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Shoko estaba sentada en su oficina del hospital, mirando por la ventana mientras el sol se ponía lentamente en el horizonte. Sus pensamientos vagaban por los años que había compartido con Gojo Satoru, una amistad que había comenzado en su juventud y había perdurado a través de innumerables desafíos y triunfos. Desde el primer día en la Escuela Técnica de Jujutsu, Satoru había sido un torbellino de energía y confianza. Su carisma y habilidades incomparables lo habían convertido en el centro de atención de todos, pero para Shoko, él era simplemente Satoru, su amigo. Recordaba con una sonrisa las veces que él había tratado de impresionarla con sus técnicas, solo para recibir una mirada desaprobadora o una carcajada.

A lo largo de los años, habían compartido mucho más que solo batallas contra maldiciones. Habían compartido secretos, miedos, y perdidas. Satoru siempre había estado allí para ella, ya sea para animarla con su optimismo inquebrantable o para ofrecerle un hombro en el que apoyarse cuando las cosas se ponían difíciles. Shoko sabía que detrás de su fachada arrogante y despreocupada, Satoru tenía un corazón generoso y un sentido profundo de responsabilidad hacia aquellos que amaba.

Habían tenido sus desacuerdos, como cualquier amigo de verdad, pero siempre habían encontrado la manera de superar las diferencias y fortalecer su vínculo. Satoru, a su manera, siempre se había asegurado de que Shoko nunca se sintiera sola, incluso en los momentos más oscuros. Su presencia era una constante, un recordatorio de que, sin importar qué, siempre tendrían el uno al otro. Suspiró y se reclinó en su silla, sintiendo una mezcla de nostalgia y gratitud. Sabía que su amistad con Satoru era única, una conexión que no todos tenían la suerte de experimentar. A pesar de las circunstancias que los rodeaban, su lazo había resistido la prueba del tiempo y las adversidades.

Tomó su celular y, con una sonrisa, decidió enviarle un mensaje a Satoru. Quería que él supiera lo mucho que valoraba su amistad, aunque no era algo que dijera a menudo en voz alta.

— ‘’Hey Satoru," — escribió, — "solo quería decirte gracias por ser siempre tú. Por estar ahí, incluso cuando no lo pido. No sé qué haría sin tu locura y tu apoyo constante. Cuídate, Nos vemos pronto." —

Presionó enviar y miró la pantalla por un momento, sintiéndose un poco más ligera. Sabía que su compañero probablemente respondería con algún comentario ingenioso o una broma, pero eso también era parte del encanto de su amistad. Mientras guardaba su teléfono, Shoko sonrió, agradecida por tener a alguien como Satoru en su vida.

[Violino_Infinito]
. Shoko estaba sentada en su oficina del hospital, mirando por la ventana mientras el sol se ponía lentamente en el horizonte. Sus pensamientos vagaban por los años que había compartido con Gojo Satoru, una amistad que había comenzado en su juventud y había perdurado a través de innumerables desafíos y triunfos. Desde el primer día en la Escuela Técnica de Jujutsu, Satoru había sido un torbellino de energía y confianza. Su carisma y habilidades incomparables lo habían convertido en el centro de atención de todos, pero para Shoko, él era simplemente Satoru, su amigo. Recordaba con una sonrisa las veces que él había tratado de impresionarla con sus técnicas, solo para recibir una mirada desaprobadora o una carcajada. A lo largo de los años, habían compartido mucho más que solo batallas contra maldiciones. Habían compartido secretos, miedos, y perdidas. Satoru siempre había estado allí para ella, ya sea para animarla con su optimismo inquebrantable o para ofrecerle un hombro en el que apoyarse cuando las cosas se ponían difíciles. Shoko sabía que detrás de su fachada arrogante y despreocupada, Satoru tenía un corazón generoso y un sentido profundo de responsabilidad hacia aquellos que amaba. Habían tenido sus desacuerdos, como cualquier amigo de verdad, pero siempre habían encontrado la manera de superar las diferencias y fortalecer su vínculo. Satoru, a su manera, siempre se había asegurado de que Shoko nunca se sintiera sola, incluso en los momentos más oscuros. Su presencia era una constante, un recordatorio de que, sin importar qué, siempre tendrían el uno al otro. Suspiró y se reclinó en su silla, sintiendo una mezcla de nostalgia y gratitud. Sabía que su amistad con Satoru era única, una conexión que no todos tenían la suerte de experimentar. A pesar de las circunstancias que los rodeaban, su lazo había resistido la prueba del tiempo y las adversidades. Tomó su celular y, con una sonrisa, decidió enviarle un mensaje a Satoru. Quería que él supiera lo mucho que valoraba su amistad, aunque no era algo que dijera a menudo en voz alta. — ‘’Hey Satoru," — escribió, — "solo quería decirte gracias por ser siempre tú. Por estar ahí, incluso cuando no lo pido. No sé qué haría sin tu locura y tu apoyo constante. Cuídate, Nos vemos pronto." — Presionó enviar y miró la pantalla por un momento, sintiéndose un poco más ligera. Sabía que su compañero probablemente respondería con algún comentario ingenioso o una broma, pero eso también era parte del encanto de su amistad. Mientras guardaba su teléfono, Shoko sonrió, agradecida por tener a alguien como Satoru en su vida. [Violino_Infinito]
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