En un bosque antiguo y profundo, donde los árboles parecen susurrar secretos ancestrales, el mediador avanzaba con cautela. Sus pasos resonaban sobre las hojas crujientes. La luz del sol apenas penetraba el dosel espeso, creando un mosaico de sombras en el suelo.

Yukine había escuchado rumores sobre una criatura mítica que habitaba este bosque. Los aldeanos hablaban de un ser con plumas de fuego y ojos que brillaban como estrellas. Algunos decían que era un guardián, mientras que otros afirmaban que era un mensajero de los dioses.

El mago se detuvo junto a un arroyo cristalino. El agua murmuraba melodías antiguas mientras serpenteadas entre las piedras. Allí, en la penumbra, vio una figura majestuosa: un fénix. Sus plumas eran de un rojo intenso, y sus ojos dorados parecían contener la sabiduría de los siglos.

No esperaba encontrar a la criatura tan pronto y de manera tan inesperada, avanzo hacia esta con precaución, pero esta le vio y fijo su mirada en el joven y le dejo avanzar lo suficiente hacia esta.

Yukine se arrodilló ante la criatura. “¿Eres tú el guardián de este bosque?” preguntó con reverencia.

El fénix extendió sus alas y emitió un canto melodioso. “Soy Aeliana”, dijo su voz resonante. “No soy un guardián ni un mensajero. Soy la esencia misma de este lugar. Protejo su equilibrio y su magia.”

"Se quien eres, has sido elegido como Mediador, la representación terrenal de nosotros los elementales, tu existencia es vital para nosotros y para el mundo, por eso mediador tengo una petición para ti"

El mago sintió una oleada de asombro. “¿Qué deseas de mí un ser elemental?”

La criatura se inclinó hacia él. “El bosque está en peligro. Las sombras se extienden, y la magia se debilita. Necesito tu ayuda, mediador. Debes encontrar el corazón del bosque y reavivar su esencia.”

Yukine asintió. “Lo haré, noble Aeliana. Pero, ¿cómo puedo encontrar el corazón del bosque?”

El fénix extendió una garra y dejó caer una hoja dorada en la palma del mago. “Sigue el río hasta su origen. Allí encontrarás una cueva oculta. En su interior, hallarás el corazón, una piedra luminosa que late al ritmo del mundo.”

Yukine se puso en pie, sosteniendo la hoja dorada con reverencia. “Gracias, Aeliana. No fallaré.”

Con un último canto, el fénix se elevó en el aire y desapareció entre las ramas. Yukine se adentró en el bosque, su corazón lleno de determinación. La búsqueda del corazón del bosque.
En un bosque antiguo y profundo, donde los árboles parecen susurrar secretos ancestrales, el mediador avanzaba con cautela. Sus pasos resonaban sobre las hojas crujientes. La luz del sol apenas penetraba el dosel espeso, creando un mosaico de sombras en el suelo. Yukine había escuchado rumores sobre una criatura mítica que habitaba este bosque. Los aldeanos hablaban de un ser con plumas de fuego y ojos que brillaban como estrellas. Algunos decían que era un guardián, mientras que otros afirmaban que era un mensajero de los dioses. El mago se detuvo junto a un arroyo cristalino. El agua murmuraba melodías antiguas mientras serpenteadas entre las piedras. Allí, en la penumbra, vio una figura majestuosa: un fénix. Sus plumas eran de un rojo intenso, y sus ojos dorados parecían contener la sabiduría de los siglos. No esperaba encontrar a la criatura tan pronto y de manera tan inesperada, avanzo hacia esta con precaución, pero esta le vio y fijo su mirada en el joven y le dejo avanzar lo suficiente hacia esta. Yukine se arrodilló ante la criatura. “¿Eres tú el guardián de este bosque?” preguntó con reverencia. El fénix extendió sus alas y emitió un canto melodioso. “Soy Aeliana”, dijo su voz resonante. “No soy un guardián ni un mensajero. Soy la esencia misma de este lugar. Protejo su equilibrio y su magia.” "Se quien eres, has sido elegido como Mediador, la representación terrenal de nosotros los elementales, tu existencia es vital para nosotros y para el mundo, por eso mediador tengo una petición para ti" El mago sintió una oleada de asombro. “¿Qué deseas de mí un ser elemental?” La criatura se inclinó hacia él. “El bosque está en peligro. Las sombras se extienden, y la magia se debilita. Necesito tu ayuda, mediador. Debes encontrar el corazón del bosque y reavivar su esencia.” Yukine asintió. “Lo haré, noble Aeliana. Pero, ¿cómo puedo encontrar el corazón del bosque?” El fénix extendió una garra y dejó caer una hoja dorada en la palma del mago. “Sigue el río hasta su origen. Allí encontrarás una cueva oculta. En su interior, hallarás el corazón, una piedra luminosa que late al ritmo del mundo.” Yukine se puso en pie, sosteniendo la hoja dorada con reverencia. “Gracias, Aeliana. No fallaré.” Con un último canto, el fénix se elevó en el aire y desapareció entre las ramas. Yukine se adentró en el bosque, su corazón lleno de determinación. La búsqueda del corazón del bosque.
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