• Género Femenino
  • Raza Tiefling
  • Fandom OC
  • Hechicera
  • Soltero(a)
  • Cumpleaños 1 de abril
  • 15 Publicaciones
  • 12 Escenas
  • Se unió en julio 2024
Otra información
  • Tipo de personaje
    2D
  • Longitud narrativa
    Una línea , Semi-párrafo , Párrafo , Multi-párrafo
  • Categorías de rol
    Acción , Anime & Mangas , Aventura , Comedia , Drama , Fantasía , Romance , Slice of Life , Suspenso , Original , Terror
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  • — Si solo debo seguir un camino, debe ser imposible perderse, ¿No? — lleva una hora caminando sin detenerse por qué ya le dió pena haberse equivocado.
    — Si solo debo seguir un camino, debe ser imposible perderse, ¿No? — lleva una hora caminando sin detenerse por qué ya le dió pena haberse equivocado.
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  • Oye, Cayus, ¿Viste donde deje el mapa?
    Oye, Cayus, ¿Viste donde deje el mapa?
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  • En el tranquilo y oscuro bosque, donde las hojas crujían bajo sus pies y la luz del sol apenas lograba filtrarse entre las copas de los árboles, Skuld avanzaba con paso ligero. A su lado, flotando a su altura, estaba un pequeño homúnculo de color rosa, no más grande que un puño, con ojos redondos y brillantes que lo observaban todo con curiosidad.

    —Oye, ¿sabes por qué los árboles no juegan a las cartas? —preguntó Skuld con una sonrisa traviesa, mirando de reojo a su diminuto compañero.

    El homúnculo, que no podía hablar en palabras, emitió un suave y agudo zumbido, como si estuviera preguntando "¿Por qué?"

    —¡Porque hay demasiados tramposos! —exclamó Skuld, soltando una risita.

    El homúnculo hizo un sonido que era una mezcla entre un suspiro y un chasquido, flotando un poco más cerca de Skuld, como si estuviera evaluando el chiste. Para cualquiera más, ese sonido habría sido un misterio, pero Skuld sabía que significaba algo así como "Eso fue terrible, pero me hizo gracia".

    —Oh, vamos, ¡ese estuvo bueno! —insistió Skuld, dándole un pequeño empujón al homúnculo, que flotó en espiral por un momento antes de estabilizarse.

    El homúnculo emitió otro zumbido, esta vez más agudo y rápido, lo que Skuld interpretó como un "Tienes algo mejor?"

    —Ok, ok, tengo otro. ¿Cómo entrena una abeja? —preguntó, haciendo una pausa para añadir dramatismo.

    El homúnculo giró sobre sí mismo, emitiendo un curioso "bzzzt" que Skuld entendió como "¿Qué hace?"

    —¡Zum-ba! —anunció Skuld, soltando una carcajada.

    El homúnculo dejó escapar un sonido que era claramente un chasquido de lengua, flotando de un lado a otro como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.

    —¡Lo sé, lo sé, soy un genio del humor! —dijo Skuld, inflando el pecho con orgullo. Pero luego miró al homúnculo con una expresión más suave. —Sabes, aunque me encanta bromear, me alegra que estés aquí. No sería lo mismo explorar este bosque sin ti.

    El homúnculo emitió un suave sonido, casi como un murmullo, y flotó un poco más cerca de Skuld, rodeándolo con una espiral de luz rosa que Skuld entendió perfectamente: "El sentimiento es mutuo".

