Era tarde y conducía por las calles desérticas de la ciudad.
El viento fresco le sacudía el cabello y la ropa. Grey había dejado el descapotable abierto precisamente para disfrutar de la sensación de la brisa de la costa de Brighton.
Echó un vistazo hacia el mar, que bajo la luz de la luna parecía emitir destellos como las estrellas del cielo nocturno, difíciles de observar por la contaminación lumínica.
Miró hacia el frente para asegurarse de que no había algún otro vehículo en el camino con el que pudiera chocar por accidente, y de nuevo se concentró en mirar el mar. La gran masa de agua le transmitía calma y mantenía a raya la melancolía que parecía surgir de la silenciosa madrugada, o tal vez, era el alcohol que corría por sus venas.
De cualquier forma, Grey estaba de regreso a casa luego de haber viajado largos kilómetros solo por una fiesta en la playa, un capricho del momento, un impulso guiado por las razones habituales: ir hacia lo que lo hace sentirse bien.
Y era lo natural, cualquier persona elegiría esa opción; nadie disfrutaba de hundirse en la tristeza que provocaba la añoranza de una persona inalcanzable.
No.
Decir que era inalcanzable solo hacía que la deseara más; amaba los desafíos, y quizás eso era lo que lo mantenía tan obstinado al respecto.
Pero un día se aburriría y lo dejaría ir, o tal vez, estos sentimientos no se irían nunca, y como un fruto sin cultivar, se pudrirían y a él por dentro.
El viento fresco le sacudía el cabello y la ropa. Grey había dejado el descapotable abierto precisamente para disfrutar de la sensación de la brisa de la costa de Brighton.
Echó un vistazo hacia el mar, que bajo la luz de la luna parecía emitir destellos como las estrellas del cielo nocturno, difíciles de observar por la contaminación lumínica.
Miró hacia el frente para asegurarse de que no había algún otro vehículo en el camino con el que pudiera chocar por accidente, y de nuevo se concentró en mirar el mar. La gran masa de agua le transmitía calma y mantenía a raya la melancolía que parecía surgir de la silenciosa madrugada, o tal vez, era el alcohol que corría por sus venas.
De cualquier forma, Grey estaba de regreso a casa luego de haber viajado largos kilómetros solo por una fiesta en la playa, un capricho del momento, un impulso guiado por las razones habituales: ir hacia lo que lo hace sentirse bien.
Y era lo natural, cualquier persona elegiría esa opción; nadie disfrutaba de hundirse en la tristeza que provocaba la añoranza de una persona inalcanzable.
No.
Decir que era inalcanzable solo hacía que la deseara más; amaba los desafíos, y quizás eso era lo que lo mantenía tan obstinado al respecto.
Pero un día se aburriría y lo dejaría ir, o tal vez, estos sentimientos no se irían nunca, y como un fruto sin cultivar, se pudrirían y a él por dentro.
Era tarde y conducía por las calles desérticas de la ciudad.
El viento fresco le sacudía el cabello y la ropa. Grey había dejado el descapotable abierto precisamente para disfrutar de la sensación de la brisa de la costa de Brighton.
Echó un vistazo hacia el mar, que bajo la luz de la luna parecía emitir destellos como las estrellas del cielo nocturno, difíciles de observar por la contaminación lumínica.
Miró hacia el frente para asegurarse de que no había algún otro vehículo en el camino con el que pudiera chocar por accidente, y de nuevo se concentró en mirar el mar. La gran masa de agua le transmitía calma y mantenía a raya la melancolía que parecía surgir de la silenciosa madrugada, o tal vez, era el alcohol que corría por sus venas.
De cualquier forma, Grey estaba de regreso a casa luego de haber viajado largos kilómetros solo por una fiesta en la playa, un capricho del momento, un impulso guiado por las razones habituales: ir hacia lo que lo hace sentirse bien.
Y era lo natural, cualquier persona elegiría esa opción; nadie disfrutaba de hundirse en la tristeza que provocaba la añoranza de una persona inalcanzable.
No.
Decir que era inalcanzable solo hacía que la deseara más; amaba los desafíos, y quizás eso era lo que lo mantenía tan obstinado al respecto.
Pero un día se aburriría y lo dejaría ir, o tal vez, estos sentimientos no se irían nunca, y como un fruto sin cultivar, se pudrirían y a él por dentro.