La habitación estaba sumida en una penumbra agobiante, con las sombras retorciéndose en los rincones como si tuvieran vida propia. El aire, denso y pesado, era casi irrespirable, cargado con el hedor de un miedo tangible. Tu, atrapado en una pesadilla vivida, intentabas moverse, gritar, despertar, pero la parálisis era absoluta. Solo tus ojos desorbitados podían moverse, recorriendo la figura que se cernía sobre ti como un predador paciente y peligroso.

Monster, con su forma alargada y vaporosa, se materializó al borde de tu cama, sus ojos rojos como brasas incandescentes penetrando en tu débil alma que yacía inmóvil. Lentamente, se deslizó hasta colocarse sobre tu pecho, sentándose con una calma inquebrantable. Su peso, intangible pero sofocante, aplastaba tu cuerpo, hundiéndote cada vez más la sensación de desesperanza.

Un susurro como una ráfaga de viento helado se escapó de los labios del monstruo, acariciando tus oídos con un gélido escalofrío.

— Es curioso cómo la mente se quiebra cuando la realidad y el sueño se mezclan —murmuró, sus palabras impregnadas de un tono burlón que vibraba en la habitación—. ¿Ves cómo no puedes moverte? Es como si te hubieras entregado a mí... voluntariamente.
La habitación estaba sumida en una penumbra agobiante, con las sombras retorciéndose en los rincones como si tuvieran vida propia. El aire, denso y pesado, era casi irrespirable, cargado con el hedor de un miedo tangible. Tu, atrapado en una pesadilla vivida, intentabas moverse, gritar, despertar, pero la parálisis era absoluta. Solo tus ojos desorbitados podían moverse, recorriendo la figura que se cernía sobre ti como un predador paciente y peligroso. Monster, con su forma alargada y vaporosa, se materializó al borde de tu cama, sus ojos rojos como brasas incandescentes penetrando en tu débil alma que yacía inmóvil. Lentamente, se deslizó hasta colocarse sobre tu pecho, sentándose con una calma inquebrantable. Su peso, intangible pero sofocante, aplastaba tu cuerpo, hundiéndote cada vez más la sensación de desesperanza. Un susurro como una ráfaga de viento helado se escapó de los labios del monstruo, acariciando tus oídos con un gélido escalofrío. — Es curioso cómo la mente se quiebra cuando la realidad y el sueño se mezclan —murmuró, sus palabras impregnadas de un tono burlón que vibraba en la habitación—. ¿Ves cómo no puedes moverte? Es como si te hubieras entregado a mí... voluntariamente.
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