    Continuaron su camino, el silencio del bosque interrumpido solo por las risas de Skuld y los suaves zumbidos del homúnculo. Aunque para otros, su comunicación podría parecer un misterio insondable, para ellos era perfecta, un entendimiento profundo en medio de un bosque que, con cada paso, se sentía un poco menos misterioso y un poco más como un hogar.
    En el tranquilo y oscuro bosque, donde las hojas crujían bajo sus pies y la luz del sol apenas lograba filtrarse entre las copas de los árboles, Skuld avanzaba con paso ligero. A su lado, flotando a su altura, estaba un pequeño homúnculo de color rosa, no más grande que un puño, con ojos redondos y brillantes que lo observaban todo con curiosidad. —Oye, ¿sabes por qué los árboles no juegan a las cartas? —preguntó Skuld con una sonrisa traviesa, mirando de reojo a su diminuto compañero. El homúnculo, que no podía hablar en palabras, emitió un suave y agudo zumbido, como si estuviera preguntando "¿Por qué?" —¡Porque hay demasiados tramposos! —exclamó Skuld, soltando una risita. El homúnculo hizo un sonido que era una mezcla entre un suspiro y un chasquido, flotando un poco más cerca de Skuld, como si estuviera evaluando el chiste. Para cualquiera más, ese sonido habría sido un misterio, pero Skuld sabía que significaba algo así como "Eso fue terrible, pero me hizo gracia". —Oh, vamos, ¡ese estuvo bueno! —insistió Skuld, dándole un pequeño empujón al homúnculo, que flotó en espiral por un momento antes de estabilizarse. El homúnculo emitió otro zumbido, esta vez más agudo y rápido, lo que Skuld interpretó como un "Tienes algo mejor?" —Ok, ok, tengo otro. ¿Cómo entrena una abeja? —preguntó, haciendo una pausa para añadir dramatismo. El homúnculo giró sobre sí mismo, emitiendo un curioso "bzzzt" que Skuld entendió como "¿Qué hace?" —¡Zum-ba! —anunció Skuld, soltando una carcajada. El homúnculo dejó escapar un sonido que era claramente un chasquido de lengua, flotando de un lado a otro como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar. —¡Lo sé, lo sé, soy un genio del humor! —dijo Skuld, inflando el pecho con orgullo. Pero luego miró al homúnculo con una expresión más suave. —Sabes, aunque me encanta bromear, me alegra que estés aquí. No sería lo mismo explorar este bosque sin ti. El homúnculo emitió un suave sonido, casi como un murmullo, y flotó un poco más cerca de Skuld, rodeándolo con una espiral de luz rosa que Skuld entendió perfectamente: "El sentimiento es mutuo". Continuaron su camino, el silencio del bosque interrumpido solo por las risas de Skuld y los suaves zumbidos del homúnculo. Aunque para otros, su comunicación podría parecer un misterio insondable, para ellos era perfecta, un entendimiento profundo en medio de un bosque que, con cada paso, se sentía un poco menos misterioso y un poco más como un hogar.
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  • 𝐈𝐧𝐟𝐚𝐧𝐜𝐢𝐚

    En un pequeño pueblo rodeado de bosques y colinas, vivía una familia que destacaba no solo por su bondad, sino también por su aspecto peculiar. Skuld, la hija menor, había heredado características de sus ancestros tiefling, ojos brillantes y cuernos curvados, excepto su piel, la cual mantenía esa tonalidad rosácea típica de los humanos. A diferencia de sus padres, Ada y Tormund, y su hermano mayor, Eirik, que tenían apariencias humanas comunes, Skuld era un recordatorio constante de una herencia ancestral que muchos en el pueblo preferían olvidar.

    Desde su nacimiento, Ada y Tormund protegieron a Skuld con todo su amor y cuidado. Sabían que el mundo fuera de su hogar podía ser cruel, pero estaban decididos a enseñarle a su hija que su singularidad era una fortaleza, no una debilidad. Eirik, siempre el hermano protector, jugaba con Skuld y la defendía de las miradas y susurros de los aldeanos.

    Sin embargo, la malicia y el miedo de los habitantes del pueblo no tardaron en manifestarse. Los niños evitaban jugar con Skuld y algunos adultos incluso advertían a sus propios hijos que se mantuvieran alejados de la "niña demonio". Los rumores se esparcieron como el fuego, sugiriendo que la familia de Skuld estaba maldita, y que su presencia traería desdicha a la comunidad.

    Cada día, Skuld enfrentaba miradas de desprecio y palabras hirientes. Su corazón joven se llenaba de tristeza, y a menudo se refugiaba en el bosque cercano, donde encontraba consuelo en la naturaleza y en los animales que no la juzgaban por su apariencia. En esos momentos, Ada la encontraba y la abrazaba, recordándole que era amada y que su familia siempre estaría a su lado.

    Una noche, los aldeanos, incitados por el miedo y la superstición, decidieron confrontar a la familia. Con antorchas y armas improvisadas, se reunieron frente a la casa de Skuld, exigiendo que se marcharan. Tormund, con Eirik a su lado, salió a enfrentarlos, intentando calmar la multitud con palabras de paz y razón. Pero el odio era demasiado profundo.

