankenstein, pero luego, como si se hubieran enfadado, arremetieron contra ellos, atacándolos en masa.
Eran de papel, no es como si hicieran mucho daño, pero de todas formas era molesto.
Entre la sirvienta y el joven amo los alejaron como pudieron, a manotazos y patadas. Fue Mey Rin quien terminó por agarrarlo de la mano y arrastrarlo fuera del salón, cerrando la puerta y apoyándose luego en ella, con el rostro lleno de confusión.
—¿Qué acaba de pasar? —preguntó luego de un rato de silencio, mirando a Junior como si él supiera la respuesta. Era natural que se dirigiera a él, ya que normalmente tenía respuesta para todo, pero en esta ocasión, ni siquiera él lo sabía con certeza.
—No tengo idea.
Se miraron entre sí, sin saber qué decirse. Fue Junior quien habló después de que estuvieron un buen rato sin emitir palabra.
—Debemos entrar y comprobarlo.
—¡Esas cosas siguen ahí!
—¿A qué le temes? Es solo papel, ni siquiera nos ha hecho daño.
—¡Sí, pero están poseídas! ¿Quién sabe si pueden maldecirte?
Junior rodó los ojos. La sirvienta y sus cuentos paranormales... aunque, dado que las decoraciones habían cobrado vida y este parecía ser un sueño con una lógica absurda...
Ignorando el temor de la sirvienta, Junior abrió la puerta y se encontró con...
—No hay nada.
—¿¡Cómo!?
La sirvienta entró al escucharlo decir eso. Y en efecto, no había nada. Bueno, en realidad estaban las decoraciones de calabazas entre otras, pero todas las decoraciones de papel habían desaparecido, dándole un aspecto bastante vacío al salón.
—¡Oh, no! ¡Debemos encontrarlas, esto debe estar decorado para cuando lleguen los niños! —dijo Mey Rin, y de repente, salió corriendo hacia el pasillo.
Junior alzó una ceja. ¿Acaso no les tenía miedo? ¿Por qué, de repente, salió corriendo a buscarlas?
Con una expresión indiferente, fue tras ella.
Era su deber seguirla y ayudarla. Aunque fuera un sueño, un caballero debía ir al rescate de una dama en peligro.
"Que absurdo".
Aun cuando pensara que lo fuera, Junior esbozó una sonrisa.
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#Inkfest