◞1.𝐌𝐘𝐒𝐓𝐈𝐂 𝐅𝐀𝐋𝐋𝐒
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀╰———— ╱ ᴡʀɪᴛɪɴɢ.
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⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀◦ ◦ ◦
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀i. ₂₅ ᴅᴇ Fᴇʙʀᴇʀᴏ
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ii. Nᴜᴇᴠᴀ Oʀʟᴇᴀɴs
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⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀❛⠀⠀⠀⠀posted by
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀#NeverlandWitch ⠀⠀❜
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⠀⠀⠀ ⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀⠀𝐜𝐫𝐞𝐝𝐢𝐭𝐬 ⦂ chihiro.psd
El calor era asfixiante. Tanto que incluso dormida podía sentir como el aire que entraba en sus pulmones quemaba a su paso. Aunque no fue aquello lo que logró hacer que se despertara, sino la exagerada luz que había a su alrededor, que unida al olor a humo habían logrado incluso meterse en sus sueños.
Abrió los ojos de golpe, para encontrarse en medio de un incendio que amenazaba con acabar con todo lo que encontrara a su paso. Aunque un solo vistazo le sirvió para darse cuenta de que no todo ardía, sino que el fuego formaba un círculo perfecto alrededor de su cama.
Se incorporó lo más rápido que pudo y, tratando de no perder la calma intentó concentrarse en el fuego para poder extinguirlo antes de que fuera demasiado tarde. Aunque este no reaccionó como cabría esperar, sino que parecía reavivarse a cada segundo que pasaba y cuánta más energía empleaba en sofocarlo más alto se volvía.
Soltó un juramento que se vio ahogado por el crepitar de las llamas y tosiendo metió su mano derecha bajo la almohada. De dónde sacó un athame, que pasó sobre su palma hasta que la sangre empezó a inundarla, y, juntando ambas manos se concentró durante unos pocos segundos en un punto fijo.
Pudo notar en la lengua el sabor empalagoso de la magia que luchaba contra la suya, intentando acabar aquello para lo que la habían conjurado. Al igual que sentía como el humo la atontaba a medida que los minutos pasaban hasta que finalmente lo sintió. Un ligero cambio en la resistencia que oponía la otra parte, que escasos momentos después simplemente desapareció.
Las llamas simplemente se apagaron , hecho que la mujer aprovechó para salir finalmente de la cama y abrir la ventana de la habitación para que el humo saliera.
Con la respiración todavía agitada salió del dormitorio y, tras encender las luces miró su mano. La hemorragia había parado y en lugar del corte que se había hecho la herida había adquirido la forma de un vevé.
Observó el símbolo perteneciente al vudú haitiano y negando con la cabeza fue hasta una de las estanterías que presidía la sala de estar dónde de entre todos los libros que la llenaban sacó uno encuadernado y cuyas páginas estaban amarillentas debido al paso del tiempo. Con suavidad, casi acariciando cada página las fue pasando hasta encontrar la que buscaba.
Hacía años que no tocaba el grimorio de su abuela pues con el tiempo había formado el suyo propio aunque rara vez lo necesitase. Sin embargo, continuaba demostrando que aquella reliquia podía seguir salvándola en los peores momentos.
Tardó cinco minutos en reunir las velas y las plantas necesarias para el hechizo. Y, con mimo fue dibujando con las hierbas un tetragramatón sobre la mesa, antes de colocar en cada punta una vela blanca y, en el centro de la figura un velón negro que ungió con aceite y flores secas antes de encenderlo y tomar asiento en el suelo antes de empezar a susurrar las palabras que la llevarían a un estado de inconsciencia mientras buscaba a quién se hubiera atrevida a ir a por ella mientras dormía.
De forma lenta, sintió como su cuerpo ya no pensaba, sino que parecía tan liviano que en cualquier momento una brisa de aire sería capaz de elevarla. Y, si alguien hubiera observado desde fuera habría podido ver como sus ojos se giraban hasta que el iris y la pupila quedó oculta en el interior de las cuencas mientras que a medida que las horas pasaban y los gritos en el Barrio Francés se hacían más notorios, una lágrima de sangre corría por el rostro de la morena.
