Una Larga Noche

#wendigo #oneshot

La ciudad aún duerme. James llega a casa, agotado tras la aventura en la dimensión de Slenderman. La satisfacción de haber encontrado con vida a cuatro de los niños perdidos es opacada por la preocupación que siente por las secuelas que pueda sufrir su amigo, el barista. Ansía darse un buen baño, comer algo caliente y tenderse en la cama una semana. Sin embargo, aún tiene algo importante que hacer.

En cuanto cierra la puerta del refugio, el peso de la noche y la tensión acumulada caen sobre sus hombros. Deja caer su abrigo sobre una silla y se quita las botas, sintiendo el alivio inmediato de liberar sus pies exigidos. Se dirige a la cocina, pero en lugar de buscar comida, va directo al refrigerador, saca un trozo de carne magra, de un rojo profundo. La desgarra de un bocado poco propio de un hombre educado, tratando de saciar un hambre que parece haber estado acumulándose durante semanas.

Limpiándose los restos con una toalla de papel, se deja caer pesadamente en su silla frente al improvisado escritorio, encendiendo su laptop. Sus dedos se deslizan por el teclado con lentitud al principio, como si cada tecla pesara una tonelada. Sus ojos están pesados y la pantalla parece brillar con demasiada intensidad. Pero, poco a poco, encuentra el ritmo y las palabras comienzan a fluir.
Una Larga Noche #wendigo #oneshot La ciudad aún duerme. James llega a casa, agotado tras la aventura en la dimensión de Slenderman. La satisfacción de haber encontrado con vida a cuatro de los niños perdidos es opacada por la preocupación que siente por las secuelas que pueda sufrir su amigo, el barista. Ansía darse un buen baño, comer algo caliente y tenderse en la cama una semana. Sin embargo, aún tiene algo importante que hacer. En cuanto cierra la puerta del refugio, el peso de la noche y la tensión acumulada caen sobre sus hombros. Deja caer su abrigo sobre una silla y se quita las botas, sintiendo el alivio inmediato de liberar sus pies exigidos. Se dirige a la cocina, pero en lugar de buscar comida, va directo al refrigerador, saca un trozo de carne magra, de un rojo profundo. La desgarra de un bocado poco propio de un hombre educado, tratando de saciar un hambre que parece haber estado acumulándose durante semanas. Limpiándose los restos con una toalla de papel, se deja caer pesadamente en su silla frente al improvisado escritorio, encendiendo su laptop. Sus dedos se deslizan por el teclado con lentitud al principio, como si cada tecla pesara una tonelada. Sus ojos están pesados y la pantalla parece brillar con demasiada intensidad. Pero, poco a poco, encuentra el ritmo y las palabras comienzan a fluir.
Me gusta
3
0 turnos 0 maullidos 514 vistas
Patrocinados
Patrocinados