    Fue en ese momento que Skuld, tomando valor de la fuerza y amor que su familia le había dado, salió de la casa y se paró junto a su padre y hermano. Con voz firme, les habló a los aldeanos, no con odio, sino con una sabiduría y compasión que desarmó su ira. Les recordó que todos eran diferentes a su manera y que el miedo solo los dividía.

    Aunque no todos los corazones fueron cambiados esa noche, algunos empezaron a ver más allá de su apariencia. Con el tiempo, la familia de Skuld demostró ser una parte invaluable de la comunidad, y lentamente, las heridas comenzaron a sanar.

    A medida que Skuld crecía, su interés por la magia y el deseo de aprender más sobre sus habilidades se hicieron más fuertes. Sus padres, reconociendo su talento innato y queriendo lo mejor para ella, contactaron con una prestigiosa escuela de hechicería en una ciudad lejana. Con el apoyo incondicional de su familia, Skuld se despidió de su hogar y de aquellos pocos que habían llegado a aceptarla.

    La despedida fue agridulce, llena de lágrimas y abrazos. Ada y Tormund le recordaron que siempre estarían orgullosos de ella, mientras Eirik, con una sonrisa y ojos llenos de lágrimas, le prometió que siempre la llevaría en su corazón. Skuld partió con la esperanza de un futuro brillante y la determinación de convertirse en una hechicera que pudiera ayudar a los demás, sin importar las apariencias.

    Al adentrarse en el camino hacia su nueva vida, Skuld sintió una mezcla de emoción y nerviosismo, pero sobre todo, un profundo agradecimiento por la familia que siempre la había amado y protegido. Sabía que su viaje no sería fácil, pero con el recuerdo de su hogar en su corazón, estaba lista para enfrentar cualquier desafío que el destino le presentara.

    #monorol
    𝐈𝐧𝐟𝐚𝐧𝐜𝐢𝐚 En un pequeño pueblo rodeado de bosques y colinas, vivía una familia que destacaba no solo por su bondad, sino también por su aspecto peculiar. Skuld, la hija menor, había heredado características de sus ancestros tiefling, ojos brillantes y cuernos curvados, excepto su piel, la cual mantenía esa tonalidad rosácea típica de los humanos. A diferencia de sus padres, Ada y Tormund, y su hermano mayor, Eirik, que tenían apariencias humanas comunes, Skuld era un recordatorio constante de una herencia ancestral que muchos en el pueblo preferían olvidar. Desde su nacimiento, Ada y Tormund protegieron a Skuld con todo su amor y cuidado. Sabían que el mundo fuera de su hogar podía ser cruel, pero estaban decididos a enseñarle a su hija que su singularidad era una fortaleza, no una debilidad. Eirik, siempre el hermano protector, jugaba con Skuld y la defendía de las miradas y susurros de los aldeanos. Sin embargo, la malicia y el miedo de los habitantes del pueblo no tardaron en manifestarse. Los niños evitaban jugar con Skuld y algunos adultos incluso advertían a sus propios hijos que se mantuvieran alejados de la "niña demonio". Los rumores se esparcieron como el fuego, sugiriendo que la familia de Skuld estaba maldita, y que su presencia traería desdicha a la comunidad. Cada día, Skuld enfrentaba miradas de desprecio y palabras hirientes. Su corazón joven se llenaba de tristeza, y a menudo se refugiaba en el bosque cercano, donde encontraba consuelo en la naturaleza y en los animales que no la juzgaban por su apariencia. En esos momentos, Ada la encontraba y la abrazaba, recordándole que era amada y que su familia siempre estaría a su lado. Una noche, los aldeanos, incitados por el miedo y la superstición, decidieron confrontar a la familia. Con antorchas y armas improvisadas, se reunieron frente a la casa de Skuld, exigiendo que se marcharan. Tormund, con Eirik a su lado, salió a enfrentarlos, intentando calmar la multitud con palabras de paz y razón. Pero el odio era demasiado profundo. Fue en ese momento que Skuld, tomando valor de la fuerza y amor que su familia le había dado, salió de la casa y se paró junto a su padre y hermano. Con voz firme, les habló a los aldeanos, no con odio, sino con una sabiduría y compasión que desarmó su ira. Les recordó que todos eran diferentes a su manera y que el miedo solo los dividía. Aunque no todos los corazones fueron cambiados esa noche, algunos empezaron a ver más allá de su apariencia. Con el tiempo, la familia de Skuld demostró ser una parte invaluable de la comunidad, y lentamente, las heridas comenzaron a sanar. A medida que Skuld crecía, su interés por la magia y el deseo de aprender más sobre sus habilidades se hicieron más fuertes. Sus padres, reconociendo su talento innato y queriendo lo mejor para ella, contactaron con una prestigiosa escuela de hechicería en una ciudad lejana. Con el apoyo incondicional de su familia, Skuld se despidió de su hogar y de aquellos pocos que habían llegado a aceptarla. La despedida fue agridulce, llena de lágrimas y abrazos. Ada y Tormund le recordaron que siempre estarían orgullosos de ella, mientras Eirik, con una sonrisa y ojos llenos de lágrimas, le prometió que siempre la llevaría en su corazón. Skuld partió con la esperanza de un futuro brillante y la determinación de convertirse en una hechicera que pudiera ayudar a los demás, sin importar las apariencias. Al adentrarse en el camino hacia su nueva vida, Skuld sintió una mezcla de emoción y nerviosismo, pero sobre todo, un profundo agradecimiento por la familia que siempre la había amado y protegido. Sabía que su viaje no sería fácil, pero con el recuerdo de su hogar en su corazón, estaba lista para enfrentar cualquier desafío que el destino le presentara. #monorol
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  • °˖➴ 𝜗 Continuación...

