Los copos de nieve que caían a su alrededor se congelaban en el aire, suspendidos como estrellas atrapadas en el éter, y los árboles viejos, retorcidos y sin hojas, parecían lentamente volver a ser jóvenes. No recordaba de dónde venía, ni cómo había llegado a ese lugar desolado. Sus recuerdos eran como fragmentos de un espejo roto, reflejando nada más que oscuridad. Era una criatura sin historia, sin forma ni propósito, perdida en la inmensidad de su propio olvido.
Entre la nieve, se quedó observando una flor entre sus dedos, sin comprender la dulzura del momento, sin poder experimentar la nostalgia de lo que alguna vez pudo haber sido. El viento volvió a soplar, acariciando su piel sin despertar en ella ningún estremecimiento, y la flor, pequeña y frágil, se marchitó en sus manos como un susurro de vida desvaneciéndose en el vacío.
Entonces, con la misma calma inerte que la había guiado hasta allí, se levantó, dejando que los fragmentos de la flor cayeran, y continuó su silenciosa existencia.
Entre la nieve, se quedó observando una flor entre sus dedos, sin comprender la dulzura del momento, sin poder experimentar la nostalgia de lo que alguna vez pudo haber sido. El viento volvió a soplar, acariciando su piel sin despertar en ella ningún estremecimiento, y la flor, pequeña y frágil, se marchitó en sus manos como un susurro de vida desvaneciéndose en el vacío.
Entonces, con la misma calma inerte que la había guiado hasta allí, se levantó, dejando que los fragmentos de la flor cayeran, y continuó su silenciosa existencia.
Los copos de nieve que caían a su alrededor se congelaban en el aire, suspendidos como estrellas atrapadas en el éter, y los árboles viejos, retorcidos y sin hojas, parecían lentamente volver a ser jóvenes. No recordaba de dónde venía, ni cómo había llegado a ese lugar desolado. Sus recuerdos eran como fragmentos de un espejo roto, reflejando nada más que oscuridad. Era una criatura sin historia, sin forma ni propósito, perdida en la inmensidad de su propio olvido.
Entre la nieve, se quedó observando una flor entre sus dedos, sin comprender la dulzura del momento, sin poder experimentar la nostalgia de lo que alguna vez pudo haber sido. El viento volvió a soplar, acariciando su piel sin despertar en ella ningún estremecimiento, y la flor, pequeña y frágil, se marchitó en sus manos como un susurro de vida desvaneciéndose en el vacío.
Entonces, con la misma calma inerte que la había guiado hasta allí, se levantó, dejando que los fragmentos de la flor cayeran, y continuó su silenciosa existencia.