Jinguang sintió aquella horrible sensación en su pecho, ¿acaso era nostalgia? Más de nueve mil años de vida, y nunca podía deshacerse de aquella horrible emoción. A pesar de todo lo que había vivido y experimentado a lo largo de sus incontables primaveras e inviernos, aquel sentimiento seguía ahí, latente, casi como una herida que nunca lograba cicatrizar del todo.

Recostado en el techo de su pequeño restaurante, Jinguang observaba el ajetreado ir y venir de las personas en las calles. Suspirando, cerró los ojos por un momento, dejando que los recuerdos lo inundaran. Aún podía ver con claridad los rostros sonrientes de los aldeanos, aquellos que alguna vez lo acogieron y lo hicieron sentir como en casa. La calidez de sus abrazos, la devoción con la que lo veneraban en el santuario que le habían dedicado. Aquella paz y felicidad que había encontrado en aquel humilde pueblo parecían tan lejanas ahora.

Un nudo se formó en su garganta al rememorar cómo todo se había desvanecido en una noche, devorado por las llamas de la envidia de otros.
A lo largo de los siglos, había intentado por todos los medios llenar ese espacio. Había recorrido tierras lejanas, acumulado riquezas y conocimientos, disfrutado de los placeres que el mundo ofrecía. Pero nada parecía ser suficiente. Por más que lo intentara, por más que se sumergiera en los lujos y la frivolidad, aquella nostalgia persistía.

Abriendo los ojos, Jinguang observó cómo el sol se ocultaba lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de hermosos colores. Y en aquel instante, la curiosidad picó a Jinguang. ¿Y si aún quedaban registros de aquellas personas a las que alguna vez llamó familia? Después de tantos años vagando sin rumbo, tal vez había llegado el momento de intentar buscar respuestas.

Recordaba haber realizado algunas búsquedas por Internet años atrás, pero nada de lo que encontró había logrado captar verdaderamente su atención. Quizás sería mejor probar suerte en otro lugar, tal vez una biblioteca o una librería antigua podría tener más información.

Con un suspiro, Jinguang se levantó de aquel incomodo lugar. Sabía que no podía salir a la calle con su apariencia usual, pues sus llamativas orejas y cabello rosa brillante sin duda llamarían demasiado la atención. Eso sería algo contraproducente en su búsqueda.
Su cabello se aclaro hasta adoptar un rubio, y sus orejas desaparecieron por completo, dándole un aspecto mucho más humano. Jinguang salió de su restaurante y se adentró en las concurridas calles de la ciudad, sus ojos color ámbar recorrían cada uno de los rincones, buscando alguna librería o biblioteca que pudiera contener la información que tanto anhelaba encontrar.

Se escabulló del restaurante, procurando mantener un perfil bajo mientras se dirigía a la librería más cercana. Recorrer las amplias estanterías llenas de libros le hizo sentir aún mas nostalgia, tantas vidas, tantas historias encerradas entre sus páginas, y él buscaba desesperadamente alguna pista sobre su propio pasado.

Sus dedos se deslizaron con cuidado por los lomos de los volúmenes, leyendo los títulos con atención. Sin embargo, al poco tiempo no pudo evitar quedarse en blanco, no recordaba ningún nombre clave, no recordaba ni siquiera el nombre de su propio pueblo.
El huli jing no pudo evitar quedarse quieto en el lugar por varios minutos, manteniendo sus ojos cerrados tratando de recordar. Se veía un poco gracioso, aunque cualquiera que pase por allí a verlo creería qué no es más que un loco.

Ⲛⲓⲥⲟⳑⲇ́⳽ ⳨ⳑⲇⲙⲉⳑ ˡ ᵃˡᶜʰᶤᵐᶤˢᵗᵉ ᶤᵐᵐᵒʳᵗᵉˡ
Jinguang sintió aquella horrible sensación en su pecho, ¿acaso era nostalgia? Más de nueve mil años de vida, y nunca podía deshacerse de aquella horrible emoción. A pesar de todo lo que había vivido y experimentado a lo largo de sus incontables primaveras e inviernos, aquel sentimiento seguía ahí, latente, casi como una herida que nunca lograba cicatrizar del todo. Recostado en el techo de su pequeño restaurante, Jinguang observaba el ajetreado ir y venir de las personas en las calles. Suspirando, cerró los ojos por un momento, dejando que los recuerdos lo inundaran. Aún podía ver con claridad los rostros sonrientes de los aldeanos, aquellos que alguna vez lo acogieron y lo hicieron sentir como en casa. La calidez de sus abrazos, la devoción con la que lo veneraban en el santuario que le habían dedicado. Aquella paz y felicidad que había encontrado en aquel humilde pueblo parecían tan lejanas ahora. Un nudo se formó en su garganta al rememorar cómo todo se había desvanecido en una noche, devorado por las llamas de la envidia de otros. A lo largo de los siglos, había intentado por todos los medios llenar ese espacio. Había recorrido tierras lejanas, acumulado riquezas y conocimientos, disfrutado de los placeres que el mundo ofrecía. Pero nada parecía ser suficiente. Por más que lo intentara, por más que se sumergiera en los lujos y la frivolidad, aquella nostalgia persistía. Abriendo los ojos, Jinguang observó cómo el sol se ocultaba lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de hermosos colores. Y en aquel instante, la curiosidad picó a Jinguang. ¿Y si aún quedaban registros de aquellas personas a las que alguna vez llamó familia? Después de tantos años vagando sin rumbo, tal vez había llegado el momento de intentar buscar respuestas. Recordaba haber realizado algunas búsquedas por Internet años atrás, pero nada de lo que encontró había logrado captar verdaderamente su atención. Quizás sería mejor probar suerte en otro lugar, tal vez una biblioteca o una librería antigua podría tener más información. Con un suspiro, Jinguang se levantó de aquel incomodo lugar. Sabía que no podía salir a la calle con su apariencia usual, pues sus llamativas orejas y cabello rosa brillante sin duda llamarían demasiado la atención. Eso sería algo contraproducente en su búsqueda. Su cabello se aclaro hasta adoptar un rubio, y sus orejas desaparecieron por completo, dándole un aspecto mucho más humano. Jinguang salió de su restaurante y se adentró en las concurridas calles de la ciudad, sus ojos color ámbar recorrían cada uno de los rincones, buscando alguna librería o biblioteca que pudiera contener la información que tanto anhelaba encontrar. Se escabulló del restaurante, procurando mantener un perfil bajo mientras se dirigía a la librería más cercana. Recorrer las amplias estanterías llenas de libros le hizo sentir aún mas nostalgia, tantas vidas, tantas historias encerradas entre sus páginas, y él buscaba desesperadamente alguna pista sobre su propio pasado. Sus dedos se deslizaron con cuidado por los lomos de los volúmenes, leyendo los títulos con atención. Sin embargo, al poco tiempo no pudo evitar quedarse en blanco, no recordaba ningún nombre clave, no recordaba ni siquiera el nombre de su propio pueblo. El huli jing no pudo evitar quedarse quieto en el lugar por varios minutos, manteniendo sus ojos cerrados tratando de recordar. Se veía un poco gracioso, aunque cualquiera que pase por allí a verlo creería qué no es más que un loco. [peppermint01]
Me encocora
Me gusta
11
3 turnos 0 maullidos 2084 vistas
Patrocinados
Patrocinados