    Al saber que sus súplicas habían sido escuchadas, Skuld pudo suspirar tranquila. Cayus también se relajó, entendiendo el nerviosismo tan repentino de su ama. Aunque la criatura era relativamente nueva en la vida de la tiefling, había sido testigo de malas caras y comentarios hirientes por parte de compañeros de clase en más de una ocasión. Sabía que su creadora no se desenvolvía bien en multitudes y no podía más que consolarla, escondiéndose entre su capucha y apegándose a su mejilla con recelo, siempre vigilando al hasta ahora desconocido. Cayus era un homúnculo diminuto, de textura gelatinosa y color rosa, que emitía un leve brillo en la oscuridad, proporcionando una presencia reconfortante y vigilante para Skuld.

    Inicialmente, el plan de Skuld era salir por su propio pie; el que su contrario tomara la iniciativa de ayudarla, apoyándose en él, le tomó por sorpresa. Ese tipo de cercanía era bastante inusual para ella, al grado que no supo cómo reaccionar. Su mente se congeló y solo siguió aquellas indicaciones invisibles que entendía por aquellos agarres de apoyo. Sentía el calor humano, algo que rara vez experimentaba, y esto la hizo sentirse extrañamente segura, aunque también confundida.

    – Los de mi especie generalmente no formamos comunidad, nos alejamos por nuestro propio bien. No somos vistos con buenos ojos. –

    Alcanzó a responder en murmullos, precavida en todo momento de sus alrededores. Sus ojos, de un profundo azul claro, brillaban con una mezcla de miedo y gratitud mientras observaba a su salvador.

    Salir de aquella clínica apenas resultó ser el paso inicial de aquella pequeña desventura. Las calles, llenas aún de gente, aumentaron la ansiedad que la joven sentía. Las luces brillantes y los murmullos de la multitud la abrumaban. Al ir sujetándose a su salvador, el encargado de salvaguardar su identidad era su fiel y querido homúnculo. Cayus valientemente se aferraba con todas sus diminutas fuerzas en mantener aquella capucha en su lugar. Cada vez que alguien se acercaba demasiado, Cayus se inflaba ligeramente, como si quisiera parecer más grande y protector de lo que realmente era.

    Cuando finalmente llegaron a aquella posada, Skuld podía sentir cómo la tranquilidad volvía a su alma. La posada tenía una fachada rústica, con paredes de madera y ventanas pequeñas que dejaban filtrar una luz cálida y acogedora. Aún faltaba una última parte: llegar a una habitación. Observó el lugar; se veía tranquilo, con poca gente y un ambiente acogedor. En cierta manera le recordó a su hogar de la infancia, humilde pero cálido. Recordó los días en los que su madre le preparaba sopa de hierbas y su padre tallaba figurillas de madera junto a la chimenea.

    El cuerpo de un tiefling es más resistente que el de otras razas, pero a estas alturas, Skuld se había forzado al límite en mantenerse consciente a pesar del malestar que sentía por el uso de su mana. Su cuerpo, naturalmente cálido, comenzaba a disminuir su temperatura. Sentía un frío que se extendía desde sus extremidades hasta su núcleo, un indicio de que había sobrepasado sus límites.

