Aunque la escena floral del templo parecía pacífica, la calma que ofrecía el entorno no alcanzaba para mitigar las preocupaciones de los viajeros que cruzaban sus cimientos.
Vestida con una sencillez impecable, su figura era un ancla en medio del caos emocional que traían aquellos que buscaban sus conocimientos. Los que acudían a ella no lo hacían buscando remedios comunes; ellos sabían que lo que necesitaban no estaba en el ámbito de lo ordinario. Los viajeros llegaban con esperanzas y miedos, enfrentándose a enemigos que no eran de este mundo, y ella, con su calma calculada, les ofrecía lo necesario para resistir. Hoy, como tantas veces, las historias inconfesables flotaban en el aire, mientras ella, con movimientos precisos, colocaba un paquete de hojas secas y raíces sobre las manos de un hombre visiblemente cansado.
—Su efecto es fuerte. El enemigo que enfrentáis se alimenta de vuestro miedo. Si no mantenéis la mente clara, nada de esto os servirá.
Él, cargado de una preocupación visible, asintió mientras apretaba el paquete y se retiró en silencio.
Vestida con una sencillez impecable, su figura era un ancla en medio del caos emocional que traían aquellos que buscaban sus conocimientos. Los que acudían a ella no lo hacían buscando remedios comunes; ellos sabían que lo que necesitaban no estaba en el ámbito de lo ordinario. Los viajeros llegaban con esperanzas y miedos, enfrentándose a enemigos que no eran de este mundo, y ella, con su calma calculada, les ofrecía lo necesario para resistir. Hoy, como tantas veces, las historias inconfesables flotaban en el aire, mientras ella, con movimientos precisos, colocaba un paquete de hojas secas y raíces sobre las manos de un hombre visiblemente cansado.
—Su efecto es fuerte. El enemigo que enfrentáis se alimenta de vuestro miedo. Si no mantenéis la mente clara, nada de esto os servirá.
Él, cargado de una preocupación visible, asintió mientras apretaba el paquete y se retiró en silencio.
Aunque la escena floral del templo parecía pacífica, la calma que ofrecía el entorno no alcanzaba para mitigar las preocupaciones de los viajeros que cruzaban sus cimientos.
Vestida con una sencillez impecable, su figura era un ancla en medio del caos emocional que traían aquellos que buscaban sus conocimientos. Los que acudían a ella no lo hacían buscando remedios comunes; ellos sabían que lo que necesitaban no estaba en el ámbito de lo ordinario. Los viajeros llegaban con esperanzas y miedos, enfrentándose a enemigos que no eran de este mundo, y ella, con su calma calculada, les ofrecía lo necesario para resistir. Hoy, como tantas veces, las historias inconfesables flotaban en el aire, mientras ella, con movimientos precisos, colocaba un paquete de hojas secas y raíces sobre las manos de un hombre visiblemente cansado.
—Su efecto es fuerte. El enemigo que enfrentáis se alimenta de vuestro miedo. Si no mantenéis la mente clara, nada de esto os servirá.
Él, cargado de una preocupación visible, asintió mientras apretaba el paquete y se retiró en silencio.