En el tranquilo y oscuro bosque, donde las hojas crujían bajo sus pies y la luz del sol apenas lograba filtrarse entre las copas de los árboles, Skuld avanzaba con paso ligero. A su lado, flotando a su altura, estaba un pequeño homúnculo de color rosa, no más grande que un puño, con ojos redondos y brillantes que lo observaban todo con curiosidad.

—Oye, ¿sabes por qué los árboles no juegan a las cartas? —preguntó Skuld con una sonrisa traviesa, mirando de reojo a su diminuto compañero.

El homúnculo, que no podía hablar en palabras, emitió un suave y agudo zumbido, como si estuviera preguntando "¿Por qué?"

—¡Porque hay demasiados tramposos! —exclamó Skuld, soltando una risita.

El homúnculo hizo un sonido que era una mezcla entre un suspiro y un chasquido, flotando un poco más cerca de Skuld, como si estuviera evaluando el chiste. Para cualquiera más, ese sonido habría sido un misterio, pero Skuld sabía que significaba algo así como "Eso fue terrible, pero me hizo gracia".

—Oh, vamos, ¡ese estuvo bueno! —insistió Skuld, dándole un pequeño empujón al homúnculo, que flotó en espiral por un momento antes de estabilizarse.

El homúnculo emitió otro zumbido, esta vez más agudo y rápido, lo que Skuld interpretó como un "Tienes algo mejor?"

—Ok, ok, tengo otro. ¿Cómo entrena una abeja? —preguntó, haciendo una pausa para añadir dramatismo.

El homúnculo giró sobre sí mismo, emitiendo un curioso "bzzzt" que Skuld entendió como "¿Qué hace?"

—¡Zum-ba! —anunció Skuld, soltando una carcajada.

El homúnculo dejó escapar un sonido que era claramente un chasquido de lengua, flotando de un lado a otro como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.

—¡Lo sé, lo sé, soy un genio del humor! —dijo Skuld, inflando el pecho con orgullo. Pero luego miró al homúnculo con una expresión más suave. —Sabes, aunque me encanta bromear, me alegra que estés aquí. No sería lo mismo explorar este bosque sin ti.

El homúnculo emitió un suave sonido, casi como un murmullo, y flotó un poco más cerca de Skuld, rodeándolo con una espiral de luz rosa que Skuld entendió perfectamente: "El sentimiento es mutuo".

Continuaron su camino, el silencio del bosque interrumpido solo por las risas de Skuld y los suaves zumbidos del homúnculo. Aunque para otros, su comunicación podría parecer un misterio insondable, para ellos era perfecta, un entendimiento profundo en medio de un bosque que, con cada paso, se sentía un poco menos misterioso y un poco más como un hogar.
En el tranquilo y oscuro bosque, donde las hojas crujían bajo sus pies y la luz del sol apenas lograba filtrarse entre las copas de los árboles, Skuld avanzaba con paso ligero. A su lado, flotando a su altura, estaba un pequeño homúnculo de color rosa, no más grande que un puño, con ojos redondos y brillantes que lo observaban todo con curiosidad. —Oye, ¿sabes por qué los árboles no juegan a las cartas? —preguntó Skuld con una sonrisa traviesa, mirando de reojo a su diminuto compañero. El homúnculo, que no podía hablar en palabras, emitió un suave y agudo zumbido, como si estuviera preguntando "¿Por qué?" —¡Porque hay demasiados tramposos! —exclamó Skuld, soltando una risita. El homúnculo hizo un sonido que era una mezcla entre un suspiro y un chasquido, flotando un poco más cerca de Skuld, como si estuviera evaluando el chiste. Para cualquiera más, ese sonido habría sido un misterio, pero Skuld sabía que significaba algo así como "Eso fue terrible, pero me hizo gracia". —Oh, vamos, ¡ese estuvo bueno! —insistió Skuld, dándole un pequeño empujón al homúnculo, que flotó en espiral por un momento antes de estabilizarse. El homúnculo emitió otro zumbido, esta vez más agudo y rápido, lo que Skuld interpretó como un "Tienes algo mejor?" —Ok, ok, tengo otro. ¿Cómo entrena una abeja? —preguntó, haciendo una pausa para añadir dramatismo. El homúnculo giró sobre sí mismo, emitiendo un curioso "bzzzt" que Skuld entendió como "¿Qué hace?" —¡Zum-ba! —anunció Skuld, soltando una carcajada. El homúnculo dejó escapar un sonido que era claramente un chasquido de lengua, flotando de un lado a otro como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar. —¡Lo sé, lo sé, soy un genio del humor! —dijo Skuld, inflando el pecho con orgullo. Pero luego miró al homúnculo con una expresión más suave. —Sabes, aunque me encanta bromear, me alegra que estés aquí. No sería lo mismo explorar este bosque sin ti. El homúnculo emitió un suave sonido, casi como un murmullo, y flotó un poco más cerca de Skuld, rodeándolo con una espiral de luz rosa que Skuld entendió perfectamente: "El sentimiento es mutuo". Continuaron su camino, el silencio del bosque interrumpido solo por las risas de Skuld y los suaves zumbidos del homúnculo. Aunque para otros, su comunicación podría parecer un misterio insondable, para ellos era perfecta, un entendimiento profundo en medio de un bosque que, con cada paso, se sentía un poco menos misterioso y un poco más como un hogar.
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