De aquella forma la encontraron las ancianas del consejo cuándo por la mañana fueron a comprobar que ella no fuera una víctima más de la masacre que había tenido lugar durante la noche y, tras dedicarse una significativa mirada se acercaron a ella trataron de sacarla del trance para poder ofrecerles alguna respuesta.
—Bonnie regresa, ya es de día y nos debes explicaciones.
—Vamos niña, vuelve a este plano. Tenemos que hablar.
Tardaron media hora en que los primeros síntomas de conciencia apareciera. Y otros quince minutos para que pudieran acercarse sin chocarse con una pared invisible.
Pestañeó un par de veces mientras poco a poco recordaba qué había pasado y era consciente de lo que había tenido que hacer aquella noche para protegerse a ella misma y a las más jóvenes del aquelarre.
—¿Cuántas muertes han sido?
Sabía que no había sido un sueño, y que el suyo no había sido un caso aislado por lo que ignorando el mareo que sintió al levantarse del suelo se limpió los restos de humo y sangre del rostro antes elevar los ojos hacia las ancianas.
Nunca había visto a dos personas tan distintas y a la vez tan parecidas. Grace, con su largo cabello gris siempre recogido en un moño parecía ser el ejemplo de lo que envejecer con poder implicaba. Su sola presencia bastaba para que una había se silenciar y una mirada suya era suficiente para intimidar hasta al más valiente.
Noelie por el contrario había usado su magia durante años para mantener la juventud que hacía años debía haber desaparecido. Debía estar cerca de los ochenta años y su aspecto era el de alguien de treinta. Aunque el azul de sus ojos parecía encerrar los años que se había ido quitando.
Sin embargo, poseían la misma energía. La misma presencia y la misma determinación. Como si fueran las dos caras de una misma moneda.
—Doce, tres nuestras, seis del aquelarre de Gentilly y tres del aquelarre de Tremé —la voz de Grace estaba tan cargada de pesar que sintió el peso su tristeza sobre los hombros —Todas de la misma forma. Y todas a la misma hora.
—¿Alguna estaba en un círculo ceremonial? Me desperté anoche en medio de un círculo de fuego, aunque no era natural. Tuve que recurrir a una vevé para pararlo.
Las tres conocían el fuego al igual que al agua y al viento. Y sabían que por muy caprichoso que fuera dicho elemento jamás sería imparable. No para una bruja que como ellas, habían aprendido sus mejores trucos habilidades estando al borde de la muerte. Si la naturaleza se rebelaba de aquella forma tan salvaje era únicamente porque la habían forzado a ello.
—Han desaparecido también brujas de los aquelarres sureños…
Una idea pasó por la mente de la morena y, sin decir nada rebuscó entre los cajones hasta que encontró un mapa que, segundos después dejó sobre la mesa.
—Han matado aquí y en el sur ¿Cuántas han sido?
—Doce también.
Un escalofrío recorrió la espalda de la mujer al darse cuenta de lo que estaba pasando y, tras marcar con un bolígrafo los dos puntos de las muertes resopló. Aquello no era bueno.
—Si no me equivoco, en la siguiente luna llena habrá una nueva masacre.
—¿Crees que alguien está intentando acceder a la Expresión tras tanto tiempo?
Asintió antes de usar su athame para pincharse el dedo, dejando caer sobre el mapa unas gotas de su propia sangre antes de murmurar un sencillo hechizo de localización.
—¿Crees que es de tu familia? Creía que ya no quedaban brujas Bennet vivas.
—Somos pocas, pero todavía quedamos aunque no es lo que estoy buscando, si alguien está intentando acceder a la Expresión, para encontrarle necesitamos a alguien que ya haya llevado en la sangre ese veneno para localizar el foco—explicó viendo como las gotas se iban moviendo por el papel lentamente, buscando el punto exacto —Y nadie más lo admitirá.
Sintió sus miradas acusadoras en la espalda. Sin embargo decidió ignorarlas hasta que la sangre se detuvo para, segundos después separarse, formando un triángulo perfecto que prendió en llamas por sí solo.
Un pesado suspiro salió de entre los labios de la mujer al darse cuenta del lugar señalado y, negando con la cabeza se dejó caer en el sofá sin saber bien si reír o enfadarse con el destino por ello.
