Sus ojos entrecerrados, la expresión relajada y la respiración acompasada, el joven parecía haberse dejado llevar por un placentero descanso.

Estiró una de sus manos, acariciando con delicadeza el pelaje sedoso. Era tan suave que bien podría servir como la más confortable de las almohadas. Una pequeña sonrisa curvó sus labios mientras se hundía aún más en la calidez y el cobijo de sus nueve colas.
Sus ojos entrecerrados, la expresión relajada y la respiración acompasada, el joven parecía haberse dejado llevar por un placentero descanso. Estiró una de sus manos, acariciando con delicadeza el pelaje sedoso. Era tan suave que bien podría servir como la más confortable de las almohadas. Una pequeña sonrisa curvó sus labios mientras se hundía aún más en la calidez y el cobijo de sus nueve colas.
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