El consejo de un Sabio
Categoría Aventura
—Era muy extraño buscar consuelo en un sabio; muchas veces los eruditos pecaban de soberbia e incluso de no poseer empatía alguna, sus brillantes mentes capaces de contener decenas de información condensada en sus mentes les daba sabiduría, pero eso no los volvía exactamente "inteligentes" o capaces de brindar apoyo a quienes lo requerían. Ellos eran grandes bibliotecas con formas humanoides de las cuales alguien podía aprovecharse; ellos creían que mientras más información acumularas, más inteligente te volvías; aquello fue un grave error que empujo a muchos reinos a caer en la desdicha, a grandes filósofos y pensadores a corromperse y caer en el pozo de la depresión, incluso llevar a la locura a grandes líderes y oradores.

Algunos lograban sobreponerse a la maldición del conocimiento dada por "El Dios de la Sabiduría", un síndrome muy común entre los 12 reinos; según algunos alquimistas teóricos, esto era solo una excusa para tapar la enorme soberbia y creencia de que ellos eran superiores al poseer más información que el común denominador de las razas. Al entender que la sabiduría como tal no era inteligencia, si no más bien una herramienta más, a la hora de tomar decisiones y sacarle provecho. —

Y dime, ¿Qué es lo que aqueja a tu corazón? Tus ojos muestran duda e incertidumbre; ¿Qué puedo hacer por ti, viajero? ~

El maestro alquimista se encontraba ocupando temporalmente el puesto de un colega erudito, dentro de uno de los 12 reinos más al sur de las cordilleras olvidadas. No era un reino bastante aciago, pero tampoco brillaba por la arquitectura ni sus grandes ejércitos; era un pequeño imperio con capacidad de crecimiento que se utilizaba como ruta o descanso para los comerciantes y aventureros.

Las calles empedradas en buen estado, los postigos de los diferentes accesos y demás tiendas que parecían mantenerse en pie sin problemas, incluso los guardias que patrullaban en parejas de dos agentes por avenida demostraban que era un territorio bien administrado pero no tan importante. El mutante yacía en un asiento de madera dentro de una amplia biblioteca. Los ventanales de la misma permitían que la luz del sol iluminara cada rincón y recodo del sitio, sumado a que no había muchos visitantes más que algún intelectual del rey buscando y rebuscando contenidos diversos; incluso quizá algún curioso que disfrutaba de la lectura caminando entre los grandes estantes del emplazamiento.

Alex levantó la mirada del pergamino que se encontraba analizando, solo para estudiar al visitante que evidentemente buscaba el consejo de aquel a quien este se encontraba reemplazando-

No soy Unaleb, pero estoy seguro que quizá pueda apaciguar tu mente y brindarte mi ayuda; es lo mínimo que puedo hacer por ocupar su puesto temporalmente ~
—Era muy extraño buscar consuelo en un sabio; muchas veces los eruditos pecaban de soberbia e incluso de no poseer empatía alguna, sus brillantes mentes capaces de contener decenas de información condensada en sus mentes les daba sabiduría, pero eso no los volvía exactamente "inteligentes" o capaces de brindar apoyo a quienes lo requerían. Ellos eran grandes bibliotecas con formas humanoides de las cuales alguien podía aprovecharse; ellos creían que mientras más información acumularas, más inteligente te volvías; aquello fue un grave error que empujo a muchos reinos a caer en la desdicha, a grandes filósofos y pensadores a corromperse y caer en el pozo de la depresión, incluso llevar a la locura a grandes líderes y oradores. Algunos lograban sobreponerse a la maldición del conocimiento dada por "El Dios de la Sabiduría", un síndrome muy común entre los 12 reinos; según algunos alquimistas teóricos, esto era solo una excusa para tapar la enorme soberbia y creencia de que ellos eran superiores al poseer más información que el común denominador de las razas. Al entender que la sabiduría como tal no era inteligencia, si no más bien una herramienta más, a la hora de tomar decisiones y sacarle provecho. — Y dime, ¿Qué es lo que aqueja a tu corazón? Tus ojos muestran duda e incertidumbre; ¿Qué puedo hacer por ti, viajero? ~ El maestro alquimista se encontraba ocupando temporalmente el puesto de un colega erudito, dentro de uno de los 12 reinos más al sur de las cordilleras olvidadas. No era un reino bastante aciago, pero tampoco brillaba por la arquitectura ni sus grandes ejércitos; era un pequeño imperio con capacidad de crecimiento que se utilizaba como ruta o descanso para los comerciantes y aventureros. Las calles empedradas en buen estado, los postigos de los diferentes accesos y demás tiendas que parecían mantenerse en pie sin problemas, incluso los guardias que patrullaban en parejas de dos agentes por avenida demostraban que era un territorio bien administrado pero no tan importante. El mutante yacía en un asiento de madera dentro de una amplia biblioteca. Los ventanales de la misma permitían que la luz del sol iluminara cada rincón y recodo del sitio, sumado a que no había muchos visitantes más que algún intelectual del rey buscando y rebuscando contenidos diversos; incluso quizá algún curioso que disfrutaba de la lectura caminando entre los grandes estantes del emplazamiento. Alex levantó la mirada del pergamino que se encontraba analizando, solo para estudiar al visitante que evidentemente buscaba el consejo de aquel a quien este se encontraba reemplazando- No soy Unaleb, pero estoy seguro que quizá pueda apaciguar tu mente y brindarte mi ayuda; es lo mínimo que puedo hacer por ocupar su puesto temporalmente ~
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