Para detener a quién fuera que estuviera jugando con ese tipo de magia debían ir hasta allí y hacerlo en persona. Y era consciente de que ninguna de las brujas de Nueva Orleans se movería, estaban atadas a sus Ancestros y su tierra, por lo que debería ser ella si quería que las muertes cesaran y el infierno de hacía unos años se repitiera.
Debía regresar a Mystic Falls. Debía regresar a casa.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀╰———— ╱ ᴡʀɪᴛɪɴɢ.
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El calor era asfixiante. Tanto que incluso dormida podía sentir como el aire que entraba en sus pulmones quemaba a su paso. Aunque no fue aquello lo que logró hacer que se despertara, sino la exagerada luz que había a su alrededor, que unida al olor a humo habían logrado incluso meterse en sus sueños.
Abrió los ojos de golpe, para encontrarse en medio de un incendio que amenazaba con acabar con todo lo que encontrara a su paso. Aunque un solo vistazo le sirvió para darse cuenta de que no todo ardía, sino que el fuego formaba un círculo perfecto alrededor de su cama.
Se incorporó lo más rápido que pudo y, tratando de no perder la calma intentó concentrarse en el fuego para poder extinguirlo antes de que fuera demasiado tarde. Aunque este no reaccionó como cabría esperar, sino que parecía reavivarse a cada segundo que pasaba y cuánta más energía empleaba en sofocarlo más alto se volvía.
Soltó un juramento que se vio ahogado por el crepitar de las llamas y tosiendo metió su mano derecha bajo la almohada. De dónde sacó un athame, que pasó sobre su palma hasta que la sangre empezó a inundarla, y, juntando ambas manos se concentró durante unos pocos segundos en un punto fijo.
Pudo notar en la lengua el sabor empalagoso de la magia que luchaba contra la suya, intentando acabar aquello para lo que la habían conjurado. Al igual que sentía como el humo la atontaba a medida que los minutos pasaban hasta que finalmente lo sintió. Un ligero cambio en la resistencia que oponía la otra parte, que escasos momentos después simplemente desapareció.
Las llamas simplemente se apagaron , hecho que la mujer aprovechó para salir finalmente de la cama y abrir la ventana de la habitación para que el humo saliera.
Con la respiración todavía agitada salió del dormitorio y, tras encender las luces miró su mano. La hemorragia había parado y en lugar del corte que se había hecho la herida había adquirido la forma de un vevé.
Observó el símbolo perteneciente al vudú haitiano y negando con la cabeza fue hasta una de las estanterías que presidía la sala de estar dónde de entre todos los libros que la llenaban sacó uno encuadernado y cuyas páginas estaban amarillentas debido al paso del tiempo. Con suavidad, casi acariciando cada página las fue pasando hasta encontrar la que buscaba.
Hacía años que no tocaba el grimorio de su abuela pues con el tiempo había formado el suyo propio aunque rara vez lo necesitase. Sin embargo, continuaba demostrando que aquella reliquia podía seguir salvándola en los peores momentos.
Tardó cinco minutos en reunir las velas y las plantas necesarias para el hechizo. Y, con mimo fue dibujando con las hierbas un tetragramatón sobre la mesa, antes de colocar en cada punta una vela blanca y, en el centro de la figura un velón negro que ungió con aceite y flores secas antes de encenderlo y tomar asiento en el suelo antes de empezar a susurrar las palabras que la llevarían a un estado de inconsciencia mientras buscaba a quién se hubiera atrevida a ir a por ella mientras dormía.
De forma lenta, sintió como su cuerpo ya no pensaba, sino que parecía tan liviano que en cualquier momento una brisa de aire sería capaz de elevarla. Y, si alguien hubiera observado desde fuera habría podido ver como sus ojos se giraban hasta que el iris y la pupila quedó oculta en el interior de las cuencas mientras que a medida que las horas pasaban y los gritos en el Barrio Francés se hacían más notorios, una lágrima de sangre corría por el rostro de la morena.
De aquella forma la encontraron las ancianas del consejo cuándo por la mañana fueron a comprobar que ella no fuera una víctima más de la masacre que había tenido lugar durante la noche y, tras dedicarse una significativa mirada se acercaron a ella trataron de sacarla del trance para poder ofrecerles alguna respuesta.