    – Quedémonos aquí, me agrada. –

    Murmuró con dificultad. Podía percibirse el agotamiento en su voz, que sonaba rasposa y débil. Cayus, rápidamente, flotó y comenzó a golpear su cuerpecito contra la mejilla del desconocido, en un intento por apresurarlo, aunque realmente no era un gran impacto al tratarse de una pequeña criatura de textura gelatinosa. Sus golpes eran más un recordatorio que una amenaza, y el leve sonido que emitían era casi reconfortante en su persistencia.

    𝙸𝚜𝚔𝚊𝚕𝚍
    °˖➴ 𝜗 Continuación... Al saber que sus súplicas habían sido escuchadas, Skuld pudo suspirar tranquila. Cayus también se relajó, entendiendo el nerviosismo tan repentino de su ama. Aunque la criatura era relativamente nueva en la vida de la tiefling, había sido testigo de malas caras y comentarios hirientes por parte de compañeros de clase en más de una ocasión. Sabía que su creadora no se desenvolvía bien en multitudes y no podía más que consolarla, escondiéndose entre su capucha y apegándose a su mejilla con recelo, siempre vigilando al hasta ahora desconocido. Cayus era un homúnculo diminuto, de textura gelatinosa y color rosa, que emitía un leve brillo en la oscuridad, proporcionando una presencia reconfortante y vigilante para Skuld. Inicialmente, el plan de Skuld era salir por su propio pie; el que su contrario tomara la iniciativa de ayudarla, apoyándose en él, le tomó por sorpresa. Ese tipo de cercanía era bastante inusual para ella, al grado que no supo cómo reaccionar. Su mente se congeló y solo siguió aquellas indicaciones invisibles que entendía por aquellos agarres de apoyo. Sentía el calor humano, algo que rara vez experimentaba, y esto la hizo sentirse extrañamente segura, aunque también confundida. – Los de mi especie generalmente no formamos comunidad, nos alejamos por nuestro propio bien. No somos vistos con buenos ojos. – Alcanzó a responder en murmullos, precavida en todo momento de sus alrededores. Sus ojos, de un profundo azul claro, brillaban con una mezcla de miedo y gratitud mientras observaba a su salvador. Salir de aquella clínica apenas resultó ser el paso inicial de aquella pequeña desventura. Las calles, llenas aún de gente, aumentaron la ansiedad que la joven sentía. Las luces brillantes y los murmullos de la multitud la abrumaban. Al ir sujetándose a su salvador, el encargado de salvaguardar su identidad era su fiel y querido homúnculo. Cayus valientemente se aferraba con todas sus diminutas fuerzas en mantener aquella capucha en su lugar. Cada vez que alguien se acercaba demasiado, Cayus se inflaba ligeramente, como si quisiera parecer más grande y protector de lo que realmente era. Cuando finalmente llegaron a aquella posada, Skuld podía sentir cómo la tranquilidad volvía a su alma. La posada tenía una fachada rústica, con paredes de madera y ventanas pequeñas que dejaban filtrar una luz cálida y acogedora. Aún faltaba una última parte: llegar a una habitación. Observó el lugar; se veía tranquilo, con poca gente y un ambiente acogedor. En cierta manera le recordó a su hogar de la infancia, humilde pero cálido. Recordó los días en los que su madre le preparaba sopa de hierbas y su padre tallaba figurillas de madera junto a la chimenea. El cuerpo de un tiefling es más resistente que el de otras razas, pero a estas alturas, Skuld se había forzado al límite en mantenerse consciente a pesar del malestar que sentía por el uso de su mana. Su cuerpo, naturalmente cálido, comenzaba a disminuir su temperatura. Sentía un frío que se extendía desde sus extremidades hasta su núcleo, un indicio de que había sobrepasado sus límites. – Quedémonos aquí, me agrada. – Murmuró con dificultad. Podía percibirse el agotamiento en su voz, que sonaba rasposa y débil. Cayus, rápidamente, flotó y comenzó a golpear su cuerpecito contra la mejilla del desconocido, en un intento por apresurarlo, aunque realmente no era un gran impacto al tratarse de una pequeña criatura de textura gelatinosa. Sus golpes eran más un recordatorio que una amenaza, y el leve sonido que emitían era casi reconfortante en su persistencia. [v0r5t]
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