La tormenta ruge con furia sobre la ciudad, lanzando ráfagas de viento helado y cortinas de lluvia que caen incesantes, golpeando los edificios con un estruendo ensordecedor. La oscuridad, interrumpida solo por relámpagos fugaces, hace que la ciudad parezca aún más gris y desolada de lo normal, una maraña de calles, aceras y luces titilantes bajo el manto de la tormenta.

En lo alto de un edificio, de pie en una estrecha cornisa, Monster observa el caos con indiferencia. La lluvia, tan violenta como un látigo en la piel de cualquiera que se atreva a caminar bajo ella, no toca ni una fibra de su ser. Las gotas parecen evitarlo, desviándose en el aire como si la mera presencia de Monster repeliera incluso a la naturaleza misma.

— Mira lo triste que es todo esto... —murmura, sus palabras arrastradas por el viento, aunque claras en su mente—. Pequeños animalitos, corriendo directo hacia su destino, creyendo que pueden escapar de lo inevitable.
La tormenta ruge con furia sobre la ciudad, lanzando ráfagas de viento helado y cortinas de lluvia que caen incesantes, golpeando los edificios con un estruendo ensordecedor. La oscuridad, interrumpida solo por relámpagos fugaces, hace que la ciudad parezca aún más gris y desolada de lo normal, una maraña de calles, aceras y luces titilantes bajo el manto de la tormenta. En lo alto de un edificio, de pie en una estrecha cornisa, Monster observa el caos con indiferencia. La lluvia, tan violenta como un látigo en la piel de cualquiera que se atreva a caminar bajo ella, no toca ni una fibra de su ser. Las gotas parecen evitarlo, desviándose en el aire como si la mera presencia de Monster repeliera incluso a la naturaleza misma. — Mira lo triste que es todo esto... —murmura, sus palabras arrastradas por el viento, aunque claras en su mente—. Pequeños animalitos, corriendo directo hacia su destino, creyendo que pueden escapar de lo inevitable.
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