—Bonnie regresa, ya es de día y nos debes explicaciones.
—Vamos niña, vuelve a este plano. Tenemos que hablar.
Tardaron media hora en que los primeros síntomas de conciencia apareciera. Y otros quince minutos para que pudieran acercarse sin chocarse con una pared invisible.
Pestañeó un par de veces mientras poco a poco recordaba qué había pasado y era consciente de lo que había tenido que hacer aquella noche para protegerse a ella misma y a las más jóvenes del aquelarre.
—¿Cuántas muertes han sido?
Sabía que no había sido un sueño, y que el suyo no había sido un caso aislado por lo que ignorando el mareo que sintió al levantarse del suelo se limpió los restos de humo y sangre del rostro antes elevar los ojos hacia las ancianas.
Nunca había visto a dos personas tan distintas y a la vez tan parecidas. Grace, con su largo cabello gris siempre recogido en un moño parecía ser el ejemplo de lo que envejecer con poder implicaba. Su sola presencia bastaba para que una había se silenciar y una mirada suya era suficiente para intimidar hasta al más valiente.
Noelie por el contrario había usado su magia durante años para mantener la juventud que hacía años debía haber desaparecido. Debía estar cerca de los ochenta años y su aspecto era el de alguien de treinta. Aunque el azul de sus ojos parecía encerrar los años que se había ido quitando.
Sin embargo, poseían la misma energía. La misma presencia y la misma determinación. Como si fueran las dos caras de una misma moneda.
—Doce, tres nuestras, seis del aquelarre de Gentilly y tres del aquelarre de Tremé —la voz de Grace estaba tan cargada de pesar que sintió el peso su tristeza sobre los hombros —Todas de la misma forma. Y todas a la misma hora.
—¿Alguna estaba en un círculo ceremonial? Me desperté anoche en medio de un círculo de fuego, aunque no era natural. Tuve que recurrir a una vevé para pararlo.
Las tres conocían el fuego al igual que al agua y al viento. Y sabían que por muy caprichoso que fuera dicho elemento jamás sería imparable. No para una bruja que como ellas, habían aprendido sus mejores trucos habilidades estando al borde de la muerte. Si la naturaleza se rebelaba de aquella forma tan salvaje era únicamente porque la habían forzado a ello.
—Han desaparecido también brujas de los aquelarres sureños…
Una idea pasó por la mente de la morena y, sin decir nada rebuscó entre los cajones hasta que encontró un mapa que, segundos después dejó sobre la mesa.
—Han matado aquí y en el sur ¿Cuántas han sido?
—Doce también.
Un escalofrío recorrió la espalda de la mujer al darse cuenta de lo que estaba pasando y, tras marcar con un bolígrafo los dos puntos de las muertes resopló. Aquello no era bueno.
—Si no me equivoco, en la siguiente luna llena habrá una nueva masacre.
—¿Crees que alguien está intentando acceder a la Expresión tras tanto tiempo?
Asintió antes de usar su athame para pincharse el dedo, dejando caer sobre el mapa unas gotas de su propia sangre antes de murmurar un sencillo hechizo de localización.
—¿Crees que es de tu familia? Creía que ya no quedaban brujas Bennet vivas.
—Somos pocas, pero todavía quedamos aunque no es lo que estoy buscando, si alguien está intentando acceder a la Expresión, para encontrarle necesitamos a alguien que ya haya llevado en la sangre ese veneno para localizar el foco—explicó viendo como las gotas se iban moviendo por el papel lentamente, buscando el punto exacto —Y nadie más lo admitirá.
Sintió sus miradas acusadoras en la espalda. Sin embargo decidió ignorarlas hasta que la sangre se detuvo para, segundos después separarse, formando un triángulo perfecto que prendió en llamas por sí solo.
Un pesado suspiro salió de entre los labios de la mujer al darse cuenta del lugar señalado y, negando con la cabeza se dejó caer en el sofá sin saber bien si reír o enfadarse con el destino por ello.
Para detener a quién fuera que estuviera jugando con ese tipo de magia debían ir hasta allí y hacerlo en persona. Y era consciente de que ninguna de las brujas de Nueva Orleans se movería, estaban atadas a sus Ancestros y su tierra, por lo que debería ser ella si quería que las muertes cesaran y el infierno de hacía unos años se repitiera.
Debía regresar a Mystic Falls. Debía regresar a casa.
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El calor era asfixiante. Tanto que incluso dormida podía sentir como el aire que entraba en sus pulmones quemaba a su paso. Aunque no fue aquello lo que logró hacer que se despertara, sino la exagerada luz que había a su alrededor, que unida al olor a humo habían logrado incluso meterse en sus sueños.
Abrió los ojos de golpe, para encontrarse en medio de un incendio que amenazaba con acabar con todo lo que encontrara a su paso. Aunque un solo vistazo le sirvió para darse cuenta de que no todo ardía, sino que el fuego formaba un círculo perfecto alrededor de su cama.
Se incorporó lo más rápido que pudo y, tratando de no perder la calma intentó concentrarse en el fuego para poder extinguirlo antes de que fuera demasiado tarde. Aunque este no reaccionó como cabría esperar, sino que parecía reavivarse a cada segundo que pasaba y cuánta más energía empleaba en sofocarlo más alto se volvía.
Soltó un juramento que se vio ahogado por el crepitar de las llamas y tosiendo metió su mano derecha bajo la almohada. De dónde sacó un athame, que pasó sobre su palma hasta que la sangre empezó a inundarla, y, juntando ambas manos se concentró durante unos pocos segundos en un punto fijo.
Pudo notar en la lengua el sabor empalagoso de la magia que luchaba contra la suya, intentando acabar aquello para lo que la habían conjurado. Al igual que sentía como el humo la atontaba a medida que los minutos pasaban hasta que finalmente lo sintió. Un ligero cambio en la resistencia que oponía la otra parte, que escasos momentos después simplemente desapareció.
Las llamas simplemente se apagaron , hecho que la mujer aprovechó para salir finalmente de la cama y abrir la ventana de la habitación para que el humo saliera.
Con la respiración todavía agitada salió del dormitorio y, tras encender las luces miró su mano. La hemorragia había parado y en lugar del corte que se había hecho la herida había adquirido la forma de un vevé.
Observó el símbolo perteneciente al vudú haitiano y negando con la cabeza fue hasta una de las estanterías que presidía la sala de estar dónde de entre todos los libros que la llenaban sacó uno encuadernado y cuyas páginas estaban amarillentas debido al paso del tiempo. Con suavidad, casi acariciando cada página las fue pasando hasta encontrar la que buscaba.
Hacía años que no tocaba el grimorio de su abuela pues con el tiempo había formado el suyo propio aunque rara vez lo necesitase. Sin embargo, continuaba demostrando que aquella reliquia podía seguir salvándola en los peores momentos.
Tardó cinco minutos en reunir las velas y las plantas necesarias para el hechizo. Y, con mimo fue dibujando con las hierbas un tetragramatón sobre la mesa, antes de colocar en cada punta una vela blanca y, en el centro de la figura un velón negro que ungió con aceite y flores secas antes de encenderlo y tomar asiento en el suelo antes de empezar a susurrar las palabras que la llevarían a un estado de inconsciencia mientras buscaba a quién se hubiera atrevida a ir a por ella mientras dormía.
De forma lenta, sintió como su cuerpo ya no pensaba, sino que parecía tan liviano que en cualquier momento una brisa de aire sería capaz de elevarla. Y, si alguien hubiera observado desde fuera habría podido ver como sus ojos se giraban hasta que el iris y la pupila quedó oculta en el interior de las cuencas mientras que a medida que las horas pasaban y los gritos en el Barrio Francés se hacían más notorios, una lágrima de sangre corría por el rostro de la morena.
De aquella forma la encontraron las ancianas del consejo cuándo por la mañana fueron a comprobar que ella no fuera una víctima más de la masacre que había tenido lugar durante la noche y, tras dedicarse una significativa mirada se acercaron a ella trataron de sacarla del trance para poder ofrecerles alguna respuesta.
—Bonnie regresa, ya es de día y nos debes explicaciones.
—Vamos niña, vuelve a este plano. Tenemos que hablar.
