Con más de mil primaveras a sus espaldas, él mismo reconocía que el viaje a su antiguo pueblo natal podría ser peligroso y lleno de desafíos. Aun así, en aquel pueblo había un objeto muy preciado para él, después de todo, un pedacito de su corazón seguía ahí.

Jinguang había recorrido el camino hacia su pueblo natal un par de veces antes. Recordaba vívidamente cada uno de esos viajes, pues nunca lograba llegar a su destino. Cada vez que regresaba, se encontraba con las mismas puertas destrozadas que una vez dieron la bienvenida a su hogar, como si una fuerza invisible le impidiera continuar. Era una barrera que no lograba traspasar, por más que lo intentara.

Incluso él, que tenía semejante poder y experiencia, Jinguang se encontró desesperado por romper esa extraña barrera que le impedía regresar a su hogar. Recurrir a su propia fuerza no parecía ser la solución, así que intentó buscar la ayuda de otros seres.
El huli jing recurrió a todo tipo de aventureros y exploradores de los reinos circundantes, ofreciendo generosas recompensas a quien lograra acompañarlo hasta las puertas de su pueblo. Pero una y otra vez, se topaba con la misma decepción. Nada más acercarse a ese lugar maldito, los valientes viajeros caían presa de un inexplicable desmayo, incapaces de continuar.

Jinguang observaba, impotente, cómo todos sus intentos fracasaban uno tras otro, aquella fuerza que resguardaba el acceso a su hogar parecía casi invencible, incluso él mismo se debilitaba, llegando a aquella puerta cansado, temblando y lloriqueando como un niño pequeño. Él, que había vivido más de mil años y sobrevivido a innumerables peligros, se encontraba acorralado, sin saber qué hacer.

Fue durante una de sus visitas a un bullicioso pueblo, mientras Jinguang se deleitaba probando los deliciosos platillos de un festival local, que una joven aventurera llamó poderosamente su atención. Había algo en ella, una determinación y una pureza verdadera que no pasaron desapercibidas para los sentidos agudos del astuto zorro.
Y luego de solo unos segundos, entendió todo. Aquella chica estaba viviendo su primera vida.

Con su acostumbrada astucia, Jinguang se las ingenió para obtener más información sobre aquella muchacha. Mediante sus contactos y sus ASOMBROSAS habilidades para recabar inteligencia, logró descubrir su nombre: Koi Shikutee. Su aura era limpia, libre de impurezas, ¡todo lo contrario a cualquier otro aventurero que haya contratado antes! Y aunque el plan no sea tan desarrollado como los que planeó veces anteriores, era una de sus últimas esperanzas.

Decidido a poner a prueba las capacidades de Koi, Jinguang le envió una carta en la que le prometía una recompensa de inimaginable riqueza si lograba acompañarlo hasta las puertas de su aldea natal. El punto de encuentro sería un imponente árbol en las afueras de la ciudad, lugar en donde el encontraría el Huli jing, abanicandose esperando la llegada de la contraria.

Se encontraba de pie bajo el imponente árbol de cerezos, agitando su delicado abanico con algo de molestia mientras susurraba para sí mismo:
—Vaya, hace un calor insoportable hoy. ¿Dónde se habrá metido esa Koi? No puedo estar aquí esperando toda la tarde bajo este sol. —Impaciente, Jinguang aceleró el ritmo de su abanico, luchando por mantener la calma mientras aguardaba la aparición de la chica.


Koi Shikutee
Con más de mil primaveras a sus espaldas, él mismo reconocía que el viaje a su antiguo pueblo natal podría ser peligroso y lleno de desafíos. Aun así, en aquel pueblo había un objeto muy preciado para él, después de todo, un pedacito de su corazón seguía ahí. Jinguang había recorrido el camino hacia su pueblo natal un par de veces antes. Recordaba vívidamente cada uno de esos viajes, pues nunca lograba llegar a su destino. Cada vez que regresaba, se encontraba con las mismas puertas destrozadas que una vez dieron la bienvenida a su hogar, como si una fuerza invisible le impidiera continuar. Era una barrera que no lograba traspasar, por más que lo intentara. Incluso él, que tenía semejante poder y experiencia, Jinguang se encontró desesperado por romper esa extraña barrera que le impedía regresar a su hogar. Recurrir a su propia fuerza no parecía ser la solución, así que intentó buscar la ayuda de otros seres. El huli jing recurrió a todo tipo de aventureros y exploradores de los reinos circundantes, ofreciendo generosas recompensas a quien lograra acompañarlo hasta las puertas de su pueblo. Pero una y otra vez, se topaba con la misma decepción. Nada más acercarse a ese lugar maldito, los valientes viajeros caían presa de un inexplicable desmayo, incapaces de continuar. Jinguang observaba, impotente, cómo todos sus intentos fracasaban uno tras otro, aquella fuerza que resguardaba el acceso a su hogar parecía casi invencible, incluso él mismo se debilitaba, llegando a aquella puerta cansado, temblando y lloriqueando como un niño pequeño. Él, que había vivido más de mil años y sobrevivido a innumerables peligros, se encontraba acorralado, sin saber qué hacer. Fue durante una de sus visitas a un bullicioso pueblo, mientras Jinguang se deleitaba probando los deliciosos platillos de un festival local, que una joven aventurera llamó poderosamente su atención. Había algo en ella, una determinación y una pureza verdadera que no pasaron desapercibidas para los sentidos agudos del astuto zorro. Y luego de solo unos segundos, entendió todo. Aquella chica estaba viviendo su primera vida. Con su acostumbrada astucia, Jinguang se las ingenió para obtener más información sobre aquella muchacha. Mediante sus contactos y sus ASOMBROSAS habilidades para recabar inteligencia, logró descubrir su nombre: Koi Shikutee. Su aura era limpia, libre de impurezas, ¡todo lo contrario a cualquier otro aventurero que haya contratado antes! Y aunque el plan no sea tan desarrollado como los que planeó veces anteriores, era una de sus últimas esperanzas. Decidido a poner a prueba las capacidades de Koi, Jinguang le envió una carta en la que le prometía una recompensa de inimaginable riqueza si lograba acompañarlo hasta las puertas de su aldea natal. El punto de encuentro sería un imponente árbol en las afueras de la ciudad, lugar en donde el encontraría el Huli jing, abanicandose esperando la llegada de la contraria. Se encontraba de pie bajo el imponente árbol de cerezos, agitando su delicado abanico con algo de molestia mientras susurraba para sí mismo: —Vaya, hace un calor insoportable hoy. ¿Dónde se habrá metido esa Koi? No puedo estar aquí esperando toda la tarde bajo este sol. —Impaciente, Jinguang aceleró el ritmo de su abanico, luchando por mantener la calma mientras aguardaba la aparición de la chica. [Noche_deKoi]
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