Tardaron media hora en que los primeros síntomas de conciencia apareciera. Y otros quince minutos para que pudieran acercarse sin chocarse con una pared invisible.
Pestañeó un par de veces mientras poco a poco recordaba qué había pasado y era consciente de lo que había tenido que hacer aquella noche para protegerse a ella misma y a las más jóvenes del aquelarre.
—¿Cuántas muertes han sido?
Sabía que no había sido un sueño, y que el suyo no había sido un caso aislado por lo que ignorando el mareo que sintió al levantarse del suelo se limpió los restos de humo y sangre del rostro antes elevar los ojos hacia las ancianas.
Nunca había visto a dos personas tan distintas y a la vez tan parecidas. Grace, con su largo cabello gris siempre recogido en un moño parecía ser el ejemplo de lo que envejecer con poder implicaba. Su sola presencia bastaba para que una había se silenciar y una mirada suya era suficiente para intimidar hasta al más valiente.
Noelie por el contrario había usado su magia durante años para mantener la juventud que hacía años debía haber desaparecido. Debía estar cerca de los ochenta años y su aspecto era el de alguien de treinta. Aunque el azul de sus ojos parecía encerrar los años que se había ido quitando.
Sin embargo, poseían la misma energía. La misma presencia y la misma determinación. Como si fueran las dos caras de una misma moneda.
—Doce, tres nuestras, seis del aquelarre de Gentilly y tres del aquelarre de Tremé —la voz de Grace estaba tan cargada de pesar que sintió el peso su tristeza sobre los hombros —Todas de la misma forma. Y todas a la misma hora.
—¿Alguna estaba en un círculo ceremonial? Me desperté anoche en medio de un círculo de fuego, aunque no era natural. Tuve que recurrir a una vevé para pararlo.
Las tres conocían el fuego al igual que al agua y al viento. Y sabían que por muy caprichoso que fuera dicho elemento jamás sería imparable. No para una bruja que como ellas, habían aprendido sus mejores trucos habilidades estando al borde de la muerte. Si la naturaleza se rebelaba de aquella forma tan salvaje era únicamente porque la habían forzado a ello.
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Una idea pasó por la mente de la morena y, sin decir nada rebuscó entre los cajones hasta que encontró un mapa que, segundos después dejó sobre la mesa.
—Han matado aquí y en el sur ¿Cuántas han sido?
—Doce también.
Un escalofrío recorrió la espalda de la mujer al darse cuenta de lo que estaba pasando y, tras marcar con un bolígrafo los dos puntos de las muertes resopló. Aquello no era bueno.
—Si no me equivoco, en la siguiente luna llena habrá una nueva masacre.
—¿Crees que alguien está intentando acceder a la Expresión tras tanto tiempo?
Asintió antes de usar su athame para pincharse el dedo, dejando caer sobre el mapa unas gotas de su propia sangre antes de murmurar un sencillo hechizo de localización.
—¿Crees que es de tu familia? Creía que ya no quedaban brujas Bennet vivas.
—Somos pocas, pero todavía quedamos aunque no es lo que estoy buscando, si alguien está intentando acceder a la Expresión, para encontrarle necesitamos a alguien que ya haya llevado en la sangre ese veneno para localizar el foco—explicó viendo como las gotas se iban moviendo por el papel lentamente, buscando el punto exacto —Y nadie más lo admitirá.
Sintió sus miradas acusadoras en la espalda. Sin embargo decidió ignorarlas hasta que la sangre se detuvo para, segundos después separarse, formando un triángulo perfecto que prendió en llamas por sí solo.
Un pesado suspiro salió de entre los labios de la mujer al darse cuenta del lugar señalado y, negando con la cabeza se dejó caer en el sofá sin saber bien si reír o enfadarse con el destino por ello.
Para detener a quién fuera que estuviera jugando con ese tipo de magia debían ir hasta allí y hacerlo en persona. Y era consciente de que ninguna de las brujas de Nueva Orleans se movería, estaban atadas a sus Ancestros y su tierra, por lo que debería ser ella si quería que las muertes cesaran y el infierno de hacía unos años se repitiera.
Debía regresar a Mystic Falls. Debía